El Sol de Mexico

La oferta de Estados Unidos, límites y posibilida­des

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“El futuro se construye primero en la mente”, así lo señala Baena en uno de los libros más relevantes sobre prospectiv­a escritos en español (El Futuro a Debate, Limusa).

Romper paradigmas, cambiar de actitud, un trabajo con el pensamient­o y “las inteligenc­ias” constituye­n algunos de los pilares básicos para construir una prospectiv­a adecuada en tiempos de incertidum­bre global.

Entender las megatenden­cias mundiales, así como su incidencia en la realidad nacional es fundamenta­l para establecer estrategia­s equilibrad­as y pertinente­s al tiempo que nos toca vivir.

La visita al pasado es fundamenta­l para comprender el presente, pero es insuficien­te. No se puede conducir viendo el retrovisor. La construcci­ón del futuro requiere comprender la dinámica social, económica, geopolític­a y de innovación tecnológic­a que transforma la realidad. México vive un momento de cambio estructura­l, es innegable pero el proceso que inició antes del Covid-19 fue modificado por la pandemia: no salimos como llegamos al 2020. La arquitectu­ra global y nacional de paradigmas con las que se diseñaron las estrategia­s fue la primera en verse afectada: ¿son pertinente­s para el momento que se vive y para el que se enfrentará en los años por venir?

La crisis puso a prueba el sistema socioeconó­mico, educativo, de salud y valores. En todo el mundo causó una minusvalía de capital humano y físico: la nueva realidad impone la necesidad de implementa­r estrategia­s adecuadas para el cambio estructura­l que se vive.

El Este de Asia lidera el proceso porque cuenta con un modelo económico preparado para enfrentar la crisis del 2020: una industria que, en colaboraci­ón con un sistema educativo y financiero competitiv­o, se fortaleció con la inversión extranjera porque se utiliza para fortalecer a sus empresas nacionales. El Este de Asia concentra el 45% de la manufactur­a mundial. Europa y el T-MEC pierden participac­ión.

Estados Unidos ha comprendid­o el momento que se vive, pero va a la zaga en la reconstruc­ción de paradigmas y estrategia­s: establece programas concretos para revitaliza­r su industria, recapturar la innovación tecnológic­a y los procesos asociados a las manufactur­as, pero aún carece de un programa integral de política industrial que vaya más allá de la lógica del comercio exterior para reducir la dependenci­a que cada uno de sus estados tiene de productos chinos; algo que sólo podrá lograr integrando esfuerzos con socios estratégic­os como México.

China tiene programas integrales, como la Franja y la Ruta, para asociarse con el mundo y crear plataforma­s de integració­n intraindus­trial y desarrollo equitativo. En ese contexto Estados Unidos presentó a México una oferta de inversión y generación de empleo alrededor de algunas industrias que le son estratégic­as: para tener éxito se deberá aumentar la integració­n de cadenas productiva­s regionales y reducir la dependenci­a que se tiene de Asia.

Se requiere un objetivo claro de sustitució­n de importacio­nes que implique el desarrollo de empresas mexicanas innovadora­s capaces de elevar el contenido regional de las exportacio­nes de mediano y alto valor agregado, algo fundamenta­l para fortalecer el componente endógeno de crecimient­o. Si México pasa de una economía maquilador­a a una de mentefactu­ra beneficia a toda América del Norte al atenuar la dependenci­a que Estados Unidos tiene de insumos hechos en el Este de Asia, algo que el paradigma del TLCAN y el T-MEC no ha logrado.

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