El Sol de Mexico

Cómo surgió la pensión para expresiden­tes

- ISABEL ARVIDE Twitter: @isabelarvi­de Blog: EstadoMayo­r.mx Blog: CambioQRR.com

Flora Mariscal me buscó porque quería que le ayudase a vender uno de los veleros de José López Portillo, con quien vivía en ese tiempo. La razón era que no alcanzaba el cheque que mandaba cada mes Carlos Hank González, su amigo. Único ingreso con el que contaban. Asombroso por tratarse de un expresiden­te. No había espacio para la duda porque, como sucede en tantas familias de clase media-baja, recurrían a vender sus bienes materiales para “completar el gasto”. Todavía más excepciona­l porque yo sabía el apego que tenía el expresiden­te por sus veleros, construido­s especialme­nte para él, uno en el Caribe y otro en Europa. Acudí a mi querido amigo, entonces secretario de Hacienda, Gustavo Petricioli, que además era compadre y una voz que escuchaba mucho el presidente Miguel de la Madrid. Compartió mi asombro. Le dije que no existía duda. Era la “pareja” de don José quien hablaba de las carencias económicas en esa casa, aparenteme­nte, de lujo. Por una parte, ayudó a vender el velero, a un amigo empresario de aceites para automóvil, y por la otra habló con Miguel de la Madrid porque le pareció que era denigrante que un expresiden­te de la República no tuviese dinero para pagar sus gastos. Y de esta plática entre dos amigos, uno titular de Hacienda, surgió la pensión para expresiden­tes. Ya existía la seguridad, el que tuviesen a su servicio alrededor de 30 soldados de Guardias Presidenci­ales y a cinco jefes-oficiales de Estado Mayor Presidenci­al, que podía incluir al mismo titular. El general Miguel Ángel Godínez había decidido regresar al activo e irse a una Zona Militar, pero su sucesor, el general Carlos Bermúdez Dávila se quedó al servicio de Miguel de la Madrid. Lo que se agregó en ese momento fue el pago a auxiliares. Que después aumentó en número, tal vez también en sueldos. Paradójica­mente, por los tiempos del divorcio, la beneficiar­ia de esa pensión fue una mujer que, según consta, maltrataba y humillaba al expresiden­te. ¿Puede un primer mandatario quedarse en la miseria? No fue el caso de Luis Echeverría que regresó a vivir a su casa de San Jerónimo. Ni de Miguel de la Madrid que tenía su pensión del Banco de México. No lo es de Ernesto Zedillo que trabaja y vive en el extranjero. No lo ha sido de Carlos Salinas de Gortari ni tampoco de Felipe Calderón Hinojosa. Ahora correspond­erá que cada uno de ellos haga una petición, o se ampare, lo que correspond­a, para evitar que les sea cancelada la pensión, y todo lo demás, sobre todo el tema de la seguridad que tendría, tal vez, que pasar por otro tamiz ya que es obvio que en su paso por Los Pinos tuvieron que dañar intereses muy poderosos. No creo, además, que el pueblo esté dispuesto a “cuidarlos”… Lo cierto es que la pensión a expresiden­tes comenzó por la urgencia de vender un velero…

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