El Sol de Parral

Las influencia­s

- DR. JORGE PEÑA RIVERA

EL ORDEN DE LOS FACTORES NO ALTERA LO BRUTO

Muchos filósofos que andan por ahí dicen que la vida enseña mucho. Les he preguntado que enseña la vida y hanme dicho que enseña nada menos que a vivirla, la cual respuesta es peregrina. El aprendizaj­e de la vida es largo, algunas veces se completa cuando ya está uno sacando la lengua, como diría Pedro Hernández; otras no se completa nunca.

Este savoir vivre, que en tanta estima tienen los franceses, es una ciencia dificilill­a, y tras ser dificilill­a, inútil, porque vivimos tan poco, nos morimos tan fácilmente, que puerilidad y grande parece aprender a pasar cinco a diez años que con todas las gramáticas paradas serán rematadame­nte malos.

El fundamento de la gran ciencia de la vida, tengo para mí y así lo proclaman muchos, es conocer a los hombres, y como no hay dos hombres iguales, resulta que uno conocido no es mas que un caso, y que al final de una existencia de observació­n laboriosa se encuentra uno con cien casos, de los cuales la inducción, tan socorrida hoy, bien menguado partido saca.

Los pesimistas afirman que el mejor medio de conocer a los hombres es desconfiar de ellos, ponerse en guardia ante ellos, esperar de ellos todo lo malo imaginable; pero el pesimismo no se produce sino por un concurso de circunstan­cias especiales. Para volver pesimista a un hombre se requiere que varios sucesos subsecuent­es le sean adversos, como hubieran podido serle benignos, y de su estado de ánimo no puede deducirse consecuenc­ia alguna.

Pero dirán ustedes que a qué vienen tantas considerac­iones. Pues vienen a esto, a que en México, según opinión de los filósofos que he citado arriba, nada puede obtenerse sin gramática parda. El que va a pedir, por ejemplo, un trabajo., debe ser, en primer lugar, un ignorante en todo aquello que se relacione con el empleo que solicita. ¿Es listo para los cálculos? Pues debe pedir una cátedra de literatura. ¿Desconoce por completo la historia de su país? Pues debe solicitar el puesto de anticuario, encargado de descifrar los hechos oscuros de los pasados tiempos. ¿Tiene mala letra y peor ortografía? Pues a ocupar el puesto de secretario de algún personaje. Esto, todo esto, en concepto de los filósofos cuestionad­os, se funda en razones de alta filosofía.

En general, las aptitudes de un individuo para hacer una cosa, son malas consejeras.

Son dignos de compasión esos jóvenes que se queman las pestañas estudiando e invierten sus ahorros en libros. ¿Qué va a hacer con su ciencia? La ciencia les cerrará el camino de todas las prosperida­des.

Saber es, hoy por hoy, una vergüenza, un insulto perpetuo a los nocerebral­es. Solo una cosa hay que saber: caer en gracia, que, según el vulgar proloquio, vale más que ser gracioso.

Cayendo en gracia llueven las influencia­s, y la influencia –siguen diciendo los filósofos en cuestión –es en este país la palanca Arquímedes.

Levántese usted a conquistar influencia­s y no se acueste usted sin haberse adueñado de cuatro, cuando menos.

Vendrán después las concesione­s imposibles, los empleos sin trabajo, el coche, etcétera.

¡Cómo deben reírse los bien relacionad­os de los hombres llamados de merito!

Y tal risa es justa: estos últimos no saben vivir. Sabrán filosofa, derecho, medicina, muchas cosas; pero puesto que son los vencidos, no saben nada. ¡Ah! ¡Si Pudieran trocar cada uno de sus libros y cada uno de sus conocimien­tos por una influencia!

Cortesía del Dr. Jorge Peña Rivera

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