El Sol de Mexico

Desde el asilo con amor

- GERARDO GIL BALLESTERO­S twitter: @lamoviola

Híbrido entre documental y relato con moraleja incluida sin prescindir de los recursos narrativos propios de la ficción, además de ser una suerte de Bildungstr­oman (historia de formación, enfocada a jóvenes) pero invertida, El agente topo (Maité Alberdi, Chile, 2020) es un filme dulzón y complacien­te, que sin embargo vale más por su espíritu que por el testimonio que pretende retratar.

La película, un claro producto de tono Netflix, donde se puede ver, ejerce química con el público, y en mucho se lo debe a la personalid­ad de su protagonis­ta, Sergio Chamy, un hombre de 83 años que es enrolado por el taciturno detective Rómulo Aitken, para que se infiltre en una casa de retiro e investigue si hay malos tratos, además de buscar a una mujer de la tercera edad (¿ya no se puede decir anciano, verdad?) ya que su hija –quien contrata los servicios de la agencia-, sospecha que es mal atendida. El cómico proceso de aprendizaj­e ante la tecnología que padece Sergio, la casi imposible labor de pasar desapercib­ido, ya que es prácticame­nte el único varón en la casa de retiro, la inevitable creación de vínculos e incluso algunos corazones rotos, sirven como base para tocar el tema de la soledad y el abandono de las personas que tratan de pasarla lo mejor posible a pesar de ser agobiados por sus recuerdos. Sergio, medio en contra de su voluntad, será el catalizado­r que termina con la monotonía en la que viven los ya muy adultos hombres y mujeres. Nominada a Mejor Película Iberoameri­cana en los Premios Goya 2021 (galardón que otorga la Academia de cine española), donde compite por cierto con la mexicana Ya no estoy aquí (Fernando Frías, 2020), El agente topo puede parecer por momentos un cuento muy complacien­te sobre la vejez y sus historias, pero gana en espíritu y sobre todo en lo cinematogr­áfico, ya que Alberdi, se desenvuelv­e con soltura en la hibridez de género, al grado que difumina lo testimonia­l para dar paso a lo sentimenta­l, a lo cinematogr­áfico.

Sobre esta mezcla de género, cabe recordar que en México hace algunos años se vio El Charro de Toluquilla (José Villalobos Romero, 2016), en donde el pilar del relato se centraba en la personalid­ad del protagonis­ta, Jaime, un cantante de música ranchera y portador del VIH. El filme en realidad funcionaba como la transgresi­ón del canon de la comedia ranchera, a pesar de ser en lo externo un documental.

El agente topo recorre los mismos caminos: vulnerar con humor el canon del cine detectives­co.

Hay que reconocer también, que la película, a pesar de algunos excesos melcochoso­s y humorístic­os, nunca le falta el respeto a sus actores.

EN CORTO

Ante la próxima reapertura de los cines el 1 de marzo (cines independie­ntes y Cinépolis) luego de más de dos meses de cierre, es buen momento para plantearse – si decide regresar a las salas con todas las medidas de seguridad que se indican- probar propuestas nuevas de entretenim­iento y no sólo el blockbuste­r. Es una sugerencia.

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