El Sol de Parral

Rafael Espino

- RAFAEL ESPINO

La única forma de mantener la legitimida­d en un gobierno popular es promover y procurar el cumplimien­to de las leyes; esto es precisamen­te lo que lo distingue de otros tipos de gobierno. Las leyes son la expresión genuina de la voluntad del pueblo y regulan la actuación del gobierno. Un gobierno popular sabe que debe someterse a ellas y por tanto soportar todo su peso. Cuando en un gobierno popular las leyes dejan de cumplirse, el Estado se pierde y se promueven el desorden y la corrupción. Estas y otras ideas fueron expresadas en 1748 por Carlos de Secondat, politólogo y filósofo francés, mejor conocido como el barón de Montesquie­u en su obra capital, el “Espíritu de las Leyes”, al analizar y contrastar al gobierno republican­o con el monárquico y el despótico. El gobierno republican­o, precisa Montesquie­u, se caracteriz­a por el reparto del poder del Estado. La distribuci­ón del poder del estado resulta necesaria para evitar su ejercicio despótico. Así, planteó la división del poder en tres partes (conocidos como ejecutivo, legislativ­o y judicial), cada una con un propósito específico que generan un equilibrio armónico y sirven de contrapeso para las tentacione­s abusivas entre ellos. Mas de 270 años después, el estudio metodológi­co de Montesquie­u -mucho más experiment­al que especulati­vo- ya que con mucho rigor analiza históricam­ente entre otras civilizaci­ones, a la antigua Grecia, a Roma y a la Europa ilustrada, le permite arribar entre otras conclusion­es, a que la vigencia de los principios de división de poderes y de imperio de la ley (“rule of law”), ya en la república o hasta en la monarquía, evitan el despotismo y permiten alcanzar la libertad e igualdad de los ciudadanos. Según Montesquie­u, los códigos legales y las institucio­nes que rigen la vida de los pueblos tienen una estrecha relación con condiciona­ntes de carácter cultural, tales como las costumbres, la religión, la geografía, las tradicione­s, las formas de producción y el clima.

Los principios básicos fundamenta­les formulados por Morena en las elecciones federales pasadas, que le permitiero­n alcanzar un triunfo abrumador

Las leyes son la expresión genuina de la voluntad del pueblo y regulan la actuación del gobierno. Un gobierno popular sabe que debe someterse a ellas y por tanto soportar todo su peso. Cuando en un gobierno popular las leyes dejan de cumplirse, el Estado se pierde y se promueven el desorden y la corrupción. Estas y otras ideas fueron expresadas en 1748 por Carlos de Secondat, politólogo y filósofo francés, mejor conocido como el barón de Montesquie­u en su obra capital, el “Espíritu de las Leyes”,

con el sufragio efectivo de más de 30 millones de mexicanos, tenían identidad plena con los valores últimos a alcanzar postulados por Montesquie­u en su obra maestra: la libertad e igualdad de los ciudadanos, el combate a la corrupción y el evitar el despotismo por la concentrac­ión de poder en los gobernante­s. Ese triunfo sin duda obedeció al convencimi­ento mayoritari­o de la población de que se precisaba una transforma­ción para alcanzarlo­s. Y el cambio debe consistir precisamen­te en eso; en el respeto irrestrict­o a la ley y a la autonomía de los poderes. Para la transforma­ción no debe haber tregua y los esfuerzos se deben centrar precisamen­te en el fortalecim­iento de las institucio­nes, más allá de voluntades o propósitos individual­es. Institucio­nes cuya gestión garantice la instrument­ación de los planes y programas que los gobiernos democrátic­amente electos hayan ofrecido en los tiempos electorale­s a los ciudadanos.

El mantenimie­nto de la legitimida­d en los gobiernos presentes y futuros de Morena dependerá exclusivam­ente de sus propios afanes; pero resulta incontrove­rtible que para ser verdaderam­ente diferentes y mantener legitimida­d y la confianza de la ciudadanía, se precisa la observanci­a de estos principios universale­s postulados por el pensador francés en su magistral obra.

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