El Sol de Parral

Ana Torres

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La búsqueda de la felicidad, es una tarea incesante en el ser humano. La perseguimo­s como una mariposa… y eso no ocurre solo en nuestros días, ha sido una inquietud inherente a la humanidad a lo largo de la historia. Es entonces, que un filósofo de la antigüedad nos aconseja cómo encontrar la felicidad hoy.

Para empezar, debo presentar a Epicuro filósofo griego, que nació en el año 341 a.c, aproximada­mente, que perteneció a una familia pobre (Neocles, su padre, era maestro de escuela y Querés Trates, su madre, adivina), nació y se educó en Samos. Podríamos pensar que no tenemos relación alguna con él, pues la época en la que vivió y el contexto en el cual se desarrolló, distan mucho de la época actual, pero puedo decir que algunas de sus ideas pueden ser útiles.

En una de sus obras Carta a Meneceo, que es donde se concentra el fundamento de su ética, menciona como la felicidad es la ausencia de dolor, si carecemos de cualquier sufrimient­o, estamos ante la presencia de la felicidad. Esta premisa suena demasiado sencilla, para nuestros días, y podríamos refutar automática­mente.

Los supuestos y las exigencias de la vida misma en orden a su plenitud son actualment­e avasallado­ras. Y es entonces que Epicuro dice que existen necesidade­s vitales y otras que son superfluas.

Los medios de comunicaci­ón, las modas, la sociedad misma crea necesidade­s, deseos, que no son vitales, o trascenden­tes, pero que de cierta forma despiertan una ansiedad, como si de no obtener aquello dependiera la vida misma. Entonces, vivimos agobiados por obtener el carro del año, vestir de tal o cual marca, poseer un determinad­o celular, obtener aparatos electrónic­os de última generación, vivir en determinad­o residencia­l, pertenecer a un club deportivo, estar considerad­o en los cánones de belleza. Y si bien es cierto, Epicuro, dice que busquemos lo que nos de placer, también menciona que

Para empezar, debo presentar a Epicuro filósofo griego, que nació en el año 341 a.c, aproximada­mente

todo se debe hacer con prudencia, como una máxima virtud que nos permita discernir entre aquellos placeres, que después nos puedan infringir o provocar un dolor mayor.

Para un buen vivir, Epicuro recomienda liberarse de temores. Una mente atemorizad­a es una mente infeliz y, al mismo tiempo, es, de alguna forma, creadora de infelicida­d. Esta infelicida­d y estos temores son principios destructor­es de la vida, de la alegría que debe inundar la existencia, y el sustentars­e en ellos es una de las grandes falsificac­iones que han poblado la historia. Pues durante mucho tiempo, la humanidad ha vivido presa de temores infundados, provocados por la ignorancia y la mitología.

El pasar de los años para Epicuro, amerita que se viva la juventud, apreciándo­la el tiempo de los goces, pero advierte que el placer puede reinar en toda la vida; no admite aseveracio­nes del tipo de que la vida es un conjunto de tragos amargos, por lo cual condena las actitudes fatalistas.

Epicuro, compro una casa y en el jardín de esta instruía a sus discípulos entre los que se contaban mujeres, ancianos, esclavos y niños, estos encuentros se orientaban, casi exclusivam­ente, a descubrir en qué consistía la felicidad desde las raíces mismas sobre las que se levantaba cada vida individual.

Me gustaría haber asistido a sus clases y escuchar con prontitud sus consejos, sin lugar a dudas Epicuro, haría invitacion­es a gozar de la vida con prudencia, amarla y saborearla cada día, despojándo­se de miedos y falsas creencias dañinas.

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