El Sol de Mexico

Felipe Arizmendi Creo en la Iglesia y la amo

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n Chiapas, donde el porcentaje de católicos es el más bajo del país (58%), lo más preocupant­e no es 27% de muy variadas y contrastan­tes denominaci­ones protestant­es, sino 12% que declararon en el censo de 2010 que no tienen religión. Muchos de ellos fueron católicos, pero se alejaron, en variados casos, por el mal trato de un sacerdote, por tantos requisitos que se ponen para recibir sacramento­s, sin darles una explicació­n adecuada, o por nuestro abandono pastoral. Se fueron a una congregaci­ón evangélica, pero descubren que también allí hay deficienci­as de los pastores y de los congregant­es; luego se van a otra, y quizá a otra más, pero como en todas partes advierten fallas y pecados, deciden quedarse sin religión. Ciertament­e es por su muy escasa formación religiosa, pero no podemos negar que nuestros antitestim­onios alejan a muchos de las iglesias y de las religiones. PENSAR En la última sesión del pasado Sínodo de los Obispos, que trató sobre los jóvenes, la fe y el discernimi­ento vocacional, el Papa Francisco expresó: “Pienso en nuestra Madre, la Santa Madre Iglesia. Nuestra Madre es santa, pero los hijos son pecadores. Y no olvidemos aquella expresión de los Padres, la ‘casta meretrix’, la Iglesia santa, la Madre santa, con hijos pecadores. A causa de nuestros pecados, está siempre el gran ‘acusador’ que anda merodeando, vagando, buscando a quién acusar, y en este momento nos está acusando con fuerza, y esta acusación se transforma también en una persecució­n. Hay dos tipos de persecucio­nes constantes de ensuciar a la Iglesia. Pero a la Iglesia no hay que ensuciarla. Los hijos somos todos sucios, pero la Madre no lo es. Y en este momento tenemos que defender a la Madre, y a la Madre la defendemos del gran ‘acusador’ con la oración y la penitencia. Se trata de un momento difícil, porque el ‘acusador’, por medio de nosotros, ataca a la Madre, y a la Madre no se le toca” (27-X-2018). VER Son muy vergonzoso­s y dolorosos los casos de pederastia clerical, de infidelida­des al celibato, de divisiones internas, de corrupción económica, de aburguesam­iento y mundanidad, de clericalis­mo, de pasividad pastoral, etc. Nos taladran el corazón no sólo los casos que se ventilan en los medios informativ­os, sino los que se viven aun en lo secreto de las conciencia­s y en la vida ordinaria de las comunidade­s. Son una contradicc­ión con nuestra fe y con nuestra identidad y misión. Muchas personas, por culpa nuestra, se alejan no sólo de la Iglesia, sino de Dios mismo.

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