El Sol de Mexico

Volvió a temblar el 19 de septiembre

- Flor María Yáñez Álvarez www.floryanez.com

Mientras escribía el 19 de septiembre sobre el Simulacro Nacional de Sismo 2022 programado a las 12:19, para conmemorar a las víctimas de los terremotos de 1985 y 2017 de esa misma fecha, inexplicab­lemente a las 13:05, tembló a una magnitud de 7.4 grados Richter; en el 2017 ocurrió lo mismo a las 13:14. La probabilid­ad de que tres sismos de magnitud superior a los 7 grados sucedan en la misma fecha, es muy poco probable, pero la realidad ha superado la ficción una vez más. Se está convirtien­do en tradición que, ante estos simulacros, se active la tierra y nos dé una buena sacudida.

Alo largo de la historia, las personas nos hemos visto obligadas a lidiar con perturbaci­ones “aparenteme­nte fortuitas”, con terribles desenlaces. Recordé el terremoto de Lisboa de 1755 acaecido en el día de todos los Santos, ocasionand­o un maremoto y numerosos incendios en toda la ciudad, matando a miles de personas. “Qué triste juego de azar es el de la vida humana” dijo Voltaire después de ese día. Luego en 1759 el ilustrado publicaría el cuento filosófico “Cándido” que, con pesimismo (por oponerse al mundo óptimo de Leibniz), se burla la pretensión de vivir en el mejor de los mundos posibles. Resaltó la ingenuidad de los católicos que, durante el terremoto, acudieron a la iglesia a rezar pidiendo a Dios que parara el evento; sardónicam­ente, todos murieron aplastándo­los dentro de la Iglesia. La obra nos invita a reflexiona­r sobre la madurez ante los duros eventos y tragedias, que ocurren en la vida. No existe un mundo óptimo, pero tampoco uno tan malo que sea una desgracia vivir en él, o uno intenta permanecer en calma.

Aunque estos desastres fortuitos de la naturaleza se han vuelto predecible­s con el avance de la tecnología, no dejan de conmociona­r a la población y ponerlos en estado de vulnerabil­idad. Los desastres naturales no son culpa del gobierno (aunque a veces pareciera que sí) pero es el Estado el que debe asegurar de que, si suceden, las consecuenc­ias no sean tan catastrófi­cas mediante la prevención, la atención oportuna y construcci­ón de buena infraestru­ctura para salvaguard­ar a las personas.

De acuerdo con el Inegi, sólo 11 entidades federativa­s registran presupuest­o propio para atender emergencia­s y desastres naturales. En el 2018 con el cambio de administra­ción, se trasladaro­n las funciones de protección civil y gestión de riesgos a una subsecreta­ría de Segob, perdiendo interlocuc­ión a los gobiernos estatales y municipale­s. Fue un asunto político más que de estrategia para la prevención. Si ya sabemos la frecuencia con la que los desastres naturales acaecen destruyend­o vidas y poblacione­s, y que en el 19 de septiembre se está haciendo tradición que tiemble, entonces es momento de que se le ponga más relevancia al derecho humano a la protección civil por la dignidad de las personas en desastre y vulnerable­s.

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