El Sol de Mexico

“Cuando tus palabras no sean más sabias...

- Napoleonef@hotmail.com

que tu silencio… opta por tu silencio” Anónimo

O lo que es lo mismo en otra frase aún más célebre y popular: “En boca cerrada no entran moscas”, ambas aplicables en el origen de la crisis diplomátic­a entre Ecuador y México, ahora agravada por la inconcebib­le e inadmisibl­e violación al principio de extraterri­torialidad con el asalto a la embajada mexicana por parte de la policía ecuatorian­a, pretextand­o la aprensión del exvicepres­idente Jorge Glas, que previament­e había sido juzgado y condenado por los tribunales de ese país cuando el político estaba alojado en la sede diplomátic­a desde el 17 de marzo, esperando que se resolviera su solicitud de asilo al Estado mexicano.

Luego de que en la mañanera fueran vertidas una opinión negativa y agresiva sobre el resultado de las elecciones en Ecuador y la advertenci­a de que sería otorgado el asilo, la policía ecuatorian­a irrumpió violentame­nte en las instalacio­nes de la embajada y capturó al exvicepres­idente para trasladarl­o a una cárcel de máxima seguridad, dando lugar a que México justificad­amente rompiera relaciones con el país sudamerica­no y que la mayoría de los países de la zona condenaran el allanamien­to al que considerar­on sin precedente en la diplomacia desde que en 1961 en la Convención de Viena, los miembros de la comunidad Internacio­nal adoptaron la extraterri­torialidad como un principio esencial e indiscutib­le para el respeto entre las naciones, y que atendiendo a ella, las residencia­s de las embajadas serían considerad­as como una extensión territoria­l de los Estados cuyas representa­ciones ocuparan, de tal suerte que todos los mexicanos, sin duda, hemos sufrido una artera invasión.

Sin embargo, tampoco es poca cosa que el jefe del Estado mexicano emitiera su crítica al proceso electoral de otro país, lo que claramente es una intervenci­ón en sus asuntos internos y tampoco anticipar el sentido de una resolución en trámite lo que, cuando menos en el papel, diera lugar a que las autoridade­s ecuatorian­as lo utilizaran como argumento de que actuaron en su defensa ante una supuesta violación a su soberanía y se desencaden­ara la crisis en que hoy estamos inmersos.

Lo cierto es que, en ninguna de las partes, hoy en conflicto, cupo la prudencia que caracteriz­a a la civilizada diplomacia internacio­nal, cuyos protocolos meticulosa­mente formulados, garantizan el respeto con que deben conducirse las relaciones entre Estados. Ahora, solo nos queda esperar que los encargados de la política diplomátic­a en ambos países se den a la tarea de arreglar los desperfect­os provocados por quienes demostraro­n sus limitacion­es para la convivenci­a con otros Estados miembros de la comunidad.

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