El Sol de Mexico

BOB MARLEY

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DÓNDE ESTÁ MI MADRE?

Roger Steffens: Cedella Malcolm Marley Booker, la madre de Bob Marley, tenía dieciocho años en el momento del parto. Estaba casada con un jamaicano blanco, Norval Marley, que había nacido en Clarendon, Jamaica, y que rondaba los sesenta y cuatro años de edad el 6 de febrero de 1945, fecha del nacimiento de Nesta Robert Marley en un pequeño pueblo en el campo, llamado Nine Mile, donde no había ni electricid­ad ni agua corriente. Christophe­r Marley, miembro de la rama blanca de la familia Marley, ha invertido años de su vida buscando entre sus ancestros, y ha compartido algunos de sus hallazgos conmigo. Con sus descubrimi­entos ha desmontado varias de las falsas aseveracio­nes vigentes hasta hoy, como, por ejemplo, que Norval nació en Inglaterra y que era un oficial del Ejército.

Christophe­r Marley: El padre de Bob era Norval Sinclair Marley, de padre británico y madre «de color». Norval no era un "capitán de barco", ni un "cabo de la Marina" ni un "oficial de la Armada Británica". Era un "oficial de ferrocemen­to". En los papeles de su licencia del Ejército se señala que trabajó en varios "cuerpos de trabajo" en el Reino Unido durante la Primera Guerra Mundial, y que se licenció como soldado raso. No llegó a servir en el campo de batalla. La familia de Norval Marley no era siria, como se ha insinuado. Era un hombre muy andariego e inquieto. Viajó y trabajó por todo el mundo, en unos tiempos en los que viajar no era tan sencillo como hoy. Estuvo en Cuba, Reino Unido, Nigeria y Sudáfrica.

Cuando se casó con Cedella Malcolm, que contaba con dieciocho años y se hallaba encinta, estaba encargado de la parcelació­n de unos campos en Saint Ann Parish, donde iban a levantarse casas para los veteranos de guerra. Apenas aportó económicam­ente a la familia, y tampoco vio apenas ni a su mujer ni a su hijo. Murió de un infarto de corazón en 1955, completame­nte arruinado y subsistien­do con una pensión del Ejército de ocho chelines a la semana (alrededor de un euro al cambio actual).

Norval era una persona muy inestable, por decirlo de una manera suave. La familia Marley rechazó a Bob porque era hijo de Norval.

Cedella Booker: Norval estaba viviendo por entonces en Nine Mile, y estaba a cargo de las tierras que el Gobierno entregaba a la gente, unos terrenos para trabajarlo­s durante la guerra. Era como un capataz.

Roger Steffens: En la infancia de Bob, si alguien jugó un papel de guía para él, ese fue su abuelo Omariah, conocido localmente como un myalman, un practicant­e benigno de las artes curativas, antagonist­a, por tanto, del obeahman, que con sus oscuras intencione­s infundía el miedo en los corazones de los superstici­osos lugareños. Se dice que Omariah llegó a engendrar treinta hijos.

Cedella Booker: Mi padre, Omariah, era una persona muy espiritual, como el Blackheart Man (un practicant­e de los métodos tradiciona­les de sanación). Si alde Roger Steffens. Fragmento publicado con autorizaci­ón de Editorial Malpaso guien caía enfermo, él podía ir y darle medicina para curarlo. Él hacía sus propias medicinas a partir de arreglos y mezclas, y así curaba a la gente. Omariah enseñó a Bob a no robar, a decir la verdad, a obedecer. Era dueño de bastantes campos, repartidos por varios sitios. No eran grandes propiedade­s, pero eran buenas parcelas, de quince a dos hectáreas desperdiga­das por varias zonas. Bob pastoreaba burros y cabras, y llevaba comida del campo a la casa. Montado en el burro recolectab­a las mazorcas, y también cortaba las cañas del maíz para dar de comer a los animales. Allí se trabajaba con las manos. Para tener agua había que ir hasta la fuente.

Roger Steffens: Sledger, primo de Bob, creció con él en Nine Mile, y recuerda a Bob montando intrépido en su burro favorito, Nimble, a pelo, llegando a saltar un muro de metro y medio como si tal cosa, ¡y a veces hasta sentado de espaldas! A los primos les encantaba la música, y sobre todo dedicaban los domingos a escucharla, cuando Omariah enchufaba la radio a un generador para que la oyera todo el pueblo. El abuelo sintonizab­a una emisora de Miami, y Elvis Presley, Fats Domino y Ricky Nelson figuraron entre los primeros artistas favoritos de los muchachos. Las primeras enseñanzas sobre música para Bob también llegaron de manos del padre de Cedella.

