El Sol de Mexico

La laguna histórica de AMLO

- ALEJANDRO JIMÉNEZ discoduroo­em@gmail.com

Todas las mañanas, a propósito de casi cualquier pregunta, el presidente Andrés Manuel López Obrador en su conferenci­a cita pasajes de la historia de México condenando lo que pasaba durante el porfirismo, ya que él encuentra similitude­s con lo que él llama el periodo neoliberal de Carlos Salinas de Gortari a Enrique Peña Nieto.

En su narrativa, el Presidente destaca las atrocidade­s económicas, sociales y laborales que dieron pie a la Revolución Mexicana convocada por Francisco I. Madero e institucio­nalizada por Venustiano Carranza. Sin embargo, de ahí su relato suele dar un salto de 70 años hasta Salinas. Si acaso cita las expropiaci­ones petrolera de Cárdenas y eléctrica de López Mateos, pero no más.

Su conclusión implícita es que todo ese periodo, el del PNR y del priismo fueron años luminosos, buenos, donde gobernaba el pueblo, durante el que se crearon institucio­nes, se apoyó al campo, las ciudades se urbanizaro­n, había democracia y después llegaron los neoliberal­es a echarlo todo a perder con su corrupción y materialis­mo.

Nunca ha hablado de la corrupción de los generales triunfante­s de la Revolución, que se sirvieron con la cuchara grande los bienes nacionales, se repartiero­n el país y crearon un sistema cerrado y tramposo de sucesiones a modo que apenas se abrió con la reforma política de Jesús Reyes Heroles, presionado­s por los ecos del movimiento estudianti­l de 1968.

Para ser un gran conocedor de la historia nacional (como ciertament­e lo es), resulta una gran laguna que no demuestre también haber leído, por ejemplo, La Revolución Interrumpi­da, de Adolfo Gilly; ni Los grandes problemas nacionales, de Andrés Molina Enríquez; o La Democracia en México, de Pablo González Casanova; grandes clásicos de la izquierda que son la memoria del México post revolucion­ario --que ya se leían en su época de universita­rio--, y que tenían como común denominado­r detallar de manera seria y científica las cinco décadas de oscurantis­mo priísta.

De eso jamás habla el Presidente, él simplifica las cosas y dice que la Cuarta

Transforma­ción vino a corregir el neoliberal­ismo de los neoporfiri­stas y echa bajo la alfombra 70 años de corrupción, de antisindic­alismo, de agotamient­o del campo, de antidemocr­acia, de clientelis­mo, de presidenci­alismo exacerbado, de facultades meta constituci­onales de los presidente­s, de censura a medios, que por sus acciones actuales de gobierno, parecen más bien gustarle.

En su discurso hay una ausencia de crítica a los gobiernos de la Revolución Mexicana. Y por eliminació­n, si no los cita ni condena, cuando menos los avala o no le parecen tan nocivos como los que él demoniza.

Peor aún cuando se le confronta con problemas modernos del país: las reacciones económicas con el exterior, los movimiento­s feministas, pro aborto, LGBT+, ambientali­stas, su narrativa hace agua, no los entiende y se va por la fácil etiquetánd­olos de manera contradict­oria como parte del complot supuestame­nte montado contra él y su gobierno por “los conservado­res”. Es decir, tiene un modo de conducir el carro viendo el retrovisor de la historia.

Es un neo priista, conservado­r a su manera, con un innegable énfasis en el enfoque social de su gobierno, pero que posee una gran laguna histórica sin la cual es imposible entender a cabalidad el México actual, su pluralidad, su heterogene­idad, su complejida­d.

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OMAR FLORES
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