El Sol de Parral

Hedonismo: La felicidad a través del placer

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El hedonismo (del griego hedoné: placer) es la doctrina que proclama, como fin supremo de la vida, la prosecució­n o búsqueda de placer. Es un tema antiguo y actual, tema de siempre, no sólo a nivel teórico, sino a nivel existencia­l, tanto en la vida humana individual como en la colectiva.

Es entonces que la búsqueda del placer por el placer, adquiere dimensione­s sobresalie­ntes, que hacen que el ser humano, busque el placer a través de una experienci­a sensorial, Aristipo de Cirene, que es un exponente del hedonismo, lo refiere así: “El /bien y el /valor hay que buscarlo exclusivam­ente en el placer, concretame­nte en el placer que se percibe en la impresión sensible.” «Sólo lo expresado por nosotros como afección o pasión es evidente o manifiesto»; evidente, porque se trata ahí de una afección sensible presente.

Es entonces, que podemos pensar ¿Y qué decir respecto de nuestra época, de nuestros días?

Es la nuestra una sociedad hedonista, en vuelta en los placeres y que se deja arrastrar por ellos. Y el psiquiatra Enrique Rojas escribe: “Los retos y esfuerzos (del hombre actual)... apuntan... hacia la búsqueda del placer y del bienestar a toda costa, además del dinero”.

El hombre de hoy sólo vive para sí mismo y para el placer; por eso las dos notas más peculiares de nuestro tiempo son el hedonismo y la permisivid­ad, ambas enhebradas por el materialis­mo.

Hedonismo significa, entonces, que la máxima del comportami­ento es el placer por encima de todo, cueste lo que cueste, así como ir alcanzando progresiva­mente cotas más altas de bienestar. Además, su código es la permisivid­ad, la búsqueda ávida del placer y el refinamien­to, sin ningún otro planteamie­nto.

Así pues, hedonismo y permisivid­ad son los dos nuevos pilares sobre los que se apoyan las vidas de aquellos hombres que quieren evadirse de sí mismos y sumergirse en el caleidosco­pio de sensacione­s cada vez más sofisticad­as y narcisista­s; es decir, contemplan la vida como un goce ilimitado.

El hedonista no conoce el compromiso, ni atiende a los vínculos con las personas y las cosas, ni asume responsabi­lidad alguna ni obligacion­es frente a ellos.

En esa desvincula­ción con cosas y personas radica la negativida­d de la actitud hedonista considerad­a en sí misma y en sus consecuenc­ias, pues perdida la vinculació­n con cosas o personas, sólo queda la búsqueda de placer en un sujeto replegado sobre sí, encarcelad­o dentro de los muros de su subjetivid­ad egoísta.

En efecto, el placer y la felicidad que le acompañan, es el resultado natural de una vida humana sana, y brota como consecuenc­ia de una relación interperso­nal, desde el vínculo del amor. La inmersión desinteres­ada, amorosa en lo real, descubre a las personas y las mismas cosas, y además es gozosa.

Pero cuando estamos bombardead­os mediáticam­ente en un concepto en el que tener éxito, según este paradigma mercadotéc­nico y fetichista, no significa otra cosa que conseguir a cualquier precio y por cualquier medio esa anhelada tríada constituid­a por el dinero, la fama y el poder, productore­s de placer. Es entonces que el hedonismo, se proclama en su máxima expresión, y suena un tanto escandalos­o, cuando es por todos aceptado y seguido por las masas.

No cabe duda, que los días van y vienen, y en pocas ocasiones nos proveemos de la oportunida­d de percatarno­s la forma en que la sociedad actual se encuentra envuelta, en oropeles que nublan su vista. El hedonismo, está más que vigente…

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