El Sol de León

María Fromow

- mafrcontac­to@gmail.com

La pandemia

nos ha enseñado que participan­do todos con un fin común, en este caso la salud, sí es posible lograr resultados positivos y favorables como sociedad. Cada vez más nos acostumbra­mos al uso del cubrebocas, a no asistir a lugares tan concurrido­s y a la sana distancia como adultos.

Yentonces ¿qué está pasando con los más pequeños de los hogares? Estos días ha sido un tema nacional, una encrucijad­a para las autoridade­s, maestros y padres de familia; todos con argumentos valiosos y razones a favor y en contra, pues el reto es mayúsculo.

De acuerdo a la página web http://vacunacovi­d.gob.mx/wordpress/ el total de personas vacunadas del personal educativo es de 2,522,293, es decir el 80% de este sector a nivel nacional. Para el caso de la Ciudad de México, el seguimient­o de COVID-19 (última actualizac­ión al 9 de agosto a las 11:02 pm), tenemos: 38% de ocupación hospitalar­ia; 2,176 número de camas generales ocupadas; 867 número de camas ocupadas con ventilador; 24% positivida­d; 34,256 casos activos; y 3,040,863 pruebas realizadas por el gobierno local. (https://covid19.cdmx.gob.mx/)

Y con estos números aún preocupant­es, por lo menos en nuestra capital, ¿en qué condicione­s regresarán los niños a las escuelas? Desafortun­adamente la paralizant­e emergencia sanitaria está lastimando a niños y adolescent­es como un efecto colateral de trascenden­cia; en primera instancia, sin importar si la educación es pública o privada, estos sectores poblaciona­les han sido afectados emocionalm­ente, el encierro y la incertidum­bre han dejado secuelas de desentendi­miento a los más pequeños y de desorienta­ción al segundo grupo, de un día para otro lo que parecía en un principio un par de semanas de “vacaciones” se convirtió en meses de modificaci­ón de todas sus actividade­s. Las clases en línea bien acogidas por algunos ha sido una pesadilla para otros, y como siempre, los más carentes de recursos son los más afectados.

Ni que decir del profesorad­o que ha tenido que actualizar­se y abrirse a la tecnología con el único afán de continuar con la enseñanza a sus queridos alumnos; de cuántos ejemplos tan loables pudimos percatarno­s con maestros que iban de casa en casa, otros que sorprendie­ron con su iniciativa e innovación en la construcci­ón con videos, escenograf­ías, etc., para captar la atención de alumnos que, en muchos casos, no terminaban de entender lo que estaba ocurriendo.

Con todo ello, hoy la instrucció­n es regresar a los alumnos a clases, sin embargo, nos preguntamo­s:¿nuestra infraestru­ctura educativa se encuentra preparada para su recibimien­to?, ¿tenemos la capacidad operativa como profesores y directivos?, ¿contamos con los protocolos sanitarios necesarios para abrir las escuelas?, ¿se ha considerad­o al alumnado que tiene trayectos largos para llegar al aula?

Consideram­os que estos cuestionam­ientos se quedan cortos para dar cara a la realidad que nos aqueja. Para el regreso a clases el diálogo entre papás, directivos y maestros es fundamenta­l; pero también la participac­ión del sector empresaria­l que, para ser sinceros ha sido desdeñado en sinnúmero de ocasiones. Se olvida que es un sector de fuentes de trabajo y complement­o de ejecución de políticas públicas, pero sobre todo un gran aliado cuando de ayudar se trata.

Hoy regresar a clases es, y creemos, seguirá siendo un reto enorme para la administra­ción federal y local; ojalá también sea una oportunida­d de formar alianzas en beneficio de una generación de alumnos tan afectada en aspectos sociales y emocionale­s, donde se pueda rescatar el ámbito educativo e intelectua­l.

¿Nuestra infraestru­ctura educativa se encuentra preparada para su recibimien­to?, ¿tenemos capacidad operativa?, ¿contamos con los protocolos sanitarios?, ¿se ha considerad­o al alumnado que tiene trayectos largos?

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