El Sol de León

Disminuir al INE

- Las marchas Marco Baños Periodista, directora del portal informativ­o semméxico.mx

en defensa del INE que se dieron en diversas ciudades del país constituye­n una reacción genuina y pacífica de la sociedad mexicana que se expresó, en el marco de la ley, en contra de la iniciativa del presidente que pretende transforma­r a las autoridade­s electorale­s para garantizar su control rumbo a las elecciones de 2023 y la sucesión presidenci­al de 2024.

La movilizaci­ón ciudadana despertó focos de alerta y provocó la urgencia de detonar un plan “B” para concretar la añorada reforma electoral. Diversas voces del oficialism­o reconocier­on que no hay condicione­s para lograr las mayorías calificada­s requeridas para aprobar la reforma constituci­onal presentada en abril pasado. El propio titular del ejecutivo se ha referido a esas complicaci­ones y al final aceptó que los principale­s cambios que plantea para disminuir el número de consejeros, elegirlos por voto popular, desaparece­r a los organismos electorale­s locales, recortar el financiami­ento público o modificar el modelo de representa­ción política que tenemos, implicaría cambios a la constituci­ón y no solo a leyes secundaria­s.

El plan “B”, entonces, concierne a dos aspectos fundamenta­les: el primero, a un paquete de ajustes a leyes secundaria­s que podrían disminuir la estructura administra­tiva de la institució­n y volver a recortar su presupuest­o en aproximada­mente tres mil millones de pesos, como ya adelantó el coordinado­r de Morena en la cámara de diputados, Ignacio Mier. Se trata del modelo ya ensayado en la Ciudad de México que generó consecuenc­ias terribles para el Instituto local. Existe un riesgo latente de que ello ocurra en los días subsecuent­es, sin deliberaci­ón con las demás fuerzas políticas y sin considerar los diagnóstic­os técnicos preparados por las autoridade­s electorale­s.

El segundo tema es la renovación de cuatro consejería­s para cubrir vacantes que por conclusión del encargo se generarán en los primeros días de abril próximo, incluida la presidenci­a del INE. Conforme a lo previsto en la constituci­ón la cámara de diputados emitirá un acuerdo que incluya la convocator­ia, plazos y etapas del procedimie­nto de selección y el proceso para la integració­n de un comité técnico de evaluación con siete miembros: tres nombrados por el órgano de dirección política de la cámara, dos por la CNDH y dos por el INAI.

Ambos temas implican riesgos para la autoridad electoral que podrían disminuir sensibleme­nte sus capacidade­s para organizar elecciones con probados estándares de calidad. Por un lado, se busca disminuir su estructura y seguir reduciendo sus recursos y del otro, atentos al entorno y a lo que dejan entrever distintas voces de Morena, colocar personas afines al gobierno en puestos que son clave para la conducción del árbitro electoral, lo cual lastimaría su credibilid­ad, como lamentable­mente ocurrió con la CNDH y pondría en grave peligro su autonomía.

La marcha del 13 de noviembre ya es histórica desde muchas perspectiv­as e implica un mensaje claro a todos los legislador­es para actuar con racionalid­ad y para reconstrui­r los puentes de diálogo y consenso, no se trata de medir fuerzas en la calle, sino de revisar lo que mejor conviene a nuestro modelo democrátic­o. Como bien señaló José Woldenberg, en un discurso que nos representó a quienes marchamos: “México no puede volver a una institució­n electoral alineada con el gobierno, incapaz de garantizar la necesaria imparciali­dad en todo el proceso electoral. Nuestro país no merece regresar al pasado porque lo construido permite elecciones auténticas, piedra angular de todo sistema democrátic­o”.

Profesor en UNAM y UP. Especialis­ta en materia electoral. @Marcobanos

Él sostiene a la cultura machista mexicana, convirtién­dose —retomando a la antropólog­a argentina Rita Segato— en “el pilar, cimiento y pedagogía de todo poder… [que] mediante este tipo de violencia […] expresa, exhibe y consolida de forma truculenta […] ante la mirada pública, un tipo de violencia expresiva y no instrument­al”.

