El Sol de León

Lo que el agua se llevó

Hoy se recuerdan los 130 años de las inundacion­es del 18 de junio de 1888 , que provocó muerte y desgracia a esta ciudad

- ELOY JAPHET ESQUIVEL VÁZQUEZ @japhet_eloy

Eno produjo los resultados que deseaba por haberse presentado la avenida instantáne­a y arrollador­a, impidiendo el paso de los gendarmes montados que corrían la zona del mencionado río”, dice el texto Inundacion­es graves de León de 1608 a 1998 de Carlos Arturo Navarro Valtierra.

CINCO HORAS DE LLUVIA

El cataclismo empezó a las seis de la tarde, los nubarrones escupieron agua y de los cerros los arroyos se precipitar­on sobre la ciudad; sobre las once de la noche el río se desbordó, así desató una enorme masa acuática sobre el barrio del Coecillo, sus habitantes fueron arrastrado­s, otros huyeron, los árboles sirvieron de salvamento para quien pudo treparlos, fue una larga noche, los rayos con su estruendo iluminaban por espasmos el cielo nocturno. A las dos de la mañana, las casas se vinieron abajo, los escombros sepultaron gente, y el agua arrastraba lo que no podía sostenerse: hombres, mujeres, niños, animales domésticos. El agua llegó a un metro de altura.

PANORAMA DESOLADOR

Por la mañana el escenario, el de ser una de las ciudades más abundantes del país, cayó para desgracia a una escenograf­ía desoladora, los vigas que sostenían los techos salían de entre los montículos de escombro como costillas y huesos, los muros que quedaron en pie parecía cercenados, rasgados, de la noche a la mañana la apacible vida de los leoneses se volvió una tragedia de la que juntos salieron de brazo en brazo; faenas de leoneses con sus manos erigieron, otra vez, la ciudad; muchos iniciaron otro éxodo a otras localidade­s, los que se quedaron siguieron en labor para superar las inundacion­es del 18 y 19 de junio de 1888. “Algunas fuentes dicen que 20 ó 30 mil habitantes, algunas fuentes dicen que dejaron la ciudad”, dijo María de la Cruz Labarthe, autora del libro “León entre dos inundacion­es”.

LA AYUDA

Días después los gendarmes a quienes se les debían tres días de sueldo vigilaron la zona por amenaza de otra inundación, la vigilancia se reforzó para guardar los bienes de lo poco o mucho que aún quedaba debajo de las ruinas; el costo de los productos se mantuvo igual, las labores de las artesanías y oficios se impulsaron, sobre todo zapateros, se hicieron desfiles de faeneros y se organizaro­n cuadrigas de zapadores; los cadáveres de animales se incineraro­n y se construyer­on diques, de acuerdo a informació­n del Archivo Histórico Municipal de León y textos de Carlos Arturo Navarro Valtierra.

“Dos sacerdotes que fueron muy activos, el padre Juan Pablo de Anda que hizo un albergue en la zona del Santuario, albergaron niños, y el del Calvario del padre José María Yerma y el doctor Gutiérrez de Velasco, proporcion­aron alimentos y se habilitaro­n instrument­os de trabajo”, señaló la historiado­ra María de la Cruz Labarthe.

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Grabado de José Guadalupe Posada, artista gráfico que vivió en León y que por causa de la inundación se fue a la Ciudad de México
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Calle Real de Guanajuato -hoy Madero-.

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