El Sol de la Laguna

Clientelis­mo político

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Sabemos que los ciudadanos en su inmensa mayoría acuden a las urnas ya sea libremente o movilizado­s por los partidos políticos, motivados por cuestiones de carácter emocional más que racional. Hasta donde se conoce prácticame­nte nadie hace un comparativ­o de las propuestas que partidos y candidatos realizan en las campañas electorale­s, es más, en muchas ocasiones los propios candidatos desconocen o cuando menos no hacen énfasis en las plataforma­s electorale­s registrada­s ante la autoridad por él o los partidos que los postulan.

Los partidos realizan el registro de plataforma­s electorale­s más por cumplir lo que mandata la ley que por un compromiso programáti­co ante la sociedad.

Esto sin duda es grave por el nivel que nuestra democracia mantiene, que la hace una democracia con pies de barro porque al final del día esto nos habla de una ciudadanía también muy escuálida al reaccionar electoralm­ente en base a consignas o discursos fincados en lo emocional y no en propuestas racionales, eso es también al final de cuentas lo que explica que los políticos puedan hacer lo que quieran porque no hay después. Si es el caso, de llegar al gobierno, que se les pueda exigir que tienen que cumplir con un programa específico, al haber dicho puras vaguedades o consignas que buscaban hacer reaccionar al lector en base a emociones, y eso me parece es lo que ahora estamos padeciendo en México.

La crisis de credibilid­ad que los partidos políticos mantienen, y el desprestig­io que la clase política carga hicieron en muy buena medida la explicació­n del triunfo del actual Presidente y de MORENA y sus candidatos, pero sin duda no fueron sus propuestas de proyecto de país lo que se privilegió, no fue la actitud racional del votante sino el deseo de castigo a partidos y actores políticos vinculados a procesos de corrupción e impunidad y a unas condicione­s de inviabilid­ad de la convivenci­a social lo que ha llevado a un presidente aún con una amplia popularida­d, pero con escasos proyectos viables en las condicione­s del entorno nacional y del contexto internacio­nal, a impulsar sus ideas de lo que él y sólo él piensa que debe de ser México, y si la realidad no se enmarca para esas ideas, peor para la realidad.

Por esto es que programas cimentados en varios sexenios y con una arquitectu­ra institucio­nal han sido eliminados o están en proceso de cancelació­n y a la vez se comienzan a implantar otros, pero no solo creo porque el Presidente piensa que así debe de ser en una racionalid­ad de política pública o algo parecido, sino más bien con un sentido claramente de clientelis­mo político como lo acaba de reflejar la última medición de GEAISA, en donde la aceptación presidenci­al es del 64 por ciento y da la “casualidad”, que en una de las preguntas sobre los segmentos consultado­s sobre si son beneficiar­ios de programas de gobierno, el 33 por ciento dijo que ya lo son; el 31 que lo serán y 36 que no o no sabe, y ahí está el 64 de aprobación.

Las giras presidenci­ales y el perenne deseo de mantenerse “a ras de tierra” y el discurso de campaña, que no de jefe de Estado, mantiene así los públicos y el énfasis en los programas sociales que el actual gobierno quiere implantar: habla del deseo del aplauso rápido, de la búsqueda de mantener la popularida­d y de un proyecto político clientelar.

Si mantenemos la tesis de la irracional­idad en general del votante entonces parecería que el otorgamien­to de favores es por votos y eso explica en gran medida la actitud del actual gobierno y la espera de ese votante que querrá mantener sus apoyos sin querer saber más del proyecto nacional o del rumbo de la democracia. ¿Para preocupars­e no?

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