El Sol de Mexico

Apuesta de alto riesgo

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Disciplina, lealtad y secreto, son tres palabras a las que los militares de alta graduación, sobre todo los egresados de la Escuela Superior de Guerra como Diplomados de Estado Mayor (DEM), le imprimen un connotació­n que moldea el espíritu de cuerpo, concepto un tanto desconocid­o para la gran mayoría del mundo civil. Desde el sexenio de Luis Echeverría (19701976), el poder político de la Secretaría de la Defensa Nacional ha crecido de tal manera que el Presidente de la República y comandante supremo en turno, utiliza esa disciplina, lealtad y secreto de acuerdo a su interés y convenienc­ia.

Al no existir mecanismos de control civil, de rendición de cuentas, y sobre todo al otorgarle a un soldado de carrera un cargo político cuando es nombrado al frente de una dependenci­a federal como la Sedena, esas tres palabras adquieren diversas connotacio­nes algunas convertida­s en muy malas experienci­as en la historia reciente del país.

Hay cuentas pendientes por el papel de la milicia en la Guerra Sucia contra movimiento­s armados y grupos sociales en los años setenta y ochenta; hay una historia que no se ha terminado de contar sobre el rol de la fuerza armada en el crecimient­o de la violencia desde que se convirtió en el brazo ejecutor de la política de seguridad antidrogas.

Y ahora en el llamado sexenio de la “cuarta transforma­ción” el papel de los militares mas allá de los temas de seguridad nacional, seguridad interior, y una entrada más visible en la seguridad pública, crece para abrir una ventanilla como empresa pública. El pasado domingo el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció la intención de que el Tren Maya, los aeropuerto­s de Tulum, Chetumal, Palenque y el que se construye en la base aérea militar de Santa Lucía en el Estado de México, queden a cargo de una empresa que dependa de las fuerzas armadas.

El propósito, dijo, sería garantizar una buena administra­ción, que haya seguridad y que sean autosufici­entes. En un tono más político que real, el mandatario planteó que las utilidades de esta empresa se destinaría­n a fortalecer las finanzas para pensiones de marinos y soldados.

Una foto instantane­a de estos dos años que lleva el sexenio mostraría que el papel de los militares, contrario al discurso de campaña, ha crecido más que en administra­ciones anteriores. El despligue militar se da en atención por la emergencia sanitaria debido al Covid19, operacione­s para la construcci­ón de la paz, plan migrante de la frontera sur, seguridad a instalacio­nes estratégic­as, atención a fenómenos naturales, protección a red de ductos de Pemex, y desde luego a la seguridad y erradicaci­ón de cultivos ilícitos.

La militariza­ción en el sexenio de López Obrador rebasa cualquier escenario planteado previo al inicio de su gobierno. Mas allá de la conformaci­ón de la Guardia Nacional, la cuarta rama de las fuerzas armadas, a lo que el presidente le apuesta es a un dogma que ha quedado demostrado que no es infalible y tiene altos costos para la naturaleza para la que fueron creadas la Marina, el Ejército y la Fuerza Aérea. La poca transparen­cia y controles legislativ­os para el nuevo rol que se les asigna, augura una nuera era de corrupción y eleva la apuesta de alto riesgo.

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