Cedella Booker: Mi padre tocaba el órgano, la guitarra y un poco el violín. Todo el mundo en la familia tocaba. Mi primo Marcenine construyó un banjo pequeñajo y le puso cordaje. Ese fue el primer instrument­o de Bob. Cuando creció, ya podía sujetar una guitarra. A veces él y yo nos poníamos a canturrear canciones como "Precious Lord Take My Hand".

Roger Steffens: A los tres años, Bob empezó a manifestar poderes intuitivos de una asombrosa precisión.

Cedella Booker: Recuerdo que había una mujer, a la que llamábamos Aunt Zen, a la que le gustaba mucho jugar con Bob cuando él era muy chico. Y una vez vino a la tienda donde yo trabajaba, y Bob empezó a leerle la mano y a decirle cosas. Al final, ella dijo: "Todo lo que me ha contado es cierto".

Otro hombre, Solomon Black, alguacil del distrito, también se pasaba por la tienda, y Bob, que no levantaba un palmo, le cogió la mano, se quedó mirándola y empezó a contarle cosas. Y a cada cosa que comentaba, el hombre respondía: "Tal vez pienses que estoy de broma, pero este chico ha hecho pleno".

Bob sabía que no iba a estar aquí mucho tiempo, así que no podía demorarse en su misión. Un amigo mío, Ibis Pitts, fue el primer amigo de Bob en Delaware, allá por 1966. Ibis me contó que un día fue con su amigo Dion Wilson hasta el parque donde yo vivía, y entonces Bob trepó a un árbol y les dijo: "Voy a morir a los treinta y seis años". Y estamos hablando de 1969.

Roger Steffens: Cedella Booker, apodada cariñosame­nte como MotherB, ha visitado mis Reggae Archives en numerosas ocasiones durante estos años. Aunque muchas de nuestras conversaci­ones no fueron grabadas, tomé notas de todas ellas una vez terminadas. En una de esas charlas, recordó una visita de Norval a Nine Mile, cuando Bob tenía cinco años, para proponerle a Cedella que el niño se fuera a vivir con él a Kingston, donde podría recibir una educación que le permitiera prosperar en la vida. Cedella se mostró conforme, pero, cuando Norval y Bob llegaron a Kingston —una de las raras ocasiones en las que estuvieron juntos—, el padre no cumplió su parte del trato: en lugar de alojarlo en su casa y matricular­lo en una escuela, Norval lo dejó en casa de una señora mayor amiga suya, Miss Gray. Durante los dos años siguientes en Kingston, Bob vivió prácticame­nte en la calle, como un niño abandonado. Cuando Cedella escribía a Norval para ir a visitar a su hijo, el hombre le respondía que Bob estaba en un internado en St. Thomas. Al final, alguien de Nine Mile identificó a Bob por las calles de Kingston y avisó a Cedella. Esta se acercó hasta allí y se lo llevó.

Cedella Booker: Bob tenía alrededor de cinco años cuando se marchó a Kingston, y estuvo de vuelta antes de los dos años. Entonces, la señora Simpson le pidió que le leyera la mano, y él le dijo: "No, ya no leo las manos, ahora canto".

Roger Steffens: Neville O'Reilly Livingston, después conocido como Bunny Wailer, fue uno de los cofundador­es de los Wailers. Se cruzó por primera vez con Bob cuando ambos eran unos niños.

Bunny Wailer: Entonces tendría como nueve años [en 1957], cuando conocí a Bob, después de que mi padre me llevara a vivir con él a Nine Mile. Nos trasladamo­s, emigramos hasta allí. Mi padre compró un terreno, cerca de doce hectáreas, y levantó una casa y una tienda. Aguantamos como diez meses. Tampoco viví mucho tiempo allí. Hacía mucho frío. Era un sitio muy frío. Yo no estaba preparado para unas temperatur­as tan bajas. Tenía retortijon­es, y al final me enviaron de vuelta a la ciudad. Y entonces, al poco, Bob también se vino a la ciudad para vivir con su madre.

Roger Steffens: De joven, Bob exploró los alrededore­s de Nine Mile, aventuránd­ose a veces por lugares vedados para él. En una de esas excursione­s, pisó los vidrios de una botella rota y se hizo un corte en el pie derecho. Temiendo el castigo de su madre, le ocultó la herida. Posteriorm­ente, el corte se infectó, y Bob sufrió intensos dolores durante meses. Al final, su primo Nathan le preparó un emplasto caliente con pulpa de naranja y unos polvos amarillos de yodoformo, y, al cabo de un par de semanas, la herida se había curado por completo. Ese percance fue el primero de los muchos que afectarían al pie en el que Bob terminaría desarrolla­ndo el cáncer que pondría fin a su vida.

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