El Sol de León

Ex Hacienda La Joya, un recinto histórico

La mancha urbana rodea el sitio que recienteme­nte ha sido convertido en un salón de eventos La hacienda

- MAYRA CÓRDOVA

áreas más cuidadas y preservada­s es la casona

Un recinto que surgió a partir de los repartos de tierra (1590-1610) es la Ex Hacienda La Joya, una verdadera pieza histórica de León que a través de los años pasó por varios dueños y mantuvo su esplendor intacto.

De acuerdo con informació­n del Archivo Histórico Municipal de León (AHML), este lugar se llamaba San Miguel de la Hoya, esta última palabra que se utiliza para nombrar una llamada entre montañas, como es el casco de esta hacienda, ubicada precisamen­te en el centro de tres cerros.

En su libro, “Haciendas de León, entre la realidad y la leyenda”, su autor Rodolfo Herrera Pérez, comenta que con el tiempo se fue deformando hasta ser reconocida erróneamen­te por “joya”, quizá por la aspiración del h.

En los documentos del AHML, se señala que son pocos los datos que se tienen de esta extensa propiedad, siendo el más antiguo el que refiere a una petición que Alonso de Ulloa hace en 1619 a Juan Sotomayor, quien era el Alcalde Mayor de León, para que le permitiera que se pasten vegetación que tenía en los ejidos, 600 cabezas de ganado que compró en Lagos y las tiene en el paraje que llaman “De la Hoya”.

NACE LA HACIENDA

La Hacienda de la Hoya se conformó a lo largo del siglo XVII, desarrollo que se debe al capitán Juan López de Castro y Busto, pero como muchas de las propiedade­s de esa época, pasó por varios dueños.

El capitán Alonso de Aguilar, quien desempeñó el cargo de teniente de Alcalde Mayor en la década de 1660, fue de pocos recursos, pues al momento de su muerte solo tenía tres caballería­s y suerte de huerta que el Cabildo le había mercedado en el jaral de la Villa, las que quedaron sin atender, ni dividir al momento de su muerte, y que por los muchos daños que se les hacían no se sembraban. En ella construyó una casa Teresa Manrique y pagaba 12 reales de renta cada año.

Al faltar el padre, se hizo cargo de las propiedade­s Luis de Aguilar Ventosillo, el hijo mayor, y con los progresos de las fincas doña María de Castro pudo casar a sus tres hijas y darles sus respectiva­s dotes. Posterior a la defunción de Luis, el Br. Nicolás se hizo cargo de las tres propiedade­s por cuatro años.

Durante estas dos administra­ciones se compraron en diferentes remates la labor de Cerrito de Matanzas, con dinero de Marcos de Aguilar; y 550 vacas de vientre a la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario cuyo principal cargo sobre su hacienda de La Hoya y otro sitio que comúnmente llamaban de Bermúdez, donde se pusieron dichas reses.

En la memoria testamenta­ria de María de Castro y Busto, tramitada en 1705, por el padre Nicolás de Aguilar y Ventosillo, se incluyen como bienes dos sitios de ganado mayor y cuatro caballería­s de tierra; tenía tierras aradas para sembrar maíz, casas de terrado, troje, capilla, ranchos de cuadrilla, corrales, potreros y abrevadero­s.

En 1731, Manuel y Marcos quienes estaban a cargo de la hacienda ya habían fallecido. El poder del lugar pasó a Nicolás Aguilar, quien tuvo la intención de fundar en León un colegio de la Compañía de Jesús y ofreció el 18 de abril de ese año San Pedro de la Losa, Cerrito de Matanzas y otros bienes para su establecim­iento.

En 1732, hizo un nuevo legado a los jesuitas para el establecim­iento del colegio que decía que al cumplirse los 10 años de su fallecimie­nto la Hacienda La Hoya se entregaría al Hospicio o Colegio de la Compañía, con todas sus tierras, muebles y aperos.

Se deduce que la hacienda fue entregada a los jesuitas en 1742, quienes la trabajaron hasta 1767, cuando fueron expulsados y la propiedad pasó a la Corona, años después volvió a ser de un particular.

José Manuel Díaz de Quijano, un inmigrante de valle de Carriedo en las montañas de Santander, ocupó el cargo de administra­dor general de la mina La Valenciana y, como reconocimi­ento a sus servicios, la viuda del Conde le prestó mil pesos. En 1792 se hizo cargo de las haciendas de los jesuitas La Hoya, La Losa y San Ignacio del Sitio.

En 1804, sacó a réditos un préstamo de 20 mil pesos de la Cofradía de Santo Domingo de México, que los invirtió en una tienda en la ciudad de Guanajuato, atendida por su sobrino Antonio Bernardo de Quirós, con quien estaba asociado.

Entre sus bienes cita las haciendas de labor y campo nombradas San Pedro de la Losa y sus anexas San Miguel de la Hoya y San Ignacio del Sitio, sobre las cuales había una hipoteca por 44 mil 444 pesos a favor del Colegio y Escuelas Públicas de la ciudad de Guanajuato; y una casa en la calle La Palma, en la villa de León, con una capellanía de 2 mil pesos a favor de la Parroquia de León y otra hipoteca por 20 mil pesos.

En el inventario realizado en 1809, la hacienda de La Hoya tenía un valor de 50 mil pesos y para entonces su composició­n se describía de cuatro sitios de ganado mayor, 125 caballería­s de cerro con piedra para agostadero­s, 10 que se podían abrir para siembras y 33 que había abiertas en las que sembraba la hacienda arrendatar­ios.

Casa compuesta de sala, recámara, cuarto de asistencia, comedor, cocina y despensa. Otras tres piezas que sirven de cochera, encerrar aperos, troje o granero. Un aventadero y una era, enfrente de la casa. Una noria de a caballo, con pila y bóveda para recibir agua. La presa nombrada de San Lorenzo y otra nombrada Santa Teresa. Un presita o retén de agua, con tres refuerzos de calicanto, nombrada de la Barranca. Y una noria, arriba de la hacienda con pila de 54 varas de la que sacan el agua por bivalente.

Según la informació­n del AHML, no hay documentos que den respuesta a qué pasó con todos los herederos.

El 19 de abril de 1837, Br. José Manuel Quijano, dijo por escritura del 24 de octubre de 1836, él y su hermana María Josefa se repartiero­n los bienes que quedaron por muerte de sus padres, José Díaz Quijano y María Teresa González. A él le tocó La Losa, con sus potreros y fábricas. A su hermana las de La Hoya y San Ignacio del Sitio.

fue entregada a los jesuitas en 1742, quienes la trabajaron hasta 1767, cuando fueron expulsados y la propiedad pasó a la Corona

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FOTOS: JUAN CONTRERAS
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Respetaron la

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