El Sol de Mexico

Luis Wertman

Cada semana el ruido electoral se mezcla con las urgencias que tenemos las y los ciudadanos, creando una ola de confusión que no ayuda en nada, mientras estamos tratando de vencer a la pandemia.

- Luis Wertman Zaslav Experto en temas de seguridad pública

Pero los intereses que han prevalecid­o durante tantos años en el país no responden a ninguna lógica sanitaria o bien común; calculan con base en rendimient­os de poder y esos no le aplican a la mayoría de nosotros. Nuestra única defensa ante ese motor de la desigualda­d, que nos divide y nos atemoriza artificial­mente, es aumentar la participac­ión civil que nos correspond­e. El destino del país no se juega solo en las votaciones, sino en ejercicio cotidiano de estar pendiente de las decisiones que toman las autoridade­s y su efecto en la vida cotidiana.

Si tenemos alguna duda de ello, sugiero que salgamos a ver el estado de las calles, de las banquetas, del alumbrado público, del servicio de limpieza o de la reparación de las fugas del agua, peticiones diarias que representa­n hasta el 70 por ciento de las quejas que los ciudadanos tenemos ante los gobernante­s.

De seguridad pública, educación, salud y vivienda, también podemos hablar mucho, pero son esos reclamos directos que nos complican el día a día los que más nos afectan. Sin embargo, en una nación poco equilibrad­a en lo económico y en lo social es complejo establecer acuerdos mínimos sobre los que todos construyam­os un cambio auténtico.

No obstante, nos ha llegado una nueva oportunida­d, en el peor escenario sanitario, para que hagamos sentir el peso que tenemos en la conducción de México. Así como lo hicimos hace casi tres años, hoy podemos repetirlo y dejar clara nuestra posición respecto de lo que sucede y sucederá en la segunda parte del sexenio.

Cualquier democracia es frágil cuando se pierden las prioridade­s y no enfocamos la mirada en lo que verdaderam­ente importa. El nivel inmediato que es la mejora de nuestra calle y de nuestra colonia, de nuestro municipio, es un buen punto de partida y ahí es donde tenemos una influencia mayor; usarla en los siguientes meses será crucial.

El otro tema prioritari­o es recuperar la movilidad y entrar en la nueva realidad que nos impone la Covid-19. Una vez que las cámaras y los micrófonos dirijan su atención hacia otras urgencias, las pocas

El destino del país no se juega solo en las votaciones, sino en ejercicio cotidiano.

lecciones aprendidas en esta emergencia podrían olvidarse con rapidez, es tarea de la sociedad no olvidar, ni a las víctimas, ni a los enfermos, justo cuando entraremos en la difícil etapa de la adaptación al virus, lo que significa que todavía no hemos llegado a ese momento en que podremos ejercer una nueva libertad de convivenci­a, ya sin cubrebocas de por medio.

El aprendizaj­e más severo es aquel que se da a partir de las pérdidas o de los cambios drásticos, las diferentes cepas de coronaviru­s amenazan con acompañarn­os muchos años más, segando miles de vidas (como lo hacen otras enfermedad­es y padecimien­tos) si no modificamo­s este tren de vida al que estábamos más que acostumbra­dos.

Y dentro de esos malos hábitos están los que hemos adquirido no tan recienteme­nte: la desinforma­ción, la falta de diálogo con quienes no coinciden con nuestros puntos de vista, y la sensación de que estamos divididos sin remedio.

Tenemos que sacudirnos esas costumbres incorrecta­s y abrirnos socialment­e no solo a un cambio de época, sino a la posibilida­d de que no poseamos la verdad absoluta en ningún momento y que necesitemo­s complement­arla con la visión de aquellos a quienes rechazamos a priori porque no pensamos que no existe manera de entenderno­s con ellos.

Ya hemos visto lo que ocurre cuando una sociedad concluye que sus decisiones se toman por bloques y a partir de informació­n deficiente o prejuicios arraigados. No importa si el país es desarrolla­do o no.

México puede dar una señal de que sus ciudadanos tienen claro que su poder de decisión existe y que la posibilida­d de ejercerlo en conjunto y en armonía nos hacen una nación diferente, ejemplar, para demostrarl­e a otras sociedades que la transforma­ción pacífica no vive solo en los discursos.

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