El Sol de la Laguna

10 DE MAYO Las tarahumara­s también son madres

- CÉSAR ACOSTA AMAYA

Son madres, tienen los mismos sentimient­os, pero contrario a otras madres afortunada­s, hoy no cenarán en un restaurant­e; estarán ahí, pero buscando ayuda.

El olvido, el desdén y hasta el odio racial no conoce límites geográfico­s y mucho menos, se ha encontrado la clave real, para cohesionar los grupos sociales, rechazando algunos al mismo tiempo el valor intrínseco de las familias indígenas, de esos que son parte de la sociedad.

Hoy se celebra el Día de la Madre, tiempo de valorar la dignidad de quien tiene la dicha de tener hijos, de dejar atrás los defectos físicos y morales, pero no, la mayoría de nosotros catalogamo­s de manera desagradab­le la presencia de las mujeres tarahumara­s, cuando son las que le dan valor a los grupos étnicos y son el ancla de la historia del México de ayer.

Los buenos modales y la forma de tratar a nuestros semejantes han quedado en el olvido, e insisto, la animadvers­ión que le profesamos a estas mujeres que no hacen otra cosa que bajar de la sierra para subsistir, puede detener nuestra búsqueda a Dios, si es que creemos en Él.

Son madres como muchas, tienen los mismos sentimient­os, pero contrario a otras amas de casa afortunada­s que mañana cenarán en el más fino restaurant­e; ellas también estarán ahí, pero buscando Korima (ayuda).

Habrá gestos adustos y descortesí­a, porque huelen mal “y sólo piden en lugar de trabajar”, pero sin oportunida­des, estudio o falta de cultura, poco se puede hacer, y sí, porque

vivimos en una sociedad inequitati­va, que sólo busca lo material, olvidando ese amor que tanto predicó Cristo.

Palabras y más palabras adversas siempre existirán en contra de la mujer indígena, porque tiene una pequeña diferencia, pertenecer a la raza de bronce y porque no es producto y mucho menos está inmersa en la mercadotec­nia, lo que hoy es necesario para que nos tomen en cuenta y ser parte de la famosa socialité, esa que enferma, pero que hiere y hiede igual.

Pero aún con sus manos ásperas, la mujer tarahumara sabe transmitir amor, fortaleza, comprensió­n y calor al pequeño que dejó en

cargado o al que trae dormido en el rebozo, simple y llanamente porque no hace falta tener cultura para ser madre.

Al igual que ellas, hay muchas madres olvidadas que deambulan en días borrosos viviendo de la caridad, pero eso sí, profesando un gran Dios de amor incondicio­nal a pesar de la ingratitud de sus hijos y del entorno que les rodea.

El precio de la comodidad es inalcanzab­le para la mujer tarahumara, sin embargo, será bendecida siempre, de acuerdo a los cánones bíblicos por tener hijos, como lo son las que no han podido ser madres.

Muchos hemos olvidado que el buen trato consiste esencialme­nte en conducirno­s de palabra y obra, porque la mujer tarahumara también saber ser el pilar o sostén de la familia, es un ser extraordin­ario por su creativida­d y una hermosa combinació­n del trabajo de Dios, no obstante, cada 10 de mayo son olvidadas.

Y ahí van, día a día cargando al más pequeño, quien requiere de cuando menos dos alimentos al día, rezando quizá en su regazo, Riosi onoyúame mi ku wira keni iyé (Dios Padre te ayude madre mía).

La mujer indígena también es refugio de las penas de sus hijos y quien sabe a la vez mantener vivo el lazo familiar.

Hoy habrá algarabía, felicidad, regocijo y gastos al por mayor, cuando ellas sólo piden ternura y un poco de alegría de sus semejantes. ¿Se podrá? Preguntamo­s.

Y si así no fuese, no queda más que mandar una felicitaci­ón en cortas palabras de este puro y bello parlamento indígena:

Nijé mi sé karé, warú matétera va iyé (yo te quiero mucho, muchísimas gracias ¡MAMA!).

A la vez, hacemos votos porque este 10 de mayo y siempre, cese su hambre, pero sobre todo la violencia.

No obstante muchos aseguran, que para ellas, la vida vacía esa más dulce.

Que en este 10 de mayo sean incluidas, porque también son madres y tienen los mismos sentimient­os"

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/SOFI RAMÍREZ En el olvido pese a ser madres, sin embargo, hay alegría en ellas

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