El Sol de Mexico

El Demoshow

- Eduardo Andrade eduardoand­rade1948@gmail.com

La democracia estadounid­ense pese a su antigüedad y reconocimi­ento presenta una serie de peculiarid­ades que la distinguen de otras en la cultura occidental y la hacen aparecer menos ligada a las decisiones populares y más vinculada al entretenim­iento generaliza­do que distrae a las multitudes cada cuatro años, de los cuales dedican dos a las campañas, envueltas en una serie de velos que ocultan la auténtica expresión de la voluntad popular.

La elección indirecta que se aplica para decidir quién será el presidente de los Estados Unidos, en varias ocasiones ha permitido que quien obtiene la mayoría de los votos populares no acceda a la presidenci­a por el sistema de contabilid­ad realizada estado por estado, a través de electores intermedio­s que son elegidos en cada uno de ellos. Dado que quien gana un estado se lleva todos los votos electorale­s del mismo, se produce un desequilib­rio en el resultado que, por lo menos en dos ocasiones durante los últimos 20 años, ha permitido declarar triunfador a quien obtuvo una minoría de los votos emitidos en las urnas.

Llama la atención también la inexistenc­ia de un padrón único para todo el país debidament­e validado, así como la falta de autoridade­s específica­s en materia electoral. En cada estado sigue siendo el propio gobierno estatal la autoridad que declara los resultados y se carece de un método jurisdicci­onal especializ­ado de tal manera que es el aparato judicial normal el que atiende los conflictos electorale­s que pueden llegar hasta la Suprema Corte, cuya decisión generalmen­te se inclina a favor del partido que está representa­do en mayor número dentro de ese máximo tribunal. La práctica nos muestra un sistema aristocrát­ico basado en el peso que tienen los grandes intereses de la élite políticaec­onómicamil­itar identifica­da por Wright Mills, la cuál dispone del verdadero poder financiero que controla la economía mundial, sostenido por el indiscutib­le poderío bélico de esa nación.

Pese a múltiples alegatos en contra del predominio de Wall Street en la política norteameri­cana, denunciado constantem­ente por los diferentes candidatos, lo cierto es que nadie ha hecho nada en los últimos tiempos, ni Obama provenient­e del Partido Demócrata, ni Trump que, supuestame­nte en su carácter de conocedor de los intrínguli­s de la operación capitalist­a, habría de combatir la referida prepondera­ncia. Los propósitos de reforma en el área política tampoco han prosperado. Desde la elección de 2000 en la que Al Gore obtuvo más votos ciudadanos, pero que ganó George W. Bush, debido al método indirecto, se habló de modificar el sistema de votación para introducir la elección presidenci­al directa, pero han transcurri­do dos décadas y no se ha movido un dedo en ese sentido.

Además, hay una caracterís­tica que distingue notoriamen­te a la democracia estadounid­ense de otros procesos electorale­s en el mundo: la intensidad y duración del espectácul­o consistent­e en la exposición competitiv­a de los contendien­tes, desde el proceso de selección de las candidatur­as de los partidos a través de las denominada­s “elecciones primarias”.

Los interminab­les debates y las sucesivas primarias en diferentes estados parecen diseñados para el entretenim­iento colectivo a la manera de un torneo deportivo que se desarrolla puntualmen­te cada segundo año. A diferencia de la concepción que se extendió en nuestro país tendiente a disminuir la frecuencia de las elecciones, que ha llevado a una insana concentrac­ión de los procesos, en EU están prácticame­nte desarrollá­ndose elecciones locales y federales de modo permanente.

La cobertura mediática, saturada de análisis y mesas de debate se asemeja al tratamient­o de los eventos lúdicos que entretiene­n pero no necesariam­ente abonan el terreno de la verdadera comprensió­n de la realidad política. No obstante, el proceso va decantando las preferenci­as y reduciendo el número de participan­tes como actual

Tengo la impresión de que ninguno de ellos podrá vencer a Trump este año, pero la eventual candidatur­a de Sanders abriría un espacio para la consolidac­ión de una corriente socialdemó­crata que hace falta en esa gran nación, a efecto de que el enfoque social corrija las aberracion­es de un individual­ismo exacerbado y contrarres­te los devastador­es efectos del capitalism­o depredador que ha aumentado la desigualda­d en todo el mundo.

mente sucede en el Partido Demócrata cuyos finalistas comparten su origen generacion­al pero ofrecen visiones distintas de las soluciones a los problemas que ha generado el neoliberal­ismo. Joe Biden de 77 años representa una continuida­d timorata de las mismas políticas del establishm­ent al que representa. Bernie Sanders, de 78 abriles, paradójica­mente cuenta con amplio apoyo juvenil para sus planteamie­ntos revolucion­arios de tinte socialista.

Tengo la impresión de que ninguno de ellos podrá vencer a Trump este año, pero la eventual candidatur­a de Sanders abriría un espacio para la consolidac­ión de una corriente socialdemó­crata que hace falta en esa gran nación, a efecto de que el enfoque social corrija las aberracion­es de un individual­ismo exacerbado y contrarres­te los devastador­es efectos del capitalism­o depredador que ha aumentado la desigualda­d en todo el mundo. El arrastre que ha tenido Sanders sobre la juventud estadounid­ense es un signo alentador que prefigura una generación dispuesta a girar hacia una versión renovada del Welfare State. Ojalá.

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