El clásico
navideño que llamó a la reconstrucción y unidad de México
Si nos preguntaran por novelas o cuentos clásicos de esta temporada, pensaríamos en Un cuento de Navidad, del británico Charles Dickens o ¡Cómo el Grinch se robó la Navidad!, del caricaturista norteamericano Theodor Seuss Geissel. Pero si volteásemos la mirada hacia la historia de nuestra literatura mexicana, hay un libro que no deberíamos olvidar: La Navidad en las montañas, del escritor liberal de izquierda Ignacio Manuel Altamirano (18341893), también conocido por ser uno de los fundadores de la literatura nacional.
Una novela de corte costumbrista y romántico, que, a pesar de su trama aparentemente sencilla, sirvió como un llamado de unidad nacional y reconstrucción del país en tiempos de profunda división política y violencia armada en todo el territorio, tras la Guerra de Reforma y la Intervención Francesa.
Se trata de tercera obra de Altamirano, quien al igual que Dickens —al cual leyó y emuló algunas técnicas narrativas— expresó su visión ideológica de México a través de la historia de un capitán, que tras haber participado en la Guerra de Reforma se encuentra, en vísperas de Navidad, con un cura español que ha conformado una pequeña comunidad en la que todos conviven armónicamente.
Originalmente se publicó en en 1871, en el periódico La Liberia, como un encargo poeta e historiador Francisco Sosa, habría sido escrita como una obra corta, de estilo sencillo, para que del mismo modo que los catecismos, sirvieran como documento didáctico.
Y es que Altamirano —como lo dijo el poeta y narrador José Emilio Pacheco, en su famosa columna Inventario, en 1984— insistió “en el cometido político y moral de la novela como ‘libro de masas’ destinado a revelar a los mexicanos su historia, su paisaje, su habla, sus costumbres: su realidad. Género popular, la novela debía ser entretenimiento y mucho más: crítica, enseñanza, reflexión, testimonio”.
Un hecho curioso de la escritura de este libro, es que, como el mismo autor relata, en una nota previa a la publicación de la obra en Francia en 1891, fue “casi secuestrado” por Francisco Sosa, quien consciente de la “decantada pereza” del escritor, lo encerró durante tres días en su cuarto sin dejarlo descansar y sin visitas que le interrumpieran, hasta que la obra estuviera terminada, llevándose cada cuartilla directo a la imprenta en cuanto la llenaba el narrador.
En su primera publicación en el periódico La Iberia, dirigido por Anselmo de la Portilla, la novela agotó rápidamente sus ejemplares, por lo que tuvo otras cuatro ediciones, con algunas correcciones hasta su edición definitiva de 189, publicada en París, en la Biblioteca de Europa y América, con un tiraje de tres mil ejemplares.