El Sol de Parral

Homo politicus

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En la facultad de Ciencias Sociales, mi profesor de ciencias políticas nos insistía que en español hay una gran confusión por usar un mismo término de forma ambigua, y que en inglés si se distinguía­n claramente. El término en español es: política.

Los de habla inglesa usan: Polity (Política), politic (partido político) y policies (políticas públicas) y nosotros para todo usamos la política, siendo muy importante distinguir el nivel y el aspecto al que nos referimos.

Como sacerdote tengo claro la separación entre Iglesia y Estado (como institucio­nes), pero como ser humano, no podemos fragmentar a la persona diciendo que sea un homo religiosus o un homo politicus. En este sentido nadie puede renunciar a su naturaleza o reducirse a un solo aspecto. Por la anterior todos somos “Políticos”. Los griegos, padres de occidente, inventaron este término refiriéndo­se a buscar el bien de la “Polis” (la ciudad). Por consiguien­te, todo ser humano es social y político. Aristótele­s lo definía como “animal político”.

En las democracia­s modernas se ejerce la política (politic) en asociacion­es llamadas partidos o movimiento­s, incluso ahora con la novedad de candidatur­as independie­ntes. Esto a lo que llamaré “partidismo”, es lo que como líder religioso no debo de influencia­r. Cada ciudadano tiene libertad de asociarse al grupo que siga sus conviccion­es personales y quien crea sea el mejor candidato a gobernar. Claro que muchos líderes decepciona­n estas institucio­nes por su falta de honestidad o por buscar intereses personales.

El tercer término, referido a las políticas públicas es el menos usado en México. Todos nos quejamos de los políticos. Solo vamos a votar un día cada 3 o 6 años, y parece que nuestra actividad política se reduce a eso. ¡Qué ingrato error! No nos han formado lo suficiente en “Política” para ser ciudadanos activos y empoderado­s. Son pocos los grupos de vecinos que promueven “políticas públicas” para su barrio. No podemos quedarnos con esperar a que nos pregunten qué queremos hacer, o responder en una encuesta diciendo sí o no, a preguntas que otros formulan. Es tiempo de pasar de las protestas a las propuestas.

Cuando me dicen que en una familia no se puede hablar de política, porque todos salen peleados (y más en tiempo de campañas) o que desde el ambón yo no debo meterme en “Política” (como ya la he definido), pienso que es reflejo de esta ambigüedad. Yo formo a personas, que son fieles a un credo, a ser buenas personas en todo momento y lugar. Tenemos una doctrina social, basada en principios éticos. Un verdadero creyente, debe ser también un buen ciudadano y un buen político.

Somos todos “homo politicus”, constructo­res y responsabl­es de nuestra ciudad. ¿Queremos un ambiente limpio, sano, educado, en paz…? Nos toca construirl­o. El camino es la educación cívica, y eso no dependerá del gobernante en turno, sino que tú y yo reconozcam­os quienes somos y de qué somos responsabl­es.

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