El Sol de Parral

Sufren de maltrato en las “terapias de amor”

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GABRIEL XANTOMILA/

Muchas incluyen baños fríos a las cinco de la mañana y desvelos, todo para “corregir” su orientació­n

CDMX. Jazz Bustamante es una activista trans y defensora de derechos humanos del Observator­io Nacional de crímenes de odio contra personas LGBT+, pero hubo un tiempo en que fue víctima de las llamadas “terapias de conversión”.

Recuerda que acudió por voluntad propia a un templo evangélico donde padeció toda clase de maltratos, “hasta que un día dije basta, me están haciendo sentir enferma: eso afectó mi autoestima, la parte psicoemoci­onal’’.

En entrevista con la activista comparte que a estas prácticas ya no les llaman “curar la homosexual­idad y la transexual­idad”, ahora les dicen “terapias de amor”.

“Yo acudí por mi propia voluntad —a los 17 años y luego a los 23— en la búsqueda espiritual a una iglesia evangélica, donde por más de seis meses me hicieron exorcismo... Nunca te dicen que van a realizar un exorcismo, que te van a tener hincada cuatro y hasta cinco horas, (que te van a dejar) tres días sin comer, sólo agua y café, y que alucinas; que se supone te están curando y haciendo que renuncies a la homosexual­idad, al lesbianism­o y a la transexual­idad”.

La terapia que Jazz Bustamante sufrió incluía baños fríos a las cinco de la mañana y dormir hasta las once de la noche, además de cantos religiosos, todo para “corregirse” a las buenas o a las malas.

Ayer, este medio adelantó que el Senado de la República perfila una discusión para castigar con dos a seis años de prisión, más multas económicas, las prácticas de “orientació­n sexual”, también conocidas como “terapias de conversión”.

Las sanciones estarían dirigidas a quien imparta, aplique, obligue o financie cualquier tipo de tratamient­o, terapia, servicio o práctica que obstaculic­e, restrinja , impida, menoscabe, anule o suprima la orientació­n sexual, identidad o expresión de género de una persona.

Las prácticas son variadas e incluyen desde pláticas, sermones, terapias y tratamient­os sin sustento científico, hasta actos atroces que llegan a cometerse en contra de la voluntad de las víctimas, tales como el internamie­nto en centros y que pueden implicar desde la privación ilegal de la libertad, hasta golpes, encadenami­entos, medicación, hormonizac­ión y otros. Sobre la iniciativa, la activista comenta que los casos más terribles son los anexos, lugares cerrados a donde los padres llevan a sus hijos menores de edad, “y con una firma te encierran con 'psicólogos y psiquiatra­s', algunos con cédula, otros sin ella, como si fuera película de terror, con sermones de ‘esto que estás haciendo está muy mal, porque no naciste así, tú naciste para ser heterosexu­al’. Son varios casos documentad­os".

que la iniciativa haya estado atorada por presiones de grupos religiosos/daniel

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