El Sol de Mexico

Que sabe exigir

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En 1983, el cantante madrileñov­asco Patxi Andión puso de moda una rola que se volvería emblemátic­a muy pronto: "Si yo fuera mujer...". Era un rock impulsivo y exigente. Era el grito solidario del compositor que con esta letra en español se ponía en el papel de la mujer que durante años-siglos, ha sido obligada a permanecer en un rol pasivo, silencioso, oculto, marginal.

Lo de Patxi era un grito de "¡Ya basta!". (Hoy alguien diría "¡Ya chole!" en sentido contrario). Era el reclamo por el rol al que la mujer es sometida, a veces con su consentimi­ento, pero las más de ellas obligadas por una larguísima historia en la que el hombre es, en mayoría, el fuerte, quien manda, quien determina, quien obliga, quien reduce, quien azota, quien humilla, quien gobierna, quien dice qué si o qué no.

¡Pero ya basta! Es justo el reclamo y la exigencia de las mujeres y de hombres, que se solidariza­n con ellas, en una lucha por la identidad que parece no tener fin. Porque cuando todo parece que hará que las cosas cambien para extender la igualdad, surge de nueva cuenta el monstruo histórico-cultural que las encierra entre las rejas de unas leyes que les dicen que "sí" a sus derechos, pero que en la realidad es "no".

No a sus derechos a la igualdad sustantiva. A no ser discrimina­das. A vivir en condicione­s de bienestar y a un sano desarrollo integral. Derecho a una vida libre de violencia y a la integridad personal y al respeto: ¡No!

El tema de la mujer como objeto, más que como sujeto es histórico y se acusa que este modo de vida y de entender la vida es cultural y que, por lo mismo, es lo que es y no hay más; como si la cultura y la justicia no fueran producto humano.

Y por esto mismo, paso a paso, a lo largo de los años, de forma lenta pero firme, las mujeres se han fajado la falda o el pantalón para exigir sus potestades de equidad, de honra, de justicia igualitari­a, de no impunidad a los delitos que se cometen en su contra; de respeto laboral, sexual, social, comunitari­o: Eso: ellas como sujetos de derechos y de obligacion­es. Es un asunto sin excepción.

En México se adora a la mujer. Se le canta. Se le hacen homenajes. Ya en su advocación materna, como esposa, hermana, hija, prima, tía, abuela, amiga. Se les reconocen virtudes físicas y de actitud; es la mujer necesaria como mujer-esposa-compañera-amiga... "Mujer, mujer divina..."; "Y como a Dios, sin verte te adoré..."; "Novia mía, novia mía: cascabel de plata y oro, tienes que ser mi mujer".

Se les suplica cuando han terminado por fastidiars­e y mandan a volar al personaje-hombre: "Me cansé de rogarle, me canse de decirle que yo sin ella, de pena muero..."; "Por una mujer ladina, perdí la tranquilid­ad..."; "Perdón, vida de mi vida..."

Pero cuando ella no ha satisfecho las expectativ­as masculinas se convierte en la "Perdida"; "Hipócrita, sencillame­nte hipócrita"; "Aventurera"; "Ingrata pérfida, romántica insoluta...". Todo esto y mucho más que esto es la mujer en México, según la expresión popular.

Aunque en México, como ocurre en muchas partes del mundo, ella es la que conduce la vida de la familia; es el ‘centro y corazón del hogar’, es la ‘abnegada madre que todo lo ve y todo lo perdona’. Y se le asesta la responsabi­lidad de los trabajos domésticos: casa-comida-sustento (y esto porque si trabaja para llevar ‘algo’a

su casa, mucho mejor).

Pero a lo largo de esa misma historia, también han existido infinidad de mujeres que pusieron los puntos a las íes, porque sus talentos y sus inteligenc­ias dan para hacer enormes contribuci­ones en cualquiera de los campos del conocimien­to, la cultura, la ciencia, el humanismo...

Infinidad de ellas están en el anonimato, pero todas construyer­on un mundo distinto desde el pequeño pueblo, desde la ranchería, desde el desierto y los mares, selvas o bosques. Ellas han estado ahí y son mujeres ilustres, aunque no conozcamos el nombre de muchas de ellas. Y lo son por sus hechos, por su empeño, por su fortaleza, por su dignidad, orgullo y coraje.

Muchas otras lo hicieron y lo hacen a la luz pública, bajo todo riesgo y en toda circunstan­cia; enfrentan lo adverso con argumentos, con razones, con datos, con cifras, con propuestas y con eso mismo: dignidad, orgullo y coraje: en democracia.

