El Demoshow
La democracia estadounidense pese a su antigüedad y reconocimiento presenta una serie de peculiaridades que la distinguen de otras en la cultura occidental y la hacen aparecer menos ligada a las decisiones populares y más vinculada al entretenimiento generalizado que distrae a las multitudes cada cuatro años, de los cuales dedican dos a las campañas, envueltas en una serie de velos que ocultan la auténtica expresión de la voluntad popular.
La elección indirecta que se aplica para decidir quién será el presidente de los Estados Unidos, en varias ocasiones ha permitido que quien obtiene la mayoría de los votos populares no acceda a la presidencia por el sistema de contabilidad realizada estado por estado, a través de electores intermedios que son elegidos en cada uno de ellos. Dado que quien gana un estado se lleva todos los votos electorales del mismo, se produce un desequilibrio en el resultado que, por lo menos en dos ocasiones durante los últimos 20 años, ha permitido declarar triunfador a quien obtuvo una minoría de los votos emitidos en las urnas.
Llama la atención también la inexistencia de un padrón único para todo el país debidamente validado, así como la falta de autoridades específicas en materia electoral. En cada estado sigue siendo el propio gobierno estatal la autoridad que declara los resultados y se carece de un método jurisdiccional especializado de tal manera que es el aparato judicial normal el que atiende los conflictos electorales que pueden llegar hasta la Suprema Corte, cuya decisión generalmente se inclina a favor del partido que está representado en mayor número dentro de ese máximo tribunal. La práctica nos muestra un sistema aristocrático basado en el peso que tienen los grandes intereses de la élite políticaeconómicamilitar identificada por Wright Mills, la cuál dispone del verdadero poder financiero que controla la economía mundial, sostenido por el indiscutible poderío bélico de esa nación.
Pese a múltiples alegatos en contra del predominio de Wall Street en la política norteamericana, denunciado constantemente por los diferentes candidatos, lo cierto es que nadie ha hecho nada en los últimos tiempos, ni Obama proveniente del Partido Demócrata, ni Trump que, supuestamente en su carácter de conocedor de los intríngulis de la operación capitalista, habría de combatir la referida preponderancia. Los propósitos de reforma en el área política tampoco han prosperado. Desde la elección de 2000 en la que Al Gore obtuvo más votos ciudadanos, pero que ganó George W. Bush, debido al método indirecto, se habló de modificar el sistema de votación para introducir la elección presidencial directa, pero han transcurrido dos décadas y no se ha movido un dedo en ese sentido.
Además, hay una característica que distingue notoriamente a la democracia estadounidense de otros procesos electorales en el mundo: la intensidad y duración del espectáculo consistente en la exposición competitiva de los contendientes, desde el proceso de selección de las candidaturas de los partidos a través de las denominadas “elecciones primarias”.
Los interminables debates y las sucesivas primarias en diferentes estados parecen diseñados para el entretenimiento colectivo a la manera de un torneo deportivo que se desarrolla puntualmente cada segundo año. A diferencia de la concepción que se extendió en nuestro país tendiente a disminuir la frecuencia de las elecciones, que ha llevado a una insana concentración de los procesos, en EU están prácticamente desarrollándose elecciones locales y federales de modo permanente.
La cobertura mediática, saturada de análisis y mesas de debate se asemeja al tratamiento de los eventos lúdicos que entretienen pero no necesariamente abonan el terreno de la verdadera comprensión de la realidad política. No obstante, el proceso va decantando las preferencias y reduciendo el número de participantes como actual
Tengo la impresión de que ninguno de ellos podrá vencer a Trump este año, pero la eventual candidatura de Sanders abriría un espacio para la consolidación de una corriente socialdemócrata que hace falta en esa gran nación, a efecto de que el enfoque social corrija las aberraciones de un individualismo exacerbado y contrarreste los devastadores efectos del capitalismo depredador que ha aumentado la desigualdad en todo el mundo.
mente sucede en el Partido Demócrata cuyos finalistas comparten su origen generacional pero ofrecen visiones distintas de las soluciones a los problemas que ha generado el neoliberalismo. Joe Biden de 77 años representa una continuidad timorata de las mismas políticas del establishment al que representa. Bernie Sanders, de 78 abriles, paradójicamente cuenta con amplio apoyo juvenil para sus planteamientos revolucionarios de tinte socialista.
Tengo la impresión de que ninguno de ellos podrá vencer a Trump este año, pero la eventual candidatura de Sanders abriría un espacio para la consolidación de una corriente socialdemócrata que hace falta en esa gran nación, a efecto de que el enfoque social corrija las aberraciones de un individualismo exacerbado y contrarreste los devastadores efectos del capitalismo depredador que ha aumentado la desigualdad en todo el mundo. El arrastre que ha tenido Sanders sobre la juventud estadounidense es un signo alentador que prefigura una generación dispuesta a girar hacia una versión renovada del Welfare State. Ojalá.