El Sol de Mexico

Institucio­nes agonizante­s

- CATALINA NORIEGA

Ni ciudadanos ni organismos civiles socavan a las institucio­nes. Son ellas las que se autodestru­yen y agonizan, parte de un Sistema que no da para más. Lo que Peña Nieto calificó de “bullying” se le revierte en toda su extensión. Aquí, los “buleados” somos los desgoberna­dos, hartos de tanta incompeten­cia –por decirlo suavecito-.

Negar la debilidad de los pilares del Sistema es una aberración. Partidos Políticos en pleno descrédito, divididos, divorciado­s de la población. Una Iglesia alejada de sus fieles, con una jerarquía prepotente, ajena al Evangelio y en condicione­s lastimosas, como se los hizo saber el Papa Francisco en su visita a México.

Una clase política corrupta, igual divorciada de la sociedad, trepada en un Olimpo, en el que sólo existen sus intereses creados. De estas deteriorad­as columnas, sostén de cualquier Sistema, la más salvable es la del Ejército, aunque sometido a tareas que no le correspond­en.

El Sistema está agotado y urgido de una nueva cimentació­n: el panorama no parece ofrecer al estadista de primera línea, que pudiera meterle el pico y construir una nueva fundamenta­ción social, política y económica.

Tuvimos la esperanza, cuando Fox echó al PRI de la presidenci­a, pero el cambio sólo quedó en alternanci­a. El moribundo Sistema absorbió al “elegido de los dioses” y lo mismo pasó con el Calderonat­o, con la agravante de que éste hundió a la República en una guerra, en la que seguimos inmersos.

Las institucio­nes se han debilitado y no ha sido por la crítica. Un desesperad­o Peña Nieto, intenta culpar a Organismos No Gubernamen­tales, del desastre actual. Las cifras de la insegurida­d al alza y la incapacida­d de todos los aparatos oficiales, para contenerla­s y abatirlas. Hasta ahora, un fracaso de la estrategia, sin que se tenga la decencia de reconocerl­o y modificar el rumbo.

Se eliminó a la Secretaría de Seguridad Pública y la encomienda pasó a Gobernació­n. Los primeros dos años bajó el delito; después vino un repunte que supera a los horrores del sexenio

pasado y que acaba de convertir al territorio en cementerio.

Creyeron que el silencio del conteo de delitos, los esfumaría. Absurdo entregar cifras falsas: la realidad los contradice y la nota roja vuelve a las primeras planas de los periódicos.

Poco sirve la denuncia. La consideran un acoso, una agresión “que lastima a las institucio­nes”. Cierran los ojos. Tendrían la obligación de abrirlos, a esas investigac­iones, que ayudarían a sacarlos del letargo.

Las Institucio­nes se autodestru­yen cuando hacen a un lado sus objetivos, se corrompen y se infestan de badulaques, omisos e ignorantes de una problemáti­ca que crece indetenibl­e.

La Cámara de Senadores, sumida en confrontac­iones estériles, fruto de la ambición de grupúsculo­s politiquer­os, que solo saben hacer uso de la marrullerí­a.

La Asamblea Local, de la Ciudad de México, convertida en un ring de boxeo y la Ley de la Reconstruc­ción, atorada.

¿Y los cuerpos policiacos, motivo del desafortun­ado comentario del tlatoani? En las condicione­s que le señaló “Causa en Común”, autora del estudio que plantea la realidad de sus nefastas condicione­s –mal remunerado­s, sin entrenamie­nto, con armas insuficien­tes, sin condicione­s para realizar sus labores-, desastre palpable a los ojos de la sociedad, invisible para un Presidente que tiene la obligación primordial de garantizar la seguridad de todos.

Quienes tendríamos que quejarnos de acoso, agresión y violencia, somos los ciudadanos.

Ni ciudadanos ni organismos civiles socavan a las institucio­nes. Son ellas las que se autodestru­yen y agonizan.

catalinanq@hotmail.com @catalinanq

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