Juan Veledíaz
¿Qué tienen en común más allá de ser colegas el general Salvador Cienfuegos Zepeda, secretario de la Defensa Nacional, y el general Audomaro Martínez Zapata, asesor en materia de seguridad y defensa de Andrés Manuel López Obrador? Ambos se conocieron en su etapa de cadetes en el Colegio Militar, son contemporáneos aunque el titular de la Sedena proviene del arma de infantería y su colega de caballería reclasificado años después como arma blindada. Es decir, tuvieron formaciones paralelas pero en disciplinas castrenses distintas. El que se conozcan de tiempo atrás resulta vital estos días para el relevo que se dará en los próximos meses en la titularidad de la secretaría de la Defensa Nacional. Hace unas semanas de visita en Culiacán, el general Audomaro paró en seco a los opinadores neófitos que lo ven al frente de la Sedena. Dijo que no le interesaba ocupar el cargo, pues es una responsabilidad reservada para un general en servicio activo, con conocimiento de mando de tropas, al día en la relación con el Pentágono y los Comandos Sur y Norte del ejército estadounidense. Días después el general Audomaro anunció en Guadalajara que el ejército seguirá en las calles por lo menos otros tres años, y que su retiro de labores de seguridad será paulatino, no de forma abrupta como se especuló. Los generales Audomaro y Cienfuegos más allá de la camaradería, el trato respetuoso, y la añeja amistad como compañeros del Colegio Militar, comparten la visión de la importancia estratégica del Ejército en la actual coyuntura nacional. Saben que la realidad en varias regiones del país dista mucho de ser la de una normalidad democrática. De ahí la coincidencia de la permanencia de las tropas en varias ciudades para garantizar la disuasión de grupos armados y lanzar un mensaje de control institucional. El ejemplo lo da por estos días Nuevo Laredo, Tamaulipas, donde los choques entre bandas armadas con conocimiento paramilitar, han desembocado en emboscadas y enfrentamientos que han dejado muertos y heridos. La cercanía que el candidato presidencial triunfante tiene con el general Audomaro, su paisano, se remonta a los años 80 cuando ambos coincidieron en el servicio público en Villahermosa. Martínez Zapata era mayor y estaba adscrito como subjefe de Estado Mayor de la 30 zona militar en la capital tabasqueña, y López Obrador era director del Instituto Indigenista. Martínez Zapata tuvo una carrera en el Ejército donde llegó a estar entre los oficiales más cercanos a los altos mandos en el sexenio de Miguel de la Madrid. Con el general Juan Arévalo Gardoqui de titular de la Defensa, el entonces teniente coronel fue uno de los operadores del entonces jefe de Estado Mayor de la Defensa, el general Vinicio Santoyo Feria. Su carrera tuvo encomiendas en varias zonas del país pero siempre quiso estar cerca de su tierra natal. Como uno de los fundadores de la división de arma blindada, el entonces coronel Audomaro se mantuvo al día en la evolución de las estrategias y doctrinas del Ejército hasta que se retiró como general de brigada. Fue cuando su paisano López Obrador era jefe de Gobierno de la Ciudad de México, y lo invitó a su equipo. Hoy es el “puente” con el Ejército.