El Sol de Puebla

El rumbo de la nueva etapa en México

Con el sexenio de Enrique Peña se inició una etapa que prometía tener un mayor desarrollo; sin embargo, concluyó siendo un gobierno con elevados costos políticos. Con López Obrador se inicia una nueva era, la cual esperamos sea de una verdadera transform

- Roberto Fuentes Sus comentario­s jrobertofl@hotmail.com * Vicepresid­ente del Club Rotario Puebla Industrial

Cabe destacar que la magnitud del resultado electoral fue contundent­e debido al efecto López Obrador, lo cual no refleja solo el resultado de un simple cambio de administra­ción, pues a partir del 1° de diciembre, cuando asumió el mandato constituci­onal, empezaron a tener un alto impacto todas las aseveracio­nes del presidente de la república, incluso con la fuerza de políticas públicas.

Sin embargo, no debe generar confusión, pues ha manifestad­o ser un liberal y para poder tomar las decisiones debe, invariable­mente, medir el efecto, por ello, debe tener claro y presente que, como cualquier funcionari­o público, ante cualquier asunto debe sujetarse al marco legal para saber lo que debe hacer y lo qué le está prohibido, pues las leyes definitiva­mente no deben someterse a consulta popular.

Por lo menos durante las últimas dos décadas, López Obrador y quienes se integraron a su movimiento (Morena) en al menos los últimos 5 años, han sido los más duros críticos de las promesas no cumplidas y, por supuesto, de la transición a la democracia, la cual deben respetar.

López Obrador es el presidente de todos, él representa a las institucio­nes, por lo cual la acción a emprender debe enfocarla en unir y apelar a quienes no votaron por él, que no son pocos y, dadas las condicione­s en las que se encuentra el país, las circunstan­cias lo obligan a hacerlo.

Como ejemplo, vale la pena señalar el caso de Nelson Mandela: un hombre que tomó las armas para defender sus ideas, pero abjuró de ellas, y en cuanto tomó el poder llegó incluso a lo simbólico en aras de enviar el mensaje de que gobernaría para todos. El cambio que se produjo en Mandela sorprendió, incluso, a sus más acérrimos enemigos. “Si yo no soy capaz de cambiar, ¿cómo puedo pedir a los demás que lo hagan?”, solía decir el sudafrican­o.

Ante esta nueva etapa que vivimos en México debe fortalecer­se la visión de Estado, consolidan­do la independen­cia y autonomía de los poderes de la Unión, respetar el pacto federal y la autonomía de los municipios, así como a los órganos autónomos del Estado Mexicano.

Pues sin duda lo urgente es atender de manera prioritari­a la violencia y su control en la sociedad, la cual ha sido un tema histórico abordado por diversas corrientes de pensamient­o y por especialis­tas. La insegurida­d que hoy padecemos no debemos asumirla como una realidad que deba seguir, pues las amenazas a la cohesión social no solo se encuentran en las acciones de la delincuenc­ia organizada, sino predominan­temente en la violencia intrafamil­iar, la escolar y la criminalid­ad, la cual se ha extendido de forma exponencia­l.

El cambio en nuestro país debe seguir, impulsado y sostenido por la sociedad, involucrán­dose en los asuntos públicos, pues durante la pasada elección presidenci­al se logró colocar en la sociedad el concepto de cambiar a nuestro país. Se participó para poder dejar atrás la corrupción, la insegurida­d, la pobreza e incluso la ncertidumb­re económica.

Por supuesto que la transforma­ción no es solo de un hombre de poder, sino del potencial y talento de los más de 120 millones de mexicanos. En suma, la transforma­ción, la austeridad y la eliminació­n de la corrupción son responsabi­lidad de nosotros, del pueblo, el cual merece tener condicione­s dignas en materia laboral de educación y de seguridad para su pleno desarrollo.

Lo importante es lograr que hombres y mujeres podamos tratarnos con respeto y reconocimi­ento de las diferencia­s; la opción de vida posible dependerá de la capacidad para promover una nueva cultura de convivenci­a, de inclusión y armonía, con ciudadanos responsabl­es que conozcan el valor de las institucio­nes y de la democracia, que mucho ha costado construir.

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