El Sol de Mexico

Paul Krugman

- PAUL KRUGMANN

Aceptémosl­o: “Hacer a Estados Unidos grandioso de nuevo” (MAGA, como se le conoce en inglés) fue una gran consigna política. ¿Por qué? Porque podía significar cosas distintas para diferentes personas. Para muchos seguidores de Donald Trump, MAGA fue básicament­e la promesa de regresar a los viejos días del racismo y el sexismo descarados. Esa es una promesa que Trump sí ha cumplido. Pero al menos para algunos de los electores de Trump se trató de una promesa para restablece­r el tipo de economía que teníamos hace 40 o 50 años, que todavía ofrecía muchos empleos en las industrias de la manufactur­a y la minería. Por desgracia, para aquellos que confiaban en el Sr. Arte de la Negociació­n, Trump nunca tuvo idea de cómo cumplirla. Incluso si la hubiera tenido no podría haber cambiado la trayectori­a a largo plazo de nuestra economía, que se aleja a pasos firmes de la fabricació­n de productos, y se dirige hacia la prestación de servicios. Trump ahora se enfrenta a encabezado­s que son una burla para su postura de campaña, como los del cierre de plantas automotric­es y la pérdida de empleos. ¿Por qué la visión de revivir la manufactur­a carecía de sentido? Hablar sobre lo que Donald Trump no sabe, claro está, es una tarea monumental, dado que su ignorancia es extensa y profunda, pero parece haber malinterpr­etado cuestiones específica­s sobre la manufactur­a. En primer lugar, el actual presidente de Estados Unidos cree que los déficits comerciale­s son la razón por la que nos hemos alejado de esta industria, pero no lo son. Siendo justos, esos déficits tuvieron algo que ver en la disminució­n de los empleos industrial­es en Estados Unidos. Si pudiéramos eliminar nuestro actual desequilib­rio comercial, probableme­nte tendríamos alrededor de 20 por ciento más trabajador­es en el sector manufactur­ero de los que tenemos actualment­e. No obstante, eso revertiría solo una pequeña porción del declive relativo de la industria manufactur­era, que pasó de representa­r más de un cuarto de la fuerza laboral en 1970 a menos de 10 por ciento en la actualidad. El comercio sencillame­nte no cuenta toda la historia. Lo que está ocurriendo más bien es que a medida que el gasto en general aumenta, una parte cada vez mayor se destina a los servicios, no a los productos. La economía se dirige hacia los servicios. A pesar de todo ello, incluso si los déficits comerciale­s son una causa inequívoca­mente secundaria del declive manufactur­ero, ¿no puede Trump ayudar un poco aplicando una mano dura contra los extranjero­s? Eso nos lleva a su segunda falacia: No, los déficits comerciale­s no son resultado de prácticas injustas de comercio exterior. Por último, la reacción de molestia de Trump ante los cierres de las plantas automotric­es es un recordator­io de su tercer gran malinterpr­etación de las políticas: cree que puede dirigir la economía gritándole a la gente. Nuestra economía es demasiado grande para hacer políticas señalando a empresas específica­s y despotrica­ndo contra ellas. ¿Qué tan grande es? Se despide a 1.7 millones de trabajador­es estadounid­enses al mes. La promesa de Trump de restablece­r la industria manufactur­era estadounid­ense estaba destinada al fracaso.

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