La otra cara de la belleza
LA OBRA DEL FOTÓGRAFO FUE CENSURADA Y VANDALIZADA POR MOSTRAR IMÁGENES DE LA VIDA DE UNA TRANSEXUAL, EN LAS QUE CAPTABA EL TRASFONDO DE SU DECADENCIA
Erik Rish huía de su propio veneno; de ese sabor amargo que entumecía su garganta y que lo hacía sentir completamente miserable. Decidió tomar su cámara y retratar a esos fantasmas en los que se reflejaba, y que lo estaban llevando a la decadencia al haber tomado una mala decisión en su vida.
Recorrió los barrios más bajos del Centro Histórico de la Ciudad de México; pasaba por hoteles de paredes despintadas y corroídas por la humedad, veía antiguas vecindades con pasillos infinitos llenos de oscuridad, de esa que dicen que se siente cuando estás tocando fondo.
“Estaba en una etapa personal muy fuerte de reconstrucción e introspección, de encontrarle sentido a mi día a día. Es muy complicado el tema de la depresión porque es un vacío emocional muy fuerte el que te da al vivir en un mundo de excesos", comparte en entrevista.
“No sabía qué pasaba conmigo. Vivía lleno de comodidades, no me faltaba comida, casa, tenía una familia amorosa, un grupo de amigos increíble. Acudí al psicólogo y me preguntó qué era eso que me gustaba hacer de niño y que no había podido lograr, le dije, ser fotógrafo, me contestó que lo primero que tenía que hacer era comprar una cámara y que no regresara a su consultorio sin ella”, narra Rish.
Fue así que la fotografía se convirtió en su actividad cotidiana, en un ejercicio necesario para su salud mental.
“Estaba obligado a encontrar qué era lo que daba sentido a mi vida. Me iba de pinta de la oficina con mi cámara y curiosamente fui encontrando estos personajes urbanos que son parte de un segmento llamado marginación social; al marginado siempre se le ha estereotipado como ese individuo indeseable de la sociedad”.
Así se sentía él y esos eran sus fantasmas, a los que les buscaría rostro para entonces capturar su esencia a través de su lente.
“Muy dentro, a veces nos sentimos indeseables de nuestra existencia, entonces si me preguntas cómo descubro este segmento, te puedo decir que yo tenía una necesidad muy fuerte de ponerle rostro al vacío y dolor que sentía. Era como una necesidad de hacer un autorretrato de mi mente, de cómo esta se sentía en este momento, y mostrara el rostro de un drogadicto vagabundo en condiciones de calle debido a un padecimiento mental por el que cayó en la marginación”.
Y así, entre esos rincones lúgubres apareció Nicole, “una chica transexual cuyas condiciones la llevaron a iniciar una vida que no deseó nunca y que se vio obligada a vender su cuerpo para poder sobrevivir.
“Entonces voy planteando una dicotomía: el por qué yo consumí sustancias y aposté por una autodestrucción, teniendo la libertad de elegir cualquier otro tipo de cosa, y hay personas que nunca quisieron vivir así y se vieron forzadas a hacerlo”.
Erik no sabía cómo acercarse a ella y en lo primero que pensó fue pedirle que si podía tomarle unas fotos.
“Platicando con ella de inmediato se creó un puente de conexión entre los dos y logramos una sensación liberadora; se sintió muy cómoda al contar su pasado y no me veía como una amenaza o una especie de cliente, sino que enarbolamos una relación de confianza, tanto de mi parte humanizándola y ella humanizándome a mí retratando su parte ideal”.
Esa confianza le llevó a Erik a adentrarse más en el estilo de vida que llevaba Nicole, y registrar cada momento en el que se encontraba en riesgo y el contraste de sus sentimientos.
“Fue cuando me llamó mucho la intención saber cómo eran las 24 horas de una persona que vive en este estado de vulnerabilidad, este constante riesgo. Nicole me contaba que vivía encerrada en un hotel las 16 horas del día y el resto de la jornada se dedicaba a prostituirse en las calles, le comenté que quería retratar esas horas cuando estuviera en el proceso de autodegradación. Quería saber qué sucede con una persona cuando está tantas horas encerrada en un cuarto y salir de día y estar amenazada”.