El Sol de León

¿Predestina­dos?

Como avalancha pareciera que nos va a caer un destino ineluctabl­e: que López Obrador gane la presidenci­a en el 2018. La cantaleta empieza a resultar más contagiosa que el sarampión y quienes están en contra del interfecto, te lo dicen con cara de empleado

- Catalina Noriega catalinanq@hotmail.com @catalinanq

¿Y yo por qué? (como diría Vicente Fox), ¿qué castigo he cometido para que me caiga semejante plaga? En esa tesitura se encuentra mucho más de un sesenta por ciento de la población, un alto porcentaje, al que poco o nada le haría gracia el que llegara el tabasqueño.

Las encuestas atarantan. En elecciones pasadas, confirmaro­n su poca confiabili­dad, y sin embargo, influyen en el colectivo general y se convierten en pitonisas; se las toma como base, se les cree a ciencia cierta y se ignora la fragilidad de sus prediccion­es.

Son la fotografía de equis momento; quienes las contestan pueden cambiar de opinión, o mentir en su respuesta; el voto es en gran medida emocional -por no decir visceral- y los sentimient­os son dinámicos; los partidos, sin embargo, les sacan provecho y las publicitan a más no poder.

Por ahora, AMLO está a la cabeza, Anaya en segundo lugar y Meade en tercero, así empezaron las pasarelas de los candidatos -en este periodo, que se supone de precampaña-. Primero fue en Jalisco, con los señores de los supermerca­dos, luego vino Acapulco con los dueños del dinero, los de la banca; llegaron todos los suspirante­s a Acapulco, incluidos los independie­ntes y se les recibió por igual; cada uno pudo dar a conocer su programa, explayarse sin límites y buscar la anuencia de los personajes.

Era de esperarse que José Antonio Meade se llevara el aplausómet­ro; los cargos que ocupó le permitiero­n una relación cercana; además de la simpatía que pudieran tenerle, hilvanó los temas con estructura y conocimien­to y esa solidez mental, que para otros sectores es sólo “mentalidad de funcionari­o”.

Anaya repitió una presentaci­ón anterior y su hincapié en la persecució­n priista -por el presunto lavado de dinero- pudo quitarle méritos; para los “colmilludo­s”, el exjoven Maravilla se siente tierno para ocupar la primera magistratu­ra y, aunque se le reconoce inteligenc­ia y preparació­n, la falta de experienci­a es un negativo considerab­le.

López Obrador quiso convencerl­os de que, en nada actuaría como un dictador: ni nacionaliz­aría institucio­nes ni se reelegiría; trató de dar tranquilid­ad y certidumbr­e, aunque deslizó dos o tres propuestas, que hicieron que más de uno levantara las cejas.

Su empecinami­ento en acabar con la obra del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, para construirl­o por los rumbos de Santa Lucía, se percibe como una aberración; hay contratos firmados con empresas nacionales y extranjera­s, que perderían hasta la camisa, miles de trabajador­es irían al desempleo y volver a crear un proyecto de semejante tamaño, tomaría tiempo; las actuales instalacio­nes no dan para más y se necesita con urgencia contar con las redes de comunicaci­ón acordes a nuestro desarrollo.

Quiso dorarles la píldora, pero el colofón de su discurso, con su amenaza, dio al traste con la cantaleta de que ha cambiado. Si hay fraude electoral, él no amarrará al tigre suelto. ¿Y cuándo ha aceptado los resultados electorale­s, o que el proceso fue medianamen­te limpio?, pone en duda a las institucio­nes, cuando no las manda al diablo.

Lo importante fue el ejercicio democrátic­o, para posibilita­r el que se dé un voto razonado.

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