El Sol de la Laguna

Peligra el carácter laico del estado y la educación

- Armando Maya Castro

La iniciativa del senador Américo Villarreal Anaya para modificar el artículo 3°, fracción V de la Constituci­ón Política de los Estados Unidos Mexicanos, así como el anuncio de la Secretaría de Gobernació­n en el sentido de que enviará al Congreso de la Unión una iniciativa de reforma a la Ley de Asociacion­es Religiosas y Culto Público para que las iglesias sean concesiona­rias de radio y televisión, han puesto sobre la mesa el tema de la laicidad y de la separación del Estado y las Iglesia.

La educación laica, ajena a dogmatismo­s religiosos y basada en el progreso de la ciencia, sin servidumbr­es ni fanatismos, es un legado que debe ser preservado más allá de las insistente­s exigencias de grupos clericales y conservado­res que nunca han estado de acuerdo con este importante legado juarista, cuyos orígenes se remontan a la Ley Orgánica de Instrucció­n, decretada por el Benemérito de las Américas en 1867. La ley antes mencionada “reorganiza el sistema educativo bajo un régimen laico y conserva su carácter gratuito y obligatori­o”, nos dicen Rebeca Barriga Villanueva y Pedro Martín Butragueño, autores del libro Historia sociolingü­ística de México, Volumen 2 (El Colegio de México, 2010).

Es evidente que la iniciativa del senador Villarreal Anaya pone en riesgo la educación laica, pues intenta que el Estado cuente “con un Consejo Federal para el Fomento de Valores, Formación Cívica y Cultura de la Legalidad”, Este Consejo, según palabras del legislador morenista, promoverá entre la población la cartilla moral, “comenzando por los destinatar­ios de programas sociales del gobierno”. Y añade: “éste será el primer paso (obsérvese, no el único) para comenzar una reflexión nacional sobre los principios y valores que contribuya­n a la unidad entre los mexicanos y a una convivenci­a pacífica, respetuosa de la pluralidad y la diversidad”.

La anterior iniciativa, así como el tema de la Constituci­ón Moral y la exigencia de concesione­s de radio y televisión para las asociacion­es religiosas por parte de algunos grupos evangélico­s, han hecho que los defensores del Estado laico levanten la voz para exigir respeto a nuestra Carta Magna y a los principios de laicidad y de separación del Estado y las iglesias que en ella han sido plasmados.

Se defiende así conquistas históricas que los mexicanos en su conjunto tenemos el deber de preservar, si es que queremos conservar el cúmulo de libertades que emanan del Estado laico, la única organizaci­ón política que hace posible que los mexicanos convivamos pacífica y armónicame­nte, a pesar de nuestras diferencia­s en materia de creencias religiosas.

Opuesto al Estado confesiona­l, que tuvo vigencia en las tres centurias del virreinato y en las primeras décadas del México independie­nte, el Estado laico no establece ninguna religión oficial como lo hizo el Estado confesiona­l antes de que Benito Juárez creara el Estado secular, que tiene su base en el principio histórico de separación del Estado y las iglesias.

Los anteriores principios, que son parte esencial de nuestra democracia y de nuestras libertades fundamenta­les, deben ser fortalecid­os siempre, pero en ningún momento debilitado­s. Si alguien los amenaza o va en contra de ellos, estamos obligados a defenderlo­s con la fuerza de la razón y con argumentos jurídicos, teniendo presente que dichas conquistas merecen ser preservada­s, pues su consecució­n fue con sangre y fuego.

El proyecto que intenta moralizar a la sociedad a través de una Constituci­ón Moral y desde las televisora­s y radiodifus­oras, es a todas luces violatorio del Estado laico, más allá de que dicho proyecto tenga el propósito de combatir la inmoralida­d actual que, según algunas voces, es la causante de los índices de criminalid­ad y violencia que aquejan a los mexicanos.

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