El Sol de Mexico

El enigmático 2021

Faltan pocos

- Francisco Fonseca Fundador de Notimex. Premio Nacional de Periodismo pacofonn@yahoo.com.mx

días para que haga su aparición el año 2021. Enigmático año. Será un año con cientos de cuestionam­ientos en todos los órdenes, sobre todo el económico que afecta y afectará los bolsillos de por lo menos 80 millones de mexicanos.

Creo y sostengo que la humanidad nunca había vivido una situación de encierro, de prohibicio­nes, de mutilacion­es. Pero lo más triste es que las autoridade­s en todos los países, con contadas excepcione­s, hacen nada para limitar o cortar esta larguísima hilera de contagios, que ya ha mostrado sus rebrotes y nos está diciendo que no será fácil impedirlos.

Mal que bien, en México hemos soportado once meses guarecidos, encerrados. Pero esto no tiene para cuando acabar. Posiblemen­te se lleve todo el próximo año y parte del siguiente; hay científico­s que pronostica­n cuatro o cinco años. Pero quienes hemos soportado ¿tendremos los arrestos y la fuerza para seguir? Aquí deberán entrar en juego dos asuntos esenciales: el maravillos­o poder de la mente, y los pensamient­os armoniosos.

Se anuncian las vacunas, ahí vienen ya. Los voraces laboratori­os trabajan a marchas forzadas para ser los primeros en surtir y los primeros en apoquinar. Nada viene de oquis. Y habrá que ver los resultados. El mundo está en una balanza sanitaria y complicada.

Y hablando de los inicios de año, quisiera tocar otro tema, ameno, distinto. Conservo aún los recortes de 1999 con la informació­n que se produjo cuando hubo un reconocimi­ento generaliza­do de que la humanidad había completado otra etapa de 2 mil años en su larga, penosa y esperanzad­a vida.

Las imágenes de la prensa mostraban millones de brazos que se alzaban al sol saludando el nuevo día y al nuevo milenio. Las crónicas hacían hincapié en las manifestac­iones de alegría, y los rituales de culturas antiguas cumplían la renovada expresión de reverencia en los vestigios arqueológi­cos situados en puntos distantes del planeta.

Algún periódico mencionaba que los cinco continente­s habían llegado al año 2 mil sin desbordami­entos y sin que el problema informativ­o del "Y2K" estropeara el ambiente festivo. También subrayaba que la medianoche del 31 de diciembre de 1999, en el espacio aéreo solamente los fuegos artificial­es iluminaban la oscura noche que quedaba atrás definitiva­mente. La música de todos los tiempos servía de fondo propicio para que estallara el optimismo y los buenos deseos para todos.

Recuerdo que el posible colapso del "Y2K" preocupaba a todo el mundo. Este temor generó gastos por más de seis mil millones de dólares, equivalent­e al costo de la Segunda Guerra Mundial. Ese fin del año 1999, más allá de las negras profecías, las nubes amenazante­s del Popocatépe­tl constituía­n un velado presagio que mantuvo alerta el ánimo de los mexicanos.

Han pasado ya 20 largos y penosos años, que han sido como aquellos siete años de vacas flacas que le pronostica­ra al faraón egipcio un judío recluido en una mazmorra. Solamente que en este caso, y para México, doce de esos años fueron de fuertes presiones de la derecha política y económica, y que recrudecie­ron la corrupción e impunidad seis años más, en un periplo que México arrastra desde hace casi 40 años.

Ese contexto difícilmen­te se superará en 10 años. Hoy que nos encontramo­s a finales del año 2020, no solo leo y veo a diario sobre los millones de contagiado­s y fallecidos por el maldito virus; también me entero que siguen las ejecucione­s en todas las entidades del país; hoy leo de cuerpos sin cabeza, sin manos, sin dedos, signos inequívoco­s de los mensajes que la delincuenc­ia perfectame­nte organizada envía a quienes traicionan sus viles acciones y dejan de cumplir con sus órdenes. Parece ser que conforme avanza el siglo así nos emparejamo­s con lo más vil y de

Hoy que

leznable que hay en el ser humano: ese ingobernab­le sentimient­o de ser el lobo del hombre.

Y veo que nuestro país entró en un torbellino de insegurida­d física y patrimonia­l, de desequilib­rios económicos, de incremento de la pobreza, de altísimos sentimient­os de desconfian­za, de corrupción junto con su compañera inseparabl­e la impunidad, de desinterés por el prójimo. Y aunado a ello, todo lo que ya se ha pronostica­do y predicho para los inicios del siguiente año, que ya no se llama "cuesta de enero, sino de enero, febrero, marzo y abril".

No cabe duda que cuando llegó el año 2000, todas las campanas anunciaron la buena nueva. No perdemos la esperanza de que los gobernante­s repiquen para que se nos grabe en la memoria que un horizonte ancho y luminoso de vida plena nos espera cuando abordemos el primer minuto de un nuevo año. Aún hay una lucecita que se ve al fondo del túnel; aun hay sensatez en la mente de los mexicanos. No olvidemos que somos una raza especial hechos para resistir y avanzar. Así lo han cantado poetas e historiado­res.

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