El Sol de León

Un calabozo, la Estación Siglo XXI

Un exagente del Instituto Nacional de Migración en Chiapas relata las malas condicione­s en la instalació­n

- Diario del Sur

LOS MIGRANTES se ven obligados a comer alimentos insípidos y dormir en el suelo

TAPACHULA, Chis.Víctor, un exagente de migración en Tapagente de migración chula, relata en el Tapachula, infierno que relata viel infierno ven que cientos viven cientos de migrantes de migran- en la tes en la Estación Migratoria Siglo XXI, a donde llegan a parar muchos de los inte- ingrantes tegrantes de de las las caravanas. caravanas.

“Adentro los migrantes viven mal, la pasan mal, los celadores los tratan como delincuent­es”, explica.

Relata que en muchas ocasiones, los centroamer­icanos, cubanos, africanos o cualquier ciudadano de otra nacionalid­ad llegaba enfermo y padecía malestares adentro, sin embargo, la atención médica es limitada, casi no hay medicament­os, y los pocos que existen tienen que racionarlo­s entre los internos.

“En una ocasión un africano enfermó fuerte allí adentro, dormía en el piso, le daban antibiótic­os porque decían que sólo tenía una infección, él hablaba inglés y adentro nadie lo hacía, por eso no entablaban diálogo con él. Un día inició con mucha fiebre y ya que lo vieron mal lo mandaron al Hospital Regional de Tapachula, donde le detectaron VIH y al poco tiempo murió”, describe.

El expolicía migratorio también cuenta que viven en condicione­s infrahuman­as, la comida es “insípida”, a base de huevos, frijoles, tortillas, a veces carne en salsa, pero todo, según le referían migrantes, sin sabor y a veces con tintes de estar en mal estado.

Peor aún: no cuentan con camas y a los que les fue bien duermen en colchoneta­s, los desafortun­ados lo hacen en cartones. Viven apilados y hay bases de concreto que simulan camas, pero sólo es piso.

A las 5:00 de la mañana, los custodios llegan a despertarl­os para indicarles que es hora de bañarse con agua fría.

Adentro hay una tienda que vende comida chatarra, bebidas embotellad­as, pero casi ningún migrante tiene dinero para comprarlas y algunos aseguran que los mismos oficiales les robaron la poca plata que llevaban consigo.

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