Cuidado con los abogados “amarra navajas”.
Decía el jurista Eduardo Couture, en los mandamientos del abogado, que el derecho es una lucha de pasiones, lo cual es muy evidente al momento de que las partes se lanzan a un pleito con un ánimo de venganza más que de justicia, lo cual puede ser agudizado por algún pseudoprofesional del derecho que incentive los rencores con el fin de complicar el asunto y poder cobrar más.
Hace unos días me consultó una señora, quien pide guardar el anonimato, y nos dice que hace tiempo consultó a un abogado respecto a un juicio de alimentos. Este le aseguró, sin duda alguna, ganar una pensión alta, quitarle una casa al marido y hacer que pagara las colegiaturas en una buena universidad privada. Todo con un ánimo triunfalista y pidiendo 50 mil pesos de anticipo. Resulta que ya han pasado 2 años y la dama en cuestión no ha visto resultado alguno, pero sí ha tenido que desembolsar más dinero y lo único que escucha son comentarios que incitan al rencor hacia la expareja, conjugados con un cobro constante de quien dice va a arreglar el asunto.
Pues bien, en primer lugar hablar de una responsabilidad profesional es remitirnos a un tema no bien desarrollado en nuestro país. Si bien hay mecanismos para poder sancionar la mala actuación de los prestadores de un servicio, todavía falta mucho que hacer, por lo que resulta sumamente importante escoger con cuidado a quien representará los intereses ante un tribunal o juzgado.
Ahora bien, emitiré los siguientes consejos para reducir los riesgos de toparse con nefasto profesional del derecho. En primer lugar, nadie puede asegurar la victoria en un litigio, quien lo hace comete una irresponsabilidad, aun cuando el asunto no represente una gran dificultad.
Hay que comprobar que el hombre de leyes cuente con la cédula y título correspondientes, además de que esté registrado ante los diversos órganos judiciales que piden eso como requisito para poder litigar.
Retomando el planteamiento inicial, un buen licenciado en derecho busca la forma más rápida y económica de resolver el problema, haciendo entrar al cliente en razón y dejar atrás las emociones que llevan a cometer errores.
Hay que recordar el axioma antiquísimo de “más vale un mal arreglo que un buen pleito”, por lo que, aun obteniendo una victoria, hay un desgaste irremediable que a cualquiera resulta molesto después de un tiempo.
Es cierto que hay ocasiones, especialmente en asuntos familiares, que los odios llegan ser inmensos, pero precisamente en ese momento hay que aplicar la inteligencia emocional y saber que lanzarse a una “aventura litigiosa” puede resultar una catástrofe, tanto emocional como en cuestión del tiempo y el dinero invertidos.
Por lo anteriormente expuesto y explicado, yo desconfío mucho de aquellos compañeros que emiten comentarios viscerales con el fin de incrementar los odios entre las partes y lucrar con sus clientes, eso no es ético y evidencia una falta de profesionalismo que es común en nuestros días. Hasta la próxima semana.
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*Doctor en Derecho, consultor legal, abogado postulante y académico universitario.