El Eterno Joven
¿Imaginas Jesús de joven? Si de adulto era una magnífica persona ¡cómo sería de joven! El hombre de Nazaret que conocemos como Jesús no era un adulto mayor, sino un joven adulto (murió aproximadamente a los 33 años). Su vida pública se da en esta etapa, en la cual revela una juventud muy bien aprovechada y dedicada.
Efectivamente ¿qué hizo Jesús durante el periodo de su adolescencia? Prepararse para la misión. Aun cuando los datos de su juventud son escasos, podemos imaginar que hizo pues es conocido en Nazaret por sus actividades y por su familia, ya mayor, sus vecinos lo reconocen y exclaman “¿no es éste el hijo del carpintero?” (Mt 13,55), también le identifican como el que tomó la estafeta del negocio y se dedicó a la carpintería: “¿no es éste el carpintero?” (Mc 6,3)
Y no solamente fue joven, es joven, porque suyo es el tiempo y la eternidad, como recitamos en la Vigilia Pascual en el momento en que el sacerdote marca el Cirio Pas
cual, Su encarnación no fue sólo un evento, y ni su vida pública ni su muerte en la cruz y resurrección fueron eventos del pasado, son eventos que abrazan todos los tiempos, porque él es eterno y entonces no está sujeto a la temporalidad ni al envejecimiento, Cristo siempre es joven y es vigente porque es eterno.
Así que, conservando su jovialidad nos presenta su Evangelio como la frescura de un mundo que está atascado en el fango rancio de intereses egoístas y mezquinos.
Cristo, que comprende a la juventud por su eterna juventud, ofrece su gracia como don gratuito a quien acepte su amistad, especialmente a los jóvenes, quienes por el ritmo y estilo de vida ponen distancia y no fácilmente aceptan esta amistad.
Por ello el Papa Francisco nos recuerda que Jesús comprende a cada persona en la etapa por la que esté pasando, comprende al niño, al joven y al adulto, y los comprende porque él también vivió lo que viven, por eso a la juventud le dice:
Jesús no los ilumina a ustedes, jóvenes, desde lejos o desde afuera, sino desde su propia juventud, que comparte con ustedes. Es muy importante contemplar al Jesús joven que nos muestran los evangelios, porque él fue verdaderamente uno de ustedes, y en él se pueden reconocer muchas notas de los corazones jóvenes.
Lo vemos, por ejemplo, en las siguientes características: “Jesús tenía una confianza incondicional en el Padre, cuidó la amistad con sus discípulos, e incluso en los momentos críticos permaneció fiel a ellos. Manifestó una profunda compasión por los más débiles, especialmente los pobres, los enfermos, los pecadores y los excluidos.
Tuvo la valentía de enfrentarse a las autoridades religiosas y políticas de su tiempo; vivió la experiencia de sentirse incomprendido y descartado; sintió miedo del sufrimiento y conoció la fragilidad de la pasión, dirigió su mirada al futuro abandonándose en las manos seguras del Padre y a la fuerza del Espíritu. En Jesús todos los jóvenes pueden reconocerse” (Christus Vivit 31). Si Jesús les puede decir algo a los jóvenes de nuestro tiempo es porque no es un extraño, un extraterrestre o un ser ajeno a nuestra realidad, él está comprometido y compenetrado con lo que vivimos y con lo que vive la juventud.
A los que luchan por salir adelante por el camino del bien y la honestidad, Jesús los aprecia, se enorgullece por ellos, aunque los éxitos cieguen a muchos y los lleven a exaltar la autosuficiencia, Jesús los mira con amor, porque no se conforman porque explotan lo mejor de sí mismos y porque no hacen daño a nadie. A ellos los quiere llevar a ser pacificadores e impulsores de una nueva generación, más humana y más constructiva.
Así que, verdaderamente tiene mucho que decirles a los jóvenes de todos los tiempos, el eternamente joven, Jesucristo, el que posee la vida eterna y el que comparte con toda la humanidad.
Es hora de que el joven le dé una oportunidad a Jesús, esto suena como algo descabellado, porque más bien el que nos da oportunidades es Dios, pero en esta ocasión es una petición a los jóvenes:
¡Denle su voto de confianza a Jesucristo! Acepten su amistad y no se arrepentirán.
Texto tomado de Asamblea Eucarística
Pbro. Gabriel Piña Landa Arquidiócesis Primada de México