El Sol de Mexico

Gerardo Galarza

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El presidente de la república (con minúsculas, por favor) ha presumido que la entrada de divisas enviadas por los migrantes mexicanos en Estados Unidos, son un índice económico favorable y presumible como éxito de su gobierno, en medio de la mayor crisis económica que vive este país en, digamos, su historia.

Casi con júbilo, Andrés Manuel López Obrador ha anunciado que en los siete meses que van del 2020 el monto en el ingreso de remesas será de18 mil 992 millones de dólares, un récord. “Algo que ha sido también una bendición, han aumentado las remesas de nuestros paisanos, nos están ayudando mucho… La semana que viene, va anunciar el Banco de México el monto de remesas de junio, yo tengo un cálculo de 3 mil 400 millones de dólares, ese es mi estimado porque tengo forma de medirlo; esto significa más que el año pasado, y ya tengo el estimado de julio y lo mismo van aumentar las remesas en 7 meses es un incremento de remesas, en términos reales del 10%, ahora en estos 7 meses del 2020 van a ser 18 mil 992 millones de dólares, este año va a ser récord en cuanto a montos de remesas”, dijo López Obrador, en una de sus conferenci­as de la semana pasada.

Ante la estrepitos­a e histórica caída, según las cifras oficiales del Inegi, del Producto Interno Bruto (PIB) –se ignora todavía si esto ha afectado o beneficiad­o al Índice de Felicidad y Bienestar del gobierno mexicano, del 17.3% en el segundo trimestre del 2020 contra el trimestre anterior, y del18.9% anualizado, el gobierno necesitaba una cifra económica “positiva” que le permitiera decir que vamos bien y mejor y la encontró en el incremento de los dólares que los paisanos envían a sus familias, mediante una lógica muy primitiva de interpreta­r aumento como sinónimo de crecimient­o positivo.

Sépase antes que nada (para que nadie se llame a engaño) que el escribidor no es economista, vamos nunca siquiera fue reportero de las fuentes financiera­s, pero nació y creció en un estado expulsor de migrantes; es más, es pariente directo de algunos “mojados” (mayores y menores que él) y de muchos amigos que “optaron” por esa solución y, entonces, sabe que “irse al norte” es originalme­nte sinónimo de necesidad económica, de desesperac­ión, de último recurso ante la imposibili­dad de encontrar satisfacto­res en el propio país. También es cierto que entre los “mojados” (así se les llamaba) hay algunos aventurero­s, pero esos no son los que envían dólares a sus familias para subsistir.

En otras palabras: la inmensa mayoría de los migrantes mexicanos se han ido a los Estados Unidos ante la imposibili­dad de encontrar un trabajo decoroso, digno, suficiente para satisfacer las necesidade­s de la familia; es decir, un fracaso de la política económica nacional.

Es cierto, éste no es un fenómeno que se haya originado en el gobierno actual; data, en su expresión moderna, de unas ocho décadas (Segunda Guerra Mundial), pero que se recuerde ningún gobierno mexicano había presumido la recepción de remesas como un logro económico nacional ni mucho menos lo había hecho motivo de orgullo, pero el presidente lo consideró necesario ante la debacle de la economía nacional, que –es cierto se ha agravado por la pandemia del covid19, pero que ya estaba presente de antes de ésta.

Que no le digan ni le cuenten: Por si usted no lo sabe o ni siquiera lo imagina, ojalá el Presidente sí lo sepa, las remesas de los migrantes mexicanos provienen de empleos mal pagados y sin prestacion­es.

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