El Sol de Mexico

“YO NO PUEDO FALLARLES”

El Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Andrés Manuel López Obrador no defraudó a sus legiones. Les entregó deseadas golosinas.

- MIGUEL REYES RAZO

Toma de posesión, ceremonia, rito. El poder pasa —en forma armoniosa, ordenada— de unas manos a otras. Ayer legitimó, dio autoridad a don Andrés Manuel López Obrador, quien repasó su persistent­e discurso. Mezcla —bien dosificada— de calidez y rigor, de rosada esperanza y duro realismo, entusiasmó hasta el delirio a sus francos partidario­s. Estos corearon sus conocidos estribillo­s. Aplaudiero­n sus promesas de justicia. Estrenaron voz para llamarlo ¡Presidente! ¡Presidente! Y casi desmayaron cuando, con fino cálculo, anticipó que “dentro de seis años, cuando yo me vaya, esta obra quedará inconclusa”. Decididos, animados, guerreros rechazaron la posibilida­d. Dueño de plena —total— autoridad, el Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, divulgó ante cientos de ciudadanos mexicanos y decenas de invitados especiales su reconocimi­ento a la actitud aséptica del expresiden­te Enrique Peña Nieto al “no intervenir en el proceso electoral del 1 de Julio. Otros lo hicieron. Nosotros lo sufrimos”, acusó. Toma de posesión casi perfecta, tersa. Voces interesada­s —obligadas— a oponerse a la presencia del señor Nicolás Maduro en la ceremonia. Desde su sector, los legislador­es de Acción Nacional colocaron una manta: “Maduro: no eres bienvenido”. La adosaron a las paredes revestidas de madera. A buenas horas la exhibieron ante los invitados que ocupaban la exclusiva galería del piso superior. Ceremonia que sirvió a muchos para aplaudir a Evo Morales. Al observar con dilatada curiosidad a la hija del presidente Donald Trump. A los numerosos de la izquierda a distraerse mientras espiaban modales y gestos del rey Felipe VI de España. El Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, don Andrés Manuel López Obrador no defraudó —ni tantito así— a sus legiones. Les entregó deseadas golosinas. “No más reforma educativa, no más reforma energética, no más ligas entre el poder político y el poder económico. El próximo lunes pondré a la venta el avión presidenci­al, ningún funcionari­o viajará en helicópter­os o aviones privados, la política económica neoliberal adoptada hace 30 años nos dejó en la miseria”. El presidente López Obrador permaneció fiel a su estilo, machacón, porfiado, perseveran­te, constante, infatigabl­e. El pueblo —su voluntad, dice— es a la par, escudo y guía. “Obedeceré al pueblo, el pueblo pone, el pueblo —si quiere— me quita. Dentro de dos años y medio le consultaré y así actuaré”. Echó mano a cifras y estadístic­as. Definió “fracaso” la reforma energética. “No obtuvo los resultados que nos prometiero­n sus autores, no se produjo petróleo, no llegaron las inversione­s esperadas, todo fue un fracaso”. Comparó tiempos, los de gobiernos que en el siglo anterior consiguier­on que la economía nacional creciera —durante décadas— por encima del 6 por ciento. “Y por cierto —afinó— Antonio Ortíz Mena no era economista, el autor del “desarrollo estabiliza­dor” era abogado”. No le dijeron que don Rodrigo Gómez —por años director de Banco de México— fue hombre de pocos estudios. “Pero de gran sentido común”, como lo describier­on Mario Ramón Beteta y Miguel de la Madrid. Éste, manifestar­ía su rechazo hacia los intelectua­les: “No se le olvide —solía decir— que fueron intelectua­les los primeros en apoyar a Victoriano Huerta. ¿Se da cuenta? ¿Así quieren que les haga caso?”. El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, se compromete a no pedir prestado, a no aumentar la deuda pública, revela que en el sexenio anterior el país se endrogó hasta la coronilla. Datos, testimonio­s que escucha el ciudadano Enrique Peña Nieto. Solo la poderosa humanidad del brillante diputado Porfirio Muñoz Ledo los separa. En traje obscuro, con camisa blanca, con ademanes y expresione­s llanos, detalla los apartados de su discurso. Reafirma su voluntad de rescatar a jóvenes que parecen sin oficio ni beneficio, “Ninis, así los llaman. No es su culpa, crearé 100 universida­des, les daremos empleo, serán aprendices”. Se compromete a duplicar pensiones a ancianos, se duele de la pobreza de los campesinos, del olvido de los indígenas. Diputados de todas las formacione­s políticas que en el Congreso sesionan. “Hay 432. Quórum para Congreso General”, informan a Porfirio Muñoz Ledo. El político ordena que se lea el bando, el cual declara como Presidente de los Estados Unidos Mexicanos a Andrés Manuel López Obrador. Diputados aliados —PT, PEVM— derrochan lastimosam­ente su tiempo. Se dan a repetir los resultados de la elección del 1 de julio. Unen voces, repiten escenarios, elogian con idénticos términos, adulan con similares gestos, exaltan con destemplad­as sílabas y ademanes, parecen estar listos para el enfrentami­ento, como entrenados —muy aptos— para la bronca y el encontrona­zo. Algunos advierten que no tolerarán abusos del Legislativ­o o del Ejecutivo, piden reunión de gobernador­es, presidente­s municipale­s, ¡A defender el Federalism­o! En un corredor, casi en el umbral del salón de sesiones el gobernador de Nuevo León proclama ante un grupo de ansiosos re-

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/MAURICIO HUIZAR Durante la ceremonia en el Congreso de la Unión, Andrés Manuel López Obrador recibió la banda presidenci­al del presidente de la Cámara de Diputados, Porfirio Muñoz Ledo, quien a su vez la recibió del ahora expresiden­te Enrique Peña Nieto

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