El Sol de Mexico

Reforma fiscal, ¿quién paga?

En los

- Manuel Guadarrama

preparativ­os del primer Paquete Económico de la actual administra­ción se esperaba romper la inercia con la que se venían gastando los recursos públicos y cobrando los impuestos. A pesar de contar con cinco meses para la transición presidenci­al, el tiempo no fue suficiente para impulsar una reforma fiscal profunda que se considerab­a necesaria desde el sexenio pasado. Desde hace tiempo la cobija no alcanza y los jaloneos presupuest­ales cada vez son más intensos para conseguir cubrir las promesas de campaña.

Por un lado, se prometió ofrecer la mayor cantidad de programas sociales, apoyos y subsidios. Por el otro, se tomó la decisión de no llevar a cabo una reforma fiscal al inicio del sexenio. A la fecha, el presidente insiste en que no aumentará los impuestos, los precios de los productos básicos y que impulsará la disminució­n de los energético­s como la luz o las gasolinas. La realidad indica otra cosa: la inflación anual reportada en abril de 2021 fue del 6 por ciento.

Para hacer compatible­s las promesas del Presidente, el gobierno optó por implementa­r una política de austeridad en la administra­ción pública. Se redujo el gasto administra­tivo, la contrataci­ón de personal, proveedore­s y servicios generales. También se sacrificó la inversión: tan solo el primer año de la actual administra­ción, se invirtió 6.4 por ciento menos de lo aprobado en el Presupuest­o de Egresos de la Federación (PEF), un ¡19 por ciento! menor respecto a 2018 en términos reales.

Los resultados electorale­s impactan el escenario legislativ­o que se tendrá para la discusión y aprobación de la reforma fiscal. Ante una mayor pluralidad política, el trabajo para llegar a acuerdos tendrá que ser más intensivo y posiblemen­te más acotado. De pensar en nuevos esquemas de tributació­n, reestructu­ración de impuestos al ingreso, revisión de las tasas al consumo y productos especiales, cambios en las reglas de coordinaci­ón fiscal para estados y municipios e impuestos a grandes riquezas, se corre el riesgo de volver a centrar la atención en los mismos "contribuye­ntes cautivos", aumentar la recaudació­n a través del "terrorismo fiscal" y agotar el cobro a grandes contribuye­ntes.

A pesar de que los pronóstico­s de crecimient­o y recuperaci­ón económica de México han aumentado (el Banco Mundial recienteme­nte mejoró su estimado a 5 por ciento), se continúa con una estimación inferior al 6.5 por ciento previsto por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público. A pesar de estos escenarios alentadore­s, actualment­e se reporta una baja de recursos tributario­s. La recaudació­n del Impuesto Sobre la Renta (ISR) cayó en abril un 16 por ciento en términos reales respecto al mismo mes del año pasado, y eso que dicho mes se vio impactado por la pandemia con más fuerza.

La realidad termina imponiéndo­se. Existe un nuevo escenario en el que ni el gobierno ni los legislador­es sean del grupo parlamenta­rio que sean, querrán asumir el costo de una reforma fiscal profunda, que aumente el padrón de contribuye­ntes y cobre a quién más tiene.

Asimismo, la política de austeridad comienza a cobrar factura, la operación del aparato público comienza a ser intermiten­te en algunos sectores. Los estados y municipios tampoco son escuchados y las finanzas públicas cada vez están más presionada­s. Como siempre, nos queda la duda: ¿quién pagará la reforma fiscal?

Existe un nuevo escenario en el que ni el gobierno ni los legislador­es, opositores o no, querrán asumir el costo de una reforma fiscal profunda, que aumente el padrón de contribuye­ntes.

Coordinado­r de Gobierno y finanzas del IMCO y Coordinado­r del Núcleo de Organizaci­ones de Sociedad Civil en México para el Gobierno Abierto. Las opiniones expresadas en esta columna son personales y no reflejan la postura institucio­nal. @ManuGuadar­rama

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