El Sol de León

¡No saben contar!

- catalinanq@hotmail.com @catalinanq Catalina Noriega

La frase

se ha hecho célebre en razón de la ridiculez de las autoridade­s morenacas, que se empeñaron en minimizar la cifra de asistentes a la marcha dominical. Enardecido­s frente a lo que creían imposible la unión de los opositores ciudadanos en un frente común, el primero que salió con su batea de babas fue Martí Batres, a decir que habían asistido entre 10 y 12 mil personas.

No tardó en corregirlo, mediante un tuit, Guillermo Valdés, exdirector del CISEN, quien hizo el cálculo matemático y sugirió que podrían haber sido unas 650 mil. Habría que sumar a las que se manifestar­on en 44 localidade­s de la República, igual de nutridas, de acuerdo al tamaño del municipio.

Si el número fue apabullant­e, debería tener poca importanci­a junto al simbolismo que representa el que la sociedad civil se ponga de pie a la defensa de la democracia. Personas de todas las condicione­s sociales y económicas, coreaban la consigna del “INE no se toca”, lema que develaba el hartazgo con un régimen autoritari­o, que se empeña en quitar libertades, atacar institucio­nes y a todo aquel que no comparta su visión.

Al 13 de noviembre lo precedió una semana completa de insultos, a cargo del emperador de Palacio, contra quienes habían de marchar. Los agravios fueron subiendo de tono, al grado de provocar una irritación social fuerte, en contra del que los profería. A pocas personas les hizo gracia que, quien se presume tiene que gobernar para todos los mexicanos, descalific­ara de semejante manera, a quien se opone a su patética iniciativa de reforma del Instituto Nacional Electoral.

Ya nadie se chupa el dedo y se está consciente de que los mentados cambios que intenta el tlatoani no tienen otro objetivo más que el de garantizar­le que podrá manipular las futuras elecciones, a su antojo. Es tal su compulsiva obsesión por la permanenci­a en el poder que, al igual que los viejos tiempos de la dictabland­a, intenta un aparato electoral en manos de ellos mismos: juez y parte. Una dependenci­a de Gobernació­n, desde la que se dictarían triunfos y fracasos, de acuerdo a su capricho. Un retroceso, como se ha dicho, de más de 50 años.

La “tornaboda” después de la marcha fue apoteósica. Cumplió, al pie de la letra, la receta de lo peor del prinosauri­ado. Primero, desde su mañanera, minimizó el número de asistentes y después, como en la época autoritari­a más acendrada, dio la lista de los “personajes” que fueron y que hizo la Secretaría de Seguridad Pública que ya podía estarse ocupando de parar a la delincuenc­ia y no de ejercer labores de espía de undécima.

De manera que, ningún político, actor o actriz, legislador o expresiden­te tiene derecho de acudir adonde se le de su gana, a salvo de que lo fotografíe­n y exhiban desde el máximo púlpito nacional. Si AMLO cree que con semejante espectácul­o sus feligreses se encandilen más a su favor, está equivocado.

Poco le debe importar a un “pueblo bueno”, preocupado por ganarse el pan de cada día y salvarse de un asalto, robo, o balazo fortuito, el que Margarita Zavala, Fox o Creel hayan asistido a una marcha, a pelear por algo que ni siquiera se entiende ni saben de qué se trata.

El tlatoani sigue por la vía de la desesperac­ión, cada vez más notoria. La marcha le debe haber dejado muy en claro que no las tiene todas consigo para el 24 y que, somos millones los mexicanos que no estamos dispuestos a ver como atenta y destruye nuestra democracia.

La marcha

le debe haber dejado muy en claro que no las tiene todas consigo para el 24 y que, somos millones los mexicanos que no estamos dispuestos a ver como atenta y destruye nuestra democracia. Ya nadie se chupa el dedo y se está consciente de que los mentados cambios que intenta el tlatoani no tienen otro objetivo más que el de garantizar­le que podrá manipular las futuras elecciones, a su antojo. Al igual que los viejos tiempos intenta un aparato electoral en manos de ellos.

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