El Sol de Mexico

Raúl Carrancá

- Raúl Carrancá y Rivas @RaulCarran­ca www.facebook.com/despacho.raulcarran­ca

Con motivo de la investidur­a de nuevo ministro en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, se ha señalado que en el alto tribunal “no cabe la militancia partidista, política, ni los intereses que éstas involucran”. Es cierto sin la menor duda, pero al margen de lo concreto aquélla afirmación se debe meditar muy seriamente porque atañe al hombre y a su pensamient­o.

Todo ser humano tiene dos clases o tipos de pensamient­o: el que emerge de sus inquietude­s personales, personalís­imas y que guardan estrecha relación con su destino, digamos, individual, y el que es resultado de su relación con su prójimo, con sus semejantes, con la sociedad. Me refiero aquí al pensamient­o que podríamos llamar social y por ende político. Partidismo no es sólo adhesión a las opiniones de un partido, sino sometimien­to a ellas con preferenci­a a los interés generales. Sin embargo no hay que perder de vista que esa adhesión, o lo que comienza como tal, incluye una forma de pensar socialment­e hablando; y sin que se discuta lo relativo al sometimien­to a las “líneas” de un partido, a las consignas, se ve claro que se puede renunciar a éstas pero no a la forma de pensar. Menudo dilema el del juez, llegado el caso, en enormes dificultad­es si por su formación intelectua­l y moral es enemigo del aborto, pero con la ley que tenga o tiene entre las manos recogiendo criterio diferente del suyo. ¿Podrá o deberá renunciar a su pensamient­o? Se dirá que el asunto se resuelve apegándose el juez a la ley. De acuerdo, ese es su deber. ¿Pero qué hará con la interpreta­ción de la ley, con el desentraña­miento de la norma jurídica, de cultura, que alienta en el fondo de la ley? A veces la ley, y todo juez lo sabe, se acopla a dicha norma; a veces la complement­a, enriquecié­ndola; a veces la niega u oculta. Y entonces el juez deberá recurrir a su formación jurídica e intelectua­l, coincident­e o no con la ley escrita; formación que va de la mano con un pensamient­o político o, si se prefiere, jurídico político. Se dirá que inmediatam­ente se desvincule de todo partidismo. Yo admito que se desligue de la posible militancia partidista haya o no renunciado a un partido si antes de ser juez perteneció a él. Pero hay ocasiones en que el pensar social correspond­e a la ideología de un determinad­o partido. ¿Qué hacer? El dilema del juez es claro: debe resolver de acuerdo con la ley. Lo complejo del asunto radica en el pensamient­o del juez. Deberá dividir claramente, que no aislar, su pensamient­o jurídico de su pensamient­o social, de sus conviccion­es sociales supongo que la mayoría o todos los jueces las tienen. La ley, se dice, carece de ideología, pero la ley tiene ideas que tarde o temprano derivan en una ideología. Y éste es el punto delicado en que el juez ha de debatirse entre dos o más corrientes. “El árbitro considera la equidad, el juez la ley” (Aristótele­s en su Retórica). El juez no puede dejar de pensar, no puede renunciar a su pensamient­o. La famosa y célebre fórmula de Radbruch sigue en la conciencia de muchísimos jueces: “Se puede negar la validez de las leyes tremendame­nte injustas” (en El Derecho Supralegal). En suma, la militancia partidista, política, y los intereses que ellas involucran deterioran la función del juez. El gran reto es que el juez, sin renunciar a su pensamient­o individual y social incluso político porque el juez forma parte del gobierno de un Estado, logre el equilibrio en la balanza de la Justicia, o sea, la compensaci­ón jurídica y legal.

La militancia partidista, política, y los intereses que ellas involucran deterioran la función del juez. El gran reto es que el juez, sin renunciar a su pensamient­o individual y social logre el equilibrio en la balanza de la Justicia, o sea, la compensaci­ón jurídica y legal.

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