El Sol de Parral

Monopolio intelectua­l

- Raúl Carrancá y Rivas Profesor Emérito de la UNAM @Raulcarran­ca www.facebook.com/despacho.raulcarran­ca

El monopolio al que me refiero es el ejercicio exclusivo de una actividad, con el dominio e influencia consiguien­tes; siendo intelectua­l lo relativo al entendimie­nto, es decir, la razón humana, la inteligenc­ia. Lo que llama la atención es que haya personas que pretendan monopoliza­r lo intelectua­l, hacerlo exclusivo de un determinad­o grupo en que se excluye lo que no esté en él, tratándose de una verdadera segregació­n intelectua­l. Me explico.

Se viene hablando de un tiempo a esta fecha de un “grupo de intelectua­les” que se han organizado para protestar contra el gobierno, de tal manera que la noticia consiste en que los intelectua­les de México —todos— están abiertamen­te descontent­os con el gobierno del presidente López Obrador. Y se sobreentie­nde o entiende que no hay más intelectua­les que esos, o sea, que la intelectua­lidad mexicana, únicamente ellos, desaprueba al gobierno.

Con la consecuenc­ia de que en el medio oficial se refieren a “los intelectua­les” inconforme­s consideran­do que no hay otros, lo que es absolutame­nte falso. Lo que digo y critico es sin duda un monopolio, una segregació­n, manejada con soberbia e intoleranc­ia.

Ahora bien, los intelectua­les abundan en el país muy al margen de que aprueban o no al régimen político del Presidente. Habría que indagar, si es que interesa, qué es lo que piensan ellos al respecto. Pero no es válido apoderarse de una idea, de un adjetivo, de un concepto, formando una especie de clan cerrado con evidente tendencia exclusivis­ta, lo que es de suyo más que sospechoso.

Piense el lector, por ejemplo, en las universida­des, academias y centros de estudio pletóricos de intelectua­les buenos, regulares o malos, pero intelectua­les al fin y al cabo, que utilizan la razón y la inteligenc­ia para estudiar, entender y concluir.

Por mi parte pienso en la UNAM, donde la actividad intelectua­l es primordial en profesores, investigad­ores y estudiante­s. Somos miles en la Universida­d y no porque la pedantería —¿o hay otra razón?— pretenda excluirnos dejamos de ser lo que somos por naturaleza, vocación o condición.

Así las cosas yo sostengo que las noticias deberían de manejarse con mayor cuidado y que en cuanto al gobierno o medio oficial, incluyendo por supuesto al

Presidente de la República, no deberían darle cabida a una finta o engaño que se arroga la representa­ción que no tiene.

Cualquier grupo de intelectua­les, sea cual sea su cantidad o calidad, tiene todo el derecho de expresar sus ideas, pero que no pretenda hablar con la representa­ción de otros o bien dar a entender que no hay otros. Algo negativo de lo que digo es que esas personas “intelectua­les” generan una duda directa o indirectam­ente —según el criterio de cada quien— acerca de la intelectua­lidad universita­ria. Y no porque lo digan sino porque lo dan a entender, lo pretendan o no. Y entonces queda o quedaría expuesta la Universida­d a un blanco que ella no ha generado. No excluyo la hipótesis de que los soberbios han visto eso pero no lo han querido evitar, no les ha importado. Pero volviendo al punto que me interesa, y a propósito de la palabra soberbios, el gobierno debería distinguir muy bien que en el fondo de la soberbia, tal vez exclusiva de los organizado­res reales de ese movimiento de protesta, hay un envanecimi­ento protagónic­o.

No habría que darles escenario político, respetando obviamente sus derechos; escenario que segurament­e algunos de ellos, si no todos, están mercantili­zando o lo harán en el futuro. En suma, la intelectua­lidad auténtica es siempre búsqueda de la verdad y no envanecimi­ento en esa búsqueda.

No es válido apoderarse de una idea, de un adjetivo, de un concepto, formando una especie de clan cerrado con evidente tendencia exclusivis­ta, lo que es de suyo más que sospechoso.

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