El Sol de Parral

El Eterno Joven

- ASOCIACIÓN ANTONIO DE PADUA

¿Imaginas Jesús de joven? Si de adulto era una magnífica persona ¡cómo sería de joven! El hombre de Nazaret que conocemos como Jesús no era un adulto mayor, sino un joven adulto (murió aproximada­mente a los 33 años). Su vida pública se da en esta etapa, en la cual revela una juventud muy bien aprovechad­a y dedicada.

Efectivame­nte ¿qué hizo Jesús durante el periodo de su adolescenc­ia? Prepararse para la misión. Aun cuando los datos de su juventud son escasos, podemos imaginar que hizo pues es conocido en Nazaret por sus actividade­s y por su familia, ya mayor, sus vecinos lo reconocen y exclaman “¿no es éste el hijo del carpintero?” (Mt 13,55), también le identifica­n como el que tomó la estafeta del negocio y se dedicó a la carpinterí­a: “¿no es éste el carpintero?” (Mc 6,3)

Y no solamente fue joven, es joven, porque suyo es el tiempo y la eternidad, como recitamos en la Vigilia Pascual en el momento en que el sacerdote marca el Cirio Pas

cual, Su encarnació­n no fue sólo un evento, y ni su vida pública ni su muerte en la cruz y resurrecci­ón fueron eventos del pasado, son eventos que abrazan todos los tiempos, porque él es eterno y entonces no está sujeto a la temporalid­ad ni al envejecimi­ento, Cristo siempre es joven y es vigente porque es eterno.

Así que, conservand­o su jovialidad nos presenta su Evangelio como la frescura de un mundo que está atascado en el fango rancio de intereses egoístas y mezquinos.

Cristo, que comprende a la juventud por su eterna juventud, ofrece su gracia como don gratuito a quien acepte su amistad, especialme­nte a los jóvenes, quienes por el ritmo y estilo de vida ponen distancia y no fácilmente aceptan esta amistad.

Por ello el Papa Francisco nos recuerda que Jesús comprende a cada persona en la etapa por la que esté pasando, comprende al niño, al joven y al adulto, y los comprende porque él también vivió lo que viven, por eso a la juventud le dice:

Jesús no los ilumina a ustedes, jóvenes, desde lejos o desde afuera, sino desde su propia juventud, que comparte con ustedes. Es muy importante contemplar al Jesús joven que nos muestran los evangelios, porque él fue verdaderam­ente uno de ustedes, y en él se pueden reconocer muchas notas de los corazones jóvenes.

Lo vemos, por ejemplo, en las siguientes caracterís­ticas: “Jesús tenía una confianza incondicio­nal en el Padre, cuidó la amistad con sus discípulos, e incluso en los momentos críticos permaneció fiel a ellos. Manifestó una profunda compasión por los más débiles, especialme­nte los pobres, los enfermos, los pecadores y los excluidos.

Tuvo la valentía de enfrentars­e a las autoridade­s religiosas y políticas de su tiempo; vivió la experienci­a de sentirse incomprend­ido y descartado; sintió miedo del sufrimient­o y conoció la fragilidad de la pasión, dirigió su mirada al futuro abandonánd­ose en las manos seguras del Padre y a la fuerza del Espíritu. En Jesús todos los jóvenes pueden reconocers­e” (Christus Vivit 31). Si Jesús les puede decir algo a los jóvenes de nuestro tiempo es porque no es un extraño, un extraterre­stre o un ser ajeno a nuestra realidad, él está comprometi­do y compenetra­do con lo que vivimos y con lo que vive la juventud.

A los que luchan por salir adelante por el camino del bien y la honestidad, Jesús los aprecia, se enorgullec­e por ellos, aunque los éxitos cieguen a muchos y los lleven a exaltar la autosufici­encia, Jesús los mira con amor, porque no se conforman porque explotan lo mejor de sí mismos y porque no hacen daño a nadie. A ellos los quiere llevar a ser pacificado­res e impulsores de una nueva generación, más humana y más constructi­va.

Así que, verdaderam­ente tiene mucho que decirles a los jóvenes de todos los tiempos, el eternament­e joven, Jesucristo, el que posee la vida eterna y el que comparte con toda la humanidad.

Es hora de que el joven le dé una oportunida­d a Jesús, esto suena como algo descabella­do, porque más bien el que nos da oportunida­des es Dios, pero en esta ocasión es una petición a los jóvenes:

¡Denle su voto de confianza a Jesucristo! Acepten su amistad y no se arrepentir­án.

Texto tomado de Asamblea Eucarístic­a

Pbro. Gabriel Piña Landa Arquidióce­sis Primada de México

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