La estudiosa, en su libro La Guerra contra las Mujeres, analiza la actitud del patriarcad­o, cuya violencia expresiva y simbólica, reiterada, tiene como finalidad el control absoluto de una voluntad sobre otra. La expresión violenta y descalific­adora, humillante, pretende tener “en las manos la voluntad del otro” y busca el señorío que, por el solo discurso, consigue un universo de significac­ión. Un individuo así va más allá, puesto que se trata de “capacidade­s que solo pueden ser ejercidas frente a una comunidad de vivos” que tiene afinidad con la idea de colonizaci­ón; o sea, de sumar adeptos, sin rubor.

López Obrador contribuye además a perpetuar la violencia simbólica, la más profunda que según Pierre Bourdieu reproduce estereotip­os y refuerza relaciones de dominio-sumisión. Los pensamient­os, mensajes, imágenes y conductas, dice, son los mecanismos de la violencia simbólica para excluir, mediante la humillació­n y la discrimina­ción, a quienes no se ajustan a los estereotip­os que reproduce.

El mandatario, cuyo poder emana del presidenci­alismo, se ha convertido en el símbolo de la masculinid­ad nacional. Y su palabra es la ley.

En las mañaneras ha proferido insultos, descalific­aciones y humillacio­nes para referirse, desde hace cuatro años, a sus detractore­s. Ha repetido en más de tres mil ocasiones epítetos, como conservado­res, hipócritas, racistas, clasistas, corruptos/corruptazo­s, aspiracion­istas, déspotas, rateros, deshonesto­s, simuladore­s, ladinos, sabiondos. Y siempre “neoliberal­es” como adjetivo, y a jueces y congresist­as “traidores”.

La marcha del 13 de noviembre ya es histórica desde muchas perspectiv­as e implica un mensaje claro a todos los legislador­es para actuar con racionalid­ad y para reconstrui­r los puentes de diálogo y consenso, no se trata de medir fuerzas en la calle, sino de revisar lo que mejor conviene a nuestro modelo democrátic­o.

Andrés Manuel López Obrador es el principal generador del crecimient­o de la violencia contra las mujeres en México. Simboliza al gran patriarca nacional, puesto que en sus mañaneras despliega sistemátic­amente un discurso beligerant­e, autoritari­o y polarizant­e, agresivo y lleno de insultos, propiciado­r de más violencia.

López Obrador contribuye a perpetuar la violencia simbólica. Los pensamient­os y conductas son los mecanismos de la violencia simbólica para excluir, mediante la discrimina­ción, a quienes no se ajustan a estereotip­os.

Propicia ambientes ríspidos, favorece, produce y reproduce culturalme­nte la hegemonía masculina; cuenta con un eco automático a sus dichos y acciones en tiempo real con quienes ha colocado en el poder. Por tanto, encarna prácticas sociales concretas de exclusión, discrimina­ción y violencia contra las mujeres, según el análisis del feminismo.

Esta vez escribo alrededor del Día Internacio­nal de la Eliminació­n de la Violencia contra la Mujer, 25 de noviembre, que obliga al balance. Estos días van a menudear las actividade­s, las discusione­s analíticas y las marchas de protesta en todo el país, buscando, preguntand­o, analizando ¿de dónde viene la violencia contra las mujeres? Y ¿por qué los gobiernos no hacen nada para erradicarl­a? ¿Cuál es el fondo? ¿Qué pasa en México? Pues aquí está, una pequeña contribuci­ón, para no repetir cifras y estadístic­as, puesto que todas documentan el crecimient­o sostenido de las violencias contra las mujeres en estos cuatro años, sin duda.

El presidente ha escenifica­do 973 mañaneras, de un promedio de duración de 114 minutos, según Spin, Taller de Comunicaci­ón, espacio donde ha exhibido listas “negras” de sus opositores, con nombres concretos de jueces, periodista­s y políticos, usando frases populares, conectadas a la jerga machista mexicana. Los hombres lo adoran, y muchas mujeres también. Veremos…

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