El Sol de Parral

Fije su vista en Cristo

Es muy común, cuando pasamos por las tormentas de la vida que pongamos nuestros ojos en los nubarrones, truenos y relámpagos. Al hacer nos podemos llenar de temor e incertidum­bre, lo cual no nos ayudará para nada para continuar adelante.

- CASA DE ORACIÓN PACTO DE PAZ Pastor J. Andrés Pimentel M.

No caiga en la trampa de fijar su vista en las tormentas de la vida. En lugar de eso, ponga sus pensamient­os y afectos en el Señor. A medida que lo haga, la fuerza de la fe comenzará a fluir de usted. Esa corriente rechazará toda forma de oscuridad y tormenta. Dice la palabra de Dios: “El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden” (Juan 15:6) Si le pidiera que hiciera una lista de cien cosas que usted necesita para sentirse pleno, realizado, segurament­e podría hacerla, ¿cierto? Probableme­nte estaría pensando en una lista tan larga de “sis” y “nos” que no sabría por dónde empezar. Pero puede estar tranquilo. No voy a sugerirle que haga una lista. En cambio, voy a ayudarle a simplifica­r las cosas al darle sólo una: Busque a Cristo y confié en Él. De lo único que usted es verdaderam­ente responsabl­e es de su unión con Él. Si usted busca constante y fielmente la unión y comunión con Él, todo lo demás será resuelto. Al usted diga: “Pero, ahora estoy enfrentand­o algunos problemas grandes. Mi vida está al revés. Estoy tan afanado que no sé si voy o vengo. Hoy no tengo tiempo para tener comunión con el Señor”. Entonces, es cuando más necesita tener comunión con Él. Necesita mantener su unión con el Señor en especial cuando las tormentas de la vida vienen. Sé que eso no siempre es fácil. Ya sea la tormenta una enfermedad en su cuerpo o problemas económicos o contiendas familiares, la tentación será fijar la atención y la mente en ese problema. Ni siquiera querrá pensar en algo más. Pues, eso fue lo que el enemigo planeó para distraerle de la comunión con Dios y para alejar su atención de la unión con Él. No caiga en la trampa del enemigo. En lugar de eso, ponga sus pensamient­os y afectos en el Señor, fije su vista en Cristo. A medida que lo haga, la fuerza de la

fe comenzará a fluir de usted. Esa corriente rechazará toda forma de oscuridad. Le llevará en triunfo en cada tormenta. Tenga hoy comunión con Jesucristo. Dice la palabra de Dios: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son echas nuevas”. (2 Corintios 5:17) Es muy interesant­e pensar cómo Cristo fue levantado al tercer día, después de la tormenta de la crucifixió­n y la muerte. Lo que nos permite entender que Él no es el único que fue levantado. Nosotros, los que ponemos nuestra fe y esperanza en Él, también hemos sido levantados de las tormentas de la vida junto con Él, su victoria es nuestra victoria. Somos levantados con Él desde el mismo momento que ponemos nuestros ojos, fe y esperanza en Él. Ese día pasamos de muerte a vida. La parte más importante de nuestro levantar en las tormentas de la vida ya ocurrió. Medite en eso. Cuando usted hizo a Jesucristo el Señor de su vida, la victoria de la cruz es suya. Esa victoria consumió las tormentas de la vida. Por eso mi estimado lector, no ponga sus ojos en las vicisitude­s de la vida, sino en Jesucristo. No tiene que esperar más para ser libre de las tormentas de la enfermedad, de la pobreza y del fracaso que acompañan a este mundo natural. Usted ya es libre de todo eso si confía en Cristo, quien lo hizo ya todo en la cruz. Quizá esté preguntánd­ose: “Bueno, si soy tan libre, ¿por qué no puedo salir adelante? ¿Por qué no puedo y tropiezo siempre con la misma piedra? ¿Por qué estoy siempre enfermo?” Pues, porque ha fijado más su vista en las tormentas que en Cristo mismo. Por eso le pido, estimado lector, con el respeto que me merece, que a partir de hoy comience a considerar­se en victoria sobre las tormentas en el nombre de Cristo, a que piense de sí mismo como alguien que ya tiene la vida y la victoria de Dios, si es que decide poner sus ojos y su fe en Él, y no como un ser terrenal que está esperando siempre “a ver que pasa”.

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