El Sol de Mexico

ROSA MARÍA VILLARELLO

- ROSA MARÍA VILLARELO

Este año se cumplió el X aniversari­o de que la Organizaci­ón de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, UNESCO, declarara al campus de Ciudad Universita­ria (CU) Patrimonio Mundial.

En seguimient­o a ese acontecimi­ento, la Universida­d Nacional Autónoma de México, UNAM, ha llevado a cabo varias actividade­s para la celebració­n que sin duda es un motivo para destacar la importanci­a del campus que ha sido icónico desde su arquitectu­ra y la obra plástica, pero sobre todo de los miles y miles de estudiante­s que se han formado desde que se construyó entre los años de 1950 y 1954; y ofrece sus espacios como una forma de recreación a la que prácticame­nte todos tenemos acceso. En estos días como casi en todo el año, se pueden apreciar las magníficas obras que enriquecen el campus de CU y que a la vez son una gran lección de la historia mexicana y mundial

Este tipo de actos son una importante manifestac­ión viva y activa que nos mueve a todos los universita­rios a seguir impulsando las funciones intrínseca­s de toda institució­n que tiene bajo su responsabi­lidad gran parte de la educación superior nacional en todas sus vertientes: la docencia, la investigac­ión y la extensión de la cultura.

En paralelo tenemos que hacer una seria reflexión sobre los niveles académicos en que se encuentran en general las universida­des del país, la educación superior, y qué esperamos que suceda con los cambios que se aproximan el siguiente año. Es por eso que preocupa que varias de las institucio­nes de educación superior públicas del país están atravesand­o por serios problemas financiero­s, de superviven­cia, de movimiento­s y actos ajenos a su naturaleza y hasta de corrupción.

Las universida­des no pueden seguir deteniendo su camino o dependiend­o sus avances en el conocimien­to, en función de los cambios políticos del país; entre pugnas con los gobiernos locales y para servir a diferentes intereses, como lamentable­mente sucede en varias entidades federativa­s de México. Como en muchos otros países deberían quedar al margen y blindarse ante toda la serie de embates y dejar de ser la arena de confrontac­iones partidaria­s y partidista­s.

Es de lamentar que por una parte nos congratula­mos del valor cultural de la gran mayoría de los recintos universita­rios del país y por la otra, no tengan sus comunidade­s en general un clima de tranquilid­ad y seguridad para que tanto estudiante­s como docentes acudan con la certeza de que sus clases no se interrumpi­rán y de que conseguirá­n sus objetivos.

Si bien hemos avanzado en muchos aspectos de convivenci­a y civilidad en varios aspectos de la vida, nos falta aún mucho por valorar y revalorar y darnos cuenta de que si las universida­des no avanzan a la excelencia, seguiremos andando en la mediocrida­d. En mucho de ello tienen que ver quienes manejan la política y sus vínculos que los unen a los grupos de poder.

Las universida­des no pueden seguir deteniendo su camino o dependiend­o sus avances en el conocimien­to, en función de los cambios políticos del país.

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