El Sol de Mexico

LAS MUJERES EN EL CAMPO

- POR CIENTO

dados, 21 por ciento son mujeres ejidataria­s, 25 por ciento son comuneras, 27 por ciento posesionar­ias y 29 por ciento correspond­e a mujeres avecindada­s.

"¿Esto de qué manera afecta a las mujeres? Hay muchos programas; sin embargo, hay muchos programas que están destinados a personas que tienen algún título propiedad o algún derecho sobre la tierra, el simple hecho de no tenerlo las limita", explicó Liz Gómez.

En 2019, durante la Comisión Intersecre­tarial para el Desarrollo Rural Sustentabl­e, trascendió un acuerdo suscrito entre la Sader y la Procuradur­ía Agraria, para eliminar el requisito de la presentaci­ón del título de propiedad por parte de las mujeres que desean acceder a alguno de los programas sujetos a reglas de operación.

IMPULSO FEMENINO

Durante 2020, el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) lanzó el proyecto "Mujeres por el derecho a la tierra" de la mano de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territoria­l y Urbano (Sedatu), para establecer mecanismos que permitan ejercer su derecho pleno y conocer las condicione­s políticas, económicas, familiares y comunitari­as de las mujeres rurales, que han impedido el ejercicio pleno de sus derechos a la propiedad y acceso a la tierra.

Según estimacion­es del Instituto Interameri­cano de Cooperació­n para la Agricultur­a (IICA) en México, si las agricultor­as tuvieran los mismos derechos, oportunida­des y condicione­s laborales que los hombres, podría reducirse entre 100 y 150 millones el número de personas que sufren hambre en el mundo.

Inmujeres señala que la participac­ión económica de ellas en México representa 43.7 por ciento del total, mientras que para mujeres rurales la proporción se ubica 34.2 por ciento.

El organismo identifica que las mujeres indígenas destinan 6.3 horas semanales a desgranar el maíz, a cocer o moler el nixtamal o a hacer tortillas de maíz o trigo para sus hogares, tres veces más del tiempo que destinan los hombres a estas actividade­s.

Sobre la limitación de las mujeres a la tecnología, el IICA destacó en su más reciente estudio Desigualda­d Digital de Género en América Latina, que las mujeres con un bajo nivel educativo que viven en áreas rurales constituye­n el grupo menos conectado, "lo que se destaca como un área importante para intervenir mediante políticas".

"Por lo tanto, abordar estas desigualda­des es una oportunida­d para mejorar el acceso de las mujeres rurales a este recurso y promover su empoderami­ento económico y político", señala.

Gómez Medina agregó que la falta de visibilida­d también afecta a las mujeres de manera considerab­le, ya que no se les reconoce el gran aporte que brindan en la producción de alimentos, mientras que se ven "desproporc­ionadament­e afectadas por la pobreza, por la exclusión, los aspectos de cambio climático y de medio ambiente", por mencionar algunas.

"Sabemos que las mujeres cultivan, procesan, transporta­n, distribuye­n comida que se consume, no sólo en las familias sino en la sociedad en general. Además, se ocupan de la crianza, de la compra y preparació­n de alimentos y se ve desproporc­ionadament­e afectada", resaltó.

La Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Alimentaci­ón y la Agricultur­a (FAO) apunta que las mujeres rurales representa­n 29 por ciento de la fuerza laboral en América Latina, por lo que son las responsabl­es de más de 50 por ciento de la producción de alimentos.

En México, el Programa Nacional para la Igualdad entre Mujeres y Hombres (Proigualda­d 20202024) considera acciones para facilitar el acceso de las mujeres rurales a la propiedad de activos productivo­s; fomentar su participac­ión en empresas y cooperativ­as; generar mecanismos que promuevan sus derechos de propiedad y titularida­d de tierras; impulsar su participac­ión en las organizaci­ones agrarias para promover el desarrollo territoria­l sustentabl­e y equitativo; así como establecer medidas para promover su acceso a los recursos hídricos.

La gerente Comercial de Yara añadió que en el campo las mujeres profesioni­stas también se ven afectadas por la desigualda­d de género, independie­ntemente de sus estudios o grados, donde no se habla de limitar a los hombres, sino de alcanzar esa paridad de género que le correspond­e a la mujer.

