El Sol de Mexico

Mènage a trois

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Con todo y que el mega blockbuste­r Liga de la Justicia (Zack Snyder, 2017) ocupará una gran cantidad de salas por lo menos durante sus primeros días de exhibición, hay en la cartelera opciones y vale la pena hacer un repaso por dos de estas.

En primer lugar y de franco aire comercial, está Guerra de papás 2 (Sean Anders, 2017). Protagoniz­ada por Mark Wahlberg, WillFerrel­l y la adición de Mel Gibson, ya en papel de soporte, además del siempre efectivo John Lithgow, prófugo de Churchill, pero en el tono y tipo de comedia que lo ha hecho popular, el filme está emparentad­o con un sub género de la comedia sobre todo hollywoode­nse, la Family comedie.

Más subversivo­s de lo que en una primera lectura aparentan ser, las pe- lículas que parodian la no tan escondida neurosis de la familia típica gringa, aparecen de vez en cuando en la cartelera mundial y van de la mano de un discreto patetismo en sus personajes y los roles sociales que representa­n.

Si en 1989 Ron Howard con Parenthooh, exploraba, o mejor dicho dinamitaba la vida de los suburbios estadounid­enses en torno a un matrimonio convencion­al y la crianza de sus hijos, con vecinos molestos y parentela que desfila en su típica casa norteameri­cana, ahora en un nuevo milenio y lejos del establishm­ent de finales de los ochenta que nos recetaba Howard, Guerra de papás 2, siguiendo la línea de la primera entrega, se sumerge en la familia actual: parejas en segundas nupcias que crían a los hijos de sus cónyuges para estar a tono con los tiempos.

Pero Guerra de papás 2 va más lejos que otros filmes que han tocado el tema como Los tuyos, los míos y los nuestros (Raja Gosnell, 2005), remake por cierto de un filme sesentero. Lo hace, por su discreta o por lo menos no evidente incorreció­n, que va desde una paródica atracción soterrada de los personajes principale­s, Dusty (Mark Wahlberg) y Brad (WillFerrel), hasta la exacerbaci­ón de los arquetipos políticos estadounid­ense entre republican­os y demócratas, pasando claro, por el acertado numerito que nos receta Mel Gibson, como un sujeto racista proclive a las armas, además de mujeriego y cínico. En una parte de la película está el gagy, en otra la subversión, sin sobrevalor­ar, claro, a la comedia.

El aparenteme­nte rudo, pero más bien inseguro Dusty, continúa con una guerra de bajo perfil para que los hijos que tuvo con su ex esposa Sarah (Linda Cardellini) no se encariñen de más con el ñoño Brad.

Las cosas se complican, cuando luego de decidir pasar todos juntos navidad en una cabaña, llegan de visita el padre de Dusty el racista y misógino Kurt (Mel Gibson), y por otro lado, Don(John Lithgow ) el suave y bobalicón progenitor de Brad.

Mientras Kurt alienta a sus nietos para que usen armas, Don les explica lo cruel que es matar a un pavo solo por diversión. La broma de la idiosincra­sia entre republican­os y demócratas funciona todavía y recuerda a las batallas libradas por Robert De Niro y el ahora innombrabl­e Dustin Hoffman en Meetthe Fockers (JayRoach, 2004).

En su aparente sencillez, Guerra de papás 2, es una comedia más aguda de lo que sus gags ofrecen. Lo es por su clara vocación de exacerbar los arquetipos y a la siempre bobalicona familia convencion­al. Entra en preestreno a partir del lunes.

La opción políticame­nte correcta de la semana es La verdad incómoda 2 (An inconvenie­nt sequel: Truth to power, Bonnie Cohen, Jon Shenk, 2017), documental en el que el mediático Al Gore, le apuesta al discurso millennial, con una acertada narrativa muy ad hoc con las causas de corte liberal estadounid­enses.

Para ser honestos, el filme es bastante entretenid­o, aunque algo ingenuo y panfletari­o. Se puede ver.

¿De la Liga de la Justicia, que decir? Pues convence a los convencido­s, lo que dicho en otras palabras, no es ni buena ni mala, sino todo lo contrario.

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CORTESÍA

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