Preocupa que
7 de cada 10 personas agresoras reportadas por mujeres que sufrieron violencia sexual en edades tempranas fueron familiares o personas cercanas
Cuando una mujer está embarazada hay una extrema necesidad por transitar esa etapa de su vida libre de violencia. Sin embargo, no siempre es posible y los datos así lo comprueban.
La violencia tiene graves repercusiones durante y después del embarazo. Según estudios, es un factor que influye en la mortalidad materna y en la salud de niñas y niños por nacer. Se ha estimado que entre tres por ciento y siete por ciento de las muertes maternas está relacionado con violencia. De acuerdo con Melisa Institute, este porcentaje puede ser muy superior en entidades como la Ciudad de México, donde se rebasa el 20 por ciento.
La violencia física y sexual aumenta el riesgo de complicaciones obstétricas por golpes, lesiones, labor prematura del parto y hemorragias. También las mujeres afectadas sufren frecuentemente barreras para acceder a un buen control del embarazo.
Un dato relevante es que el entorno de violencia hacia las mujeres se observa desde la infancia. De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (endireh,
2021), 12.6 por ciento de las mujeres mexicanas reportó haber sufrido violencia sexual antes de los 15 años, eso equivale a seis millones 366 mil 948 niñas y adolescentes víctimas de este tipo de violencia.
Es preocupante que casi siete de cada 10 personas agresoras reportadas por mujeres que sufrieron violencia sexual en edades tempranas, sean familiares o personas cercanas (endireh, 2021).
Asimismo, según el Censo Nacional de Procuración de Justicia Estatal 2021, en dicho año se registraron 22,410 víctimas de delitos sexuales de niñas, niños y adolescentes. Sin embargo, el riesgo es visiblemente mayor para las niñas y adolescentes mujeres, ya que ellas concentraron 84 por ciento de las víctimas.
Estas cifras de violencia son aún más alarmantes cuando se dan en una situación de embarazo, pues se relacionan también con la ocurrencia de un aborto espontáneo o inducido, así como con la reincidencia.
Según investigaciones del Dr. William Fisher de la Universidad de Ontario Occidental, en Canadá, un historial de violencia física o sexual se asocia con abortos inducidos repetidos. Es decir, la violencia física o sexual por parte de la pareja puede dar lugar a cambios psicológicos duraderos que lleven a la mujer a decidir abortar, incluso de manera repetida.
En el contexto de nuestro país, lo anterior cobra mayor relevancia cuando se conoce que entidades que impulsan la política de aborto, como la Ciudad de México, se encuentran a la cabeza de los reportes de violencia sexual durante la infancia y la adolescencia. La Ciudad de México junto con el Estado de México, Veracruz, Jalisco y Puebla concentran dos de cada 10 reportes de violencia sexual. En la Ciudad de México casi 15 por ciento de las mujeres