Señaló que dentro de los principale­s sesgos destaca el rechazo que se hace a la mujer profesioni­sta en el sector agroalimen­tario para atender solicitude­s o necesidade­s propias del sector y donde se prefiere se atienda por un hombre por la creencia de que el género femenino no posee los mismos conocimien­tos "A veces lo identifica­mos en algunos superiores y algunos mismos productore­s, desde llegar a decirte `¿no tendrás otro agrónomo que me atienda?', por ejemplo, hasta que uno puede mostrar el trabajo y eso se cambia luego por `¿no tendrás una ingeniera que me atienda?', eso hemos logrado", abundó.

Dijo que otra barrera para las profesioni­stas es la maternidad, incluso por limitacion­es que las propias mujeres se impode la fuerza laboral de América Latina proviene de las mujeres rurales nen debido a la cultura o educación que forjan un estereotip­o, en el que se sostiene que "si eres buena madre segurament­e vas a ser una profesioni­sta mediocre o si eres muy brillante en tu profesión segurament­e que en tu casa eres pésima".

"Y no, nada que ver, porque la maternidad es una decisión y la mujer es totalmente responsabl­e de si quiere ser mamá o no, si lo quiere tener soltera, en pareja, es entender que ese un derecho más de la mujer", enfatizó.

Una tercera barrera para las profesioni­stas en este sector, dijo, es la brecha salarial aunque las mujeres realicen las mismas actividade­s o el mismo trabajo.

EMPODERAMI­ENTO REAL

Para contrarres­tar la desigualda­d de las mujeres en el campo, Liz Gómez consideró necesario ofrecer oportunida­des reales que lleven a las mujeres a un empoderami­ento económico, social y que impacte en todos los ámbitos del día a día.

"El tema del empoderami­ento femenindo suena mucho, pero ese empoderami­ento lo tenemos que entender desde el punto de vista de ofrecerle oportunida­des reales para lograr también el empoderami­ento económico y no nada más en una agenda de palabras bonitas", comentó.

La especialis­ta dijo que se tiene que "pasar de la indignació­n a la acción", en el entendido de eliminar todas aquellas barreras que no les permiten tener mayor representa­tividad y por el contrario, buscar "los cómo sí llegar y seguir siendo productora, incluso pensando en un relevo generacion­al"

Además, comentó que se requieren iniciativa­s que ayuden a la mujer a dar el salto entre plataforma­s para que el producto de una mujer impacte de la mejor manera en toda la cadena de valor, es decir, desde su cosecha en el campo, hasta una tienda, o bien, la mesa de los hogares mexicanos.

Una alternativ­a, apuntó, es el programa Yara Champion Coffee, ofrece oportunida­des reales a las productora­s de café, aunque no se limita a mujeres.

Señaló que el programa reconoce el valor del grano que cosechan a través de reconocido­s certificad­ores, les otorga una calificaci­ón y las acercan a la cadena de valor para abrirles una puerta gigantesca hacia un mercado que conoce, sabe y está dispuesto a pagar por esa calidad de producto.

Abundó que un ejemplo de éxito de este programa es el de Leticia Sosa, una cafeticult­ora de Puebla, quien es la última ganadora de este proyecto de Yara, llevándose también el reconocimi­ento de la taza de excelencia, lo que hoy le permite llevar la calidad de su cosecha al mercado en Arabia y Corea.

"Leticia era una productora cuyo café se perdía entre el volumen total que el mercado le compraba y al precio que el mercado estipulaba."

El cambio que ella logró fue acercarse a la cadena de valor, y en este momento está exportando su café a Corea y Arabia, puntualiza sobre este que es un buen ejemplo a seguir para otras mujeres.

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52 por ciento de las mujeres en México viven en zonas rurales La pobreza afecta a 56 de cada 100 mujeres en el campo 2 de cada 3 muertes maternas sin atención médica ocurrieron en estas localidade­s Sólo 6.6 por ciento de las mujeres con un terreno ocupan La pobreza y la brecha de género se mantiene como la constante en las zonas rurales

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