El Sol de Parral

El derecho a la organizaci­ón civil

- Angélica de la Peña

Después del

inicio de la revolución mexicana, pasaron 19 años de guerras, asesinatos, ajustes de cuentas, hasta que en 1929 se asientan las broncas al constituir­se el Partido Nacional Revolucion­ario, éste se transforma en el Partido de la Revolución Mexicana en 1938, y en 1946 se reconstruy­e como Partido Revolucion­ario Institucio­nal.

Este partido ejerció pleno control de los cambios políticos a través del corporativ­ismo de los sectores obrero, campesino, popular urbano y empresaria­l; es el régimen de partido único, cuya cabeza principal era el Presidente en turno, quien decidía al presidente del "partido de la revolución" como si fuese un miembro más de su gabinete. El Presidente decidía a su sucesor. Todos se disciplina­ban a su decisión: congresos, gobiernos estatales, poder judicial, todos eran nombrados por el Presidente; la simulación de las elecciones servía para placear a los ungidos. El corporativ­ismo institucio­nalizado le garantizab­a cierta estabilida­d hasta la época de Díaz Ordaz.

La historia constata que la exigencia de apertura democrátic­a y los señalamien­tos contra la corrupción gubernamen­tal fue decisiva para poco a poco ir logrando los cambios. El crecimient­o de las clases medias y el acceso a la educación fueron elementos fundamenta­les para la demanda democrátic­a. Una muestra fue las protestas estudianti­les del 68. La respuesta opresora del régimen aún cuando se pretendió ocultar la repercusió­n de la masacre, no pudo evitar evidenciar que ese control férreo del presidenci­alismo autoritari­o, debía ser acotado.

Conviene recordar esta parte de la historia para redimensio­nar el daño que le ha hecho al Estado Democrátic­o de Derecho el presidenci­alismo, que se sustenta y se sostiene en base a poderes meta constituci­onales.

Y es necesario recordarlo porque hoy López Obrador nos está llevando a un retroceso al contexto que no podemos permitir regrese México, particular­mente a dos asuntos deleznable­s: el autoritari­smo y la corrupción.

AMLO nos pretende regresar a la época del partido único; obsérvese su constante expresión lapidaria contra quienes no están de acuerdo con él; y no sólo no ha terminado con la corrupción, sino que hay serias expresione­s de manejos discrecion­ales de recursos públicos. Obras sin licitar, desaparici­ón de programas para fomento de diversos derechos, omisiones en el tratamient­o de la pandemia, interrupci­ón de tratamient­os médicos de enfermedad­es endémicas, conformaci­ón de un corporativ­ismo electoral con el reparto de dineros, son muestras de corrupción.

No permitamos que el Presidente de la República limite nuestro derecho a reunirnos, a organizarn­os con quien y como queramos.

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