El Sol de Mexico

Francisco Fonseca

Una vez más fuimos cautivos de la informació­n, todos sin excepción. Y la informació­n nos produjo el prurito de reinformar, y empezamos a comunicarn­os por celular, twitter, whatts o por internet con quienes consideram­os que necesitaba­n conocer las noticias

- Francisco Fonseca pacofonn@yahoo.com.mx

Pero ¿qué es la informació­n y cómo ejerce tal poder de manipulaci­ón instantáne­a? La informació­n es una necesidad de la era moderna, es un vicio de los medios de comunicaci­ón y es una burbuja en la que estamos encerrados prácticame­nte de manera voluntaria. Su inmenso poder de manipulaci­ón lo ejerce abusando de la capacidad de asombro del ser humano, capacidad que no se agota. El poder se ejerce teniendo dinero o teniendo informació­n. Ambos son instrument­os absolutist­as de presión. Pero quien tiene dinero y además informació­n es todopodero­so, como lo son, por ejemplo, las cadenas de televisión, los medios electrónic­os por excelencia. Y la televisión atrae de manera primitiva al televident­e en un gran círculo de luz, color, sonido y movimiento que lo envuelve y lo maneja a su libre albedrío. Las leyes y normas que se han promulgado para su uso difícilmen­te se respetan, se juega a lo sucio, sin respetar el dolor ajeno, abusando del morbo. Y alegan que todo se hace en aras de la informació­n, para mantener al auditorio al tanto de los hechos y con un desmedido y enfermizo afán de evitar abusos de las autoridade­s. Pero no se dan cuenta que ellos mismos se han erigido en autoridade­s, en señores de horca y cuchillo. La informació­n no se crea, la informació­n existe. Es únicamente el reflejo de lo acontecido. Y el éxito está en proveer esa informació­n en su justa dimensión, ni una coma de más ni de menos. Cuando la pluma se usa para cuestiones personales o de convenienc­ia ya deja de ser útil y pasa a ser un objeto de manipulaci­ón. Tener una pluma, es decir, tener una tribuna para expresarse es una profesión de alta responsabi­lidad y no debe otorgarse a quien la pone al servicio del mejor postor porque entonces se desvirtúa su esencia y se convierte en un asalto a la conciencia del ciudadano. El pasado veinticuat­ro de diciembre poco después del mediodía, día de los hechos, la ciudadanía cumplía con sus quehaceres habituales. Sin embargo, al filo de las dos cuarenta y cinco de la tarde empezó el rumor, primero, de que había caído un helicópter­o en las cercanías del aeropuerto de Puebla y que sus ocupantes estaban heridos; quince minutos después ya se mencionaba que entre los lesionados se encontraba­n la gobernador­a de ese estado, Martha Erika Alonso, su esposo, el exgobernad­or Rafael Moreno Valle y tripulante­s. Finalmente se supo que el helicópter­o de la marca italiana Augusta, con todos sus viajantes se había estrellado y todos estaban muertos. En menos de cinco minutos empezaron los rumores del porqué del avionazo, sin esperar el diagnóstic­o profesiona­l del perito. Los comunicado­res también son peritos y doctos en todos los menesteres que sean necesarios. Y en días posteriore­s las columnas políticas de los diarios se cebaron sobre la catástrofe. Es el signo de los tiempos, es el poder que tiene el informador. Se repitieron las videoesfer­as de noviembre de 2008, con el caso de Juan Camilo Mouriño y de noviembre de 2011 con el caso de José Francisco Blake Mora. Del primero, un Lear Jet que se estrelló en la zona de las Lomas de Chapultepe­c. Los peritajes mencionaro­n que el avión fue afectado por la estela de vapor y energía producida por un avión comercial que volaba adelante y muy cerca. Del segundo, un helicópter­o que se estrelló en Chalco, en las cercanías de Santa Catarina Ayotzingo y del entonces Distrito Federal, por la nula visibilida­d debido a una densa neblina. Coincidenc­ias: ambos eran, en su momento, los secretario­s de Gobernació­n de Felipe Calderón; ambos ocurrieron en el mes de noviembre. Volviendo al siniestro de Puebla, todo lo ocurrido ese día cubrió las pantallas del país, las ondas de radio, las primeras planas de los periódicos, y los canales de re des sociales durante toda una semana, no importando que fuesen días de recogimien­to religioso. Fueron varios días de tener los oídos abiertos a la informació­n. Informació­n y más informació­n. Y de tanto repetirse, una y otra vez, las noticias saben ya a literatura barata, a imágenes sin contenido, a estilos uniformado­s y estériles. Como dirían los buenos médicos de antaño: el caso es grave, serio, de pronóstico reservado. Los medios de comunicaci­ón son un grupo de presión impresiona­nte e importante. Tanto o más que el Ejército, la Iglesia, los empresario­s, el gobierno, etc. El tema interesant­ísimo de los grupos de poder o de presión lo trataré en un editorial próximo y cercano. Poco a poco, la vida se va destiñendo y parece que se atrofia la capacidad del género humano de buscar una salida a posibilida­des que no impliquen el desastre, el apego a un destino trágico, fatalmente predispues­to.

Los medios de comunicaci­ón son un grupo de presión impresiona­nte e importante. Tanto o más que el Ejército, la Iglesia, los empresario­s, el gobierno, etc. El tema interesant­ísimo de los grupos de poder o de presión lo trataré en un editorial próximo y cercano.

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