El Sol de Puebla

Hace de un árbol su hogar

El joven es oriundo de Oaxaca, llegó a la unidad habitacion­al El Carmen Gastronómi­co, hace 12 años, donde la gente le ha apoyado dándole lonas, ropa y tablas para armar lo que él llama “su cueva”

- ALDO MIGUEL un radio de pilas. su casa en el árbol.

Las prendas de vestir, los costales, maderas y las lonas que le regalan los vecinos y que pepena de la basura son algunos artículos que le han servido para armar una pequeña casa o refugio en la unidad habitacion­al El Carmen Gastronómi­co.

Waldo Pérez es un joven de entre 25 y 28 años que vive en una “cueva” que armó en medio de las ramas de un árbol.

Lo único que acompaña a este hombre es un radio de pilas que carga en su pantalón. No tiene familia en Puebla pues es originario de Oaxaca. De acuerdo con lo contado por el propio Waldo, quien al parecer padece de sus facultades mentales, su madre y su padre murieron en un accidente automovilí­stico cuando él era niño. Según sus recuerdos, siempre ha vivido en esta unidad habitacion­al que se encuentra en la avenida Las Torres a la altura de la avenida Nacional, al sur de la ciudad.

Los vecinos cuentan que Waldo llegó desde muy pequeño a esta colonia. Por temporadas duerme en las entradas de los edificios pero desde hace un año aproximada­mente empezó a armar un refugio en un árbol que se encuentra justamente a un lado de unas canchas de futbol rápido en la cerrada Hidalgo.

A este espacio le llama su “cueva”. En sus palabras, presume que todo lo

Él no sabe qué edad tiene, pues lo único que recuerda es que lleva alrededor de 12 años viviendo en dicha unidad habitacion­al y que sus padres murieron cuando él era “muy morro”

que hay en ella es suyo. Su refugio está armado de ropa, cartones, lonas, maderas y telas que se encuentra en la basura o que la propia gente le regala.

Para subir al árbol utiliza de escalón un bote de aluminio y una piedra. Prácticame­nte tiene que contorsion­arse entre las ramas para poder ingresar a su vivienda improvisad­a.

Las inclemenci­as climatológ­icas le han pegado, pues reconoció que el frío ha sido crudo, no obstante, con un par de movimiento­s de sus manos trata de explicar que cuando hace calor este también es muy intenso.

Waldo no sabe qué edad tiene pues lo único que recuerda es que lleva alrededor de 12 años viviendo en dicha unidad habitacion­al y que sus padres murieron cuando él era “muy morro”.

Los vecinos ya se acostumbra­ron a él, a que sea parte de la colonia e incluso lo saludan cuando pasan junto a él.

No obstante, algunos de los colonos reprocharo­n que hace sus necesidade­s fisiológic­as a la luz del día y desde su “cueva” debido a que no tiene un baño, por lo que pidieron a las autoridade­s tomar cartas en el asunto.

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Fotos: Iván Venegas A diario, el joven sube a su morada improvisad­a ayudado de un bote de aluminio y una piedra./
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Siempre porta

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