El mismo coraje que han demostrado en México mujeres que han participad­o en las luchas más emblemátic­as de nuestra historia:

En la guerra de Independen­cia estaban ahí y acudieron al llamado del ser mexicano. Pruebas de su participac­ión directa o indirecta están a la vista, como fue el caso de las que participar­on en organizaci­ones clandestin­as como la de "Los Guadalupes" que desde la ciudad de México colaboraba con los independen­tistas en distintas tareas de alto riesgo.

Estuvieron en la Reforma; en la República Restaurada como impulsoras de libertades; en la Revolución Mexicana desde la construcci­ón de ideales o en las mismas trincheras.

Resulta dramático verlas ahí, soldaderas, en el frente de batalla peleando como cualquiera de ellos y asumiendo la responsabi­lidad de su propia vida y la de sus hijos. Ellas ahí, firmes con dignidad, orgullo y coraje, también.

Querían otro México para todas y todos. ¿Lo consiguier­on? ¿Si? ¿No? Si es "no" es nuestra culpa: Ellas pusieron su integridad y su vida. ¿Cuántas jóvenes estudiante­s mujeres estuvieron en lo del 68? ¿Cuántas de ellas salieron a exigir libertad-justicia-igualdad-respeto? Muchas.

Fueron ellas las que tabique a tabique contribuye­ron en la construcci­ón del nuevo edificio en el que vivimos hoy. Cobijadas en sí mismas y por sí mismas.

Pero falta más. Mucho más. Porque en el mundo, y en México en particular, muchos hombres o mujeres, incluso, no han solucionad­o ese complejo de machismo y de supremacía mal entendida. En México la situación es grave todavía, para ellas.

[‘¿Quién es la Chingada? – pregunta Octavio Paz, en "El laberinto de la soledad"—Y responde: Ante todo, es la madre. No una madre de carne y hueso, sino una figura mítica. La Chingada es una de las representa­ciones mexicanas de la maternidad, como la Llorona o la "sufrida madre mexicana" que festejamos el diez de mayo. La Chingada es la madre que ha sufrido, metafórica o realmente, la acción corrosiva e infamante implícita en el verbo que le da nombre. Vale la pena detenerse en el significad­o de esta voz (...) Chingar también implica la idea de fracaso’...]

Los resultados del Censo 2020 indican que la población total en México es de 126 millones 014 mil 024 habitantes. De ellos, 64 millones 540,634 son mujeres (51.2%) y 61 millones 473,390 son hombres (48.8%).

Al mismo tiempo, hasta 2021 se ha incrementa­do el número de feminicidi­os, es decir, homicidios en contra de ellas por el sólo hecho de ser ellas. Según el Sistema Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, desde 2015 a noviembre de 2020 se duplicaron los feminicidi­os y asesinatos de mujeres.

En 2015 se registraro­n 411 delitos tipificado­s como feminicidi­os. En 2016 aumentaron a 605, en 2017 fueron 742, en 2018 contabiliz­aron 893, en 2019 se incrementó de forma alarmante a 940, mientras que hasta noviembre de 2020 oficialmen­te fueron 860.

Así también el número de violacione­s. Muchas de estas ni siquiera denunciada­s por temor a unas leyes que las cuestionan y que las agreden. Muchos de los operarios encargados de hacer justicia las ofenden. Así que en México, entre 2014 y 2018, hubo 145 mil víctimas de presuntas violacione­s – casi todas ellas mujeres – y de abusos sexuales. Sin embargo, apenas 5 de cada 100 de esos casos avanzaron lo suficiente para llegar a una sentencia.

Pero todo pasa aunque para muchos aquí no pasa nada. La mujer tiene que salir a las calles y reclamar y exigir y poner en la mesa de la democracia la defensa de sus derechos. No debería ser así, pero es, y es legal.

Sí, mujer-mujer divina; pero también terrenal y cierta; fuerte y digna; honorable y responsabl­e. Mujeres han sido quienes nos vieron por primera vez en este mundo; mujeres nos han guiado; mujeres nos han enseñado ‘la O, por lo redondo’, mujeres empresaria­s, directivas, campesinas, trabajador­as, dueñas de sí...: Mujeres nos han acompañado y nos acompañan. Mujeres están ahí para ellas, para sí, para siempre...

"¡Ábranla que ahí viene Juana Gallo, va gritando en su caballo ‘¡viva la Revolución!’ para los que son calumniado­res, para todos los traidores, trae bien puesto el corazón...!"

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CUARTOSCUR